En la época de verano, la mansión quedaba en silencio. Sólo lo alteraba el ir y venir de sirvientes tapando muebles, recogiendo alfombras, limpiando y guardando plata..., en fin todo lo necesario en una limpieza a fondo para dejar preparada y lista la casa para el regreso de los señores. Pasaban temporadas en una casa de campo que tenían en Escocia y los muchachos en un campamento. Durante Julio y Agosto, todo permanecía quieto y en silencio. Mi padre seguía trabajando en su despacho porque los gastos de la casa corrían mes tras mes, y él lo tenía todo al corriente. Yo me aburría tremendamente sola y sin amigas, encerrada en casa o en el jardín. Echaba de menos el jaleo de los chicos, y para pasar mejor la soledad iba hasta la cocina y allí charlaba con Saoirse , mi amiga y consejera, Nelly la doncella y la cocinera señora Pickford, que ahora, después de terminar con el recogido de la casa, tenían poco trabajo.
A ella les gustaba que fuese y les contará las cosas que hacía. Algunas veces les acompañaba hasta la ciudad para efectuar las compras, y ese día para mi era algo extraordinario. Y así año tras año, sin nada que lo alterase.
Cumpliría quince años en unos días y mis amigos de la casa, organizarían una merienda y la señora Pickford haría una tarta con quince velas. Era una nota de color en la monotonía de nuestra vida. Pedíría un deseo al apagar las velas, me cantarían el cumpleaños feliz y a las nueve de la noche, ya estaríamos todos acostados y de nuevo la casa permanecería en silencio hasta las siete de la mañana del día siguiente en que todo se pondría nuevamente en movimiento.
Pero una cosa si varió: la ortodoncia. Al fin me ví libre de ella y ese día, cuando fuimos al pueblo, me hicieron una fotografía y puse una sonrisa tan grande que creí que no cabría en la foto, pero yo estaba exultante de felicidad.. Y al cabo de unos meses seguirían las gafas. Ya era una chica casi guapa. Saoirse siempre me lo decía, pero no le hacía mucho caso, porque ella me conocía desde que nací y sabía el cariño que me tenía.
Por mucho que me mirase al espejo, me seguía viendo horrible. Lisa como una tabla. un cuerpo totalmente recto y las pecas ahí seguían para mortificarme. De lo único que podía presumir era de mi cabello brillante, fuerte y sedoso que con el paso del tiempo se fue oscureciendo hasta quedar en un castaño claro con reflejos cobrizos. Según me contaba mi padre era igual al que tuvo mi madre.
Nunca supe por qué demonios llevaba gafas. Creo que mi padre, tampoco lo supo nunca, sólo que debía fijar la visión y por eso me las recetó un oftalmólogo. El caso era que a finales de verano ya no tuve necesidad de ellas. Y entonces pude lucir mis verdaderos ojos ocultos y algo hundidos por los lentes.
- No te preocupes. En cuanto lleves unas semanas sin ellas, esas ojeras se te quitarán- me decía Saoirse. Y efectivamente así ocurrió. Los tengo azules, de un azul intenso y brillante, también como mi madre. A veces creo que mi padre lo dice para recordarla, pero no sabía si era cierto o él los veía reflejados en mi.
Una llamada telefónica nos avisó de que los señores volvían a últimos de semana. Había que tenerlo todo dispuesto, y comenzaron nuevamente a destapar los muebles, a correr cortinas, a poner alfombras.... todo el ritual de principios de verano, solo que al revés. . Los comerciantes comenzaron a llevar carnes, pescados, hortalizas, todo lo que durante el verano habían dejado en suspenso.
Y al fin el cláxon del coche resonó en la casa, y todos se alegraron de que estuvieran de vuelta. Los primeros que entraron fueron los chicos, que habían experimentado un gran cambio; ya no eran tan niños: habían crecido y la cara les había cambiado un poco, aunque, sobretodo el pequeño, entró como una exhalación en la casa. En eso no había cambiado.
Yo les vi llegar desde mi escondite en el árbol y aprecié en los chicos el mismo cambio que realzaban los sirvientes. Pero mis ojos buscaban entre todas las personas que se arremolinaron para descargar el equipaje, a los chicos, y en especial a Niall. Y al encontrarle, me quedé paralizada. Había cambiado: era más alto y fuerte, sin duda por el aire libre del campamento, su sonrisa siempre perenne en el rostro y lisonjero con Saoirse: " era el mismo" , me dije. Y a continuación busqué a Gerard, que al igual que su hermano, ya no era tan pequeño como cuando se fueron de vacaciones. Bajé deprisa del árbol y corrí a mi habitación. Me puse delante del espejo y contemplé mi figura: yo también había cambiado, sólo mi cara, pero mi cuerpo seguía siendo poco agraciado.
Y decidí no bajar a saludarles mientras ellos estuvieran presentes. Ellos estaban distintos y yo en cambio seguía siendo igual de sosa y poco atractiva.- Sabía que lo comentarían cuando estuvieran a solas. Me daba vergüenza. Me pasé la mano por mi pecho, y ni siquiera ni un asomo de busto, nada de nada. Y sería eso en lo primero que se fijarían. Decididamente evitaría encontrarme con ellos. Pero también podría tener solución para eso. ¿ Cómo no se me había ocurrido antes ?
- Relleno, eso es. me pondré relleno.
Y dicho y hecho, aunque fue tan exagerado que yo misma me asusté al verme nuevamente. Pero debía llevar sujetador de lo contrario perdería el algodón por el camino y entonces sí que me moriría de vergüenza.. Le pediría a Nelly uno de los suyos y en la primera ocasión que fuera a la ciudad me compraría uno, porque no era cuestión de ser pechugona un día y al día siguiente estar lisa. Si recurría a esa solución debería ser permanente.. Y de esta manera mi silueta resultó ser más acorde a mi edad y a mi cambio que seguro apreciarían.
A escondidas, hablé con Nelly, y a prisa y corriendo la hice ver que me acomplejaba estar como una tabla. Ella se rió y buscó en su armario un sujetador pequeño para que no resultase tan llamativo. Me lo puse lo rellené de algodón y me busqué el mejor vestido que tenía. Al mirarme en el espejo, había cambiado totalmente. Me quedé quieta durante unos segundos comprobando que todo estuviera igualado y en su sitio, y efectivamente, ahora se podía decir que comenzaba a estar guapa. Libre de complejos y segura de lo que hacía, me reuní con los sirvientes, que junto a mi padre, conversaban con los señores y sus hijos.
Cuando entré en la sala en donde estaban reunidos, las voces se acallaron un poco. Los chicos se quedaron callados y clavaron su mirada en mi, hasta el punto de sonrojarme. Se habían dado cuenta de mi cambio. Los tres habíamos cambiado. Este fue el principio de los que se sucederían en nuestras vidas.
A ella les gustaba que fuese y les contará las cosas que hacía. Algunas veces les acompañaba hasta la ciudad para efectuar las compras, y ese día para mi era algo extraordinario. Y así año tras año, sin nada que lo alterase.
Cumpliría quince años en unos días y mis amigos de la casa, organizarían una merienda y la señora Pickford haría una tarta con quince velas. Era una nota de color en la monotonía de nuestra vida. Pedíría un deseo al apagar las velas, me cantarían el cumpleaños feliz y a las nueve de la noche, ya estaríamos todos acostados y de nuevo la casa permanecería en silencio hasta las siete de la mañana del día siguiente en que todo se pondría nuevamente en movimiento.
Pero una cosa si varió: la ortodoncia. Al fin me ví libre de ella y ese día, cuando fuimos al pueblo, me hicieron una fotografía y puse una sonrisa tan grande que creí que no cabría en la foto, pero yo estaba exultante de felicidad.. Y al cabo de unos meses seguirían las gafas. Ya era una chica casi guapa. Saoirse siempre me lo decía, pero no le hacía mucho caso, porque ella me conocía desde que nací y sabía el cariño que me tenía.
Por mucho que me mirase al espejo, me seguía viendo horrible. Lisa como una tabla. un cuerpo totalmente recto y las pecas ahí seguían para mortificarme. De lo único que podía presumir era de mi cabello brillante, fuerte y sedoso que con el paso del tiempo se fue oscureciendo hasta quedar en un castaño claro con reflejos cobrizos. Según me contaba mi padre era igual al que tuvo mi madre.
- No te preocupes. En cuanto lleves unas semanas sin ellas, esas ojeras se te quitarán- me decía Saoirse. Y efectivamente así ocurrió. Los tengo azules, de un azul intenso y brillante, también como mi madre. A veces creo que mi padre lo dice para recordarla, pero no sabía si era cierto o él los veía reflejados en mi.
Una llamada telefónica nos avisó de que los señores volvían a últimos de semana. Había que tenerlo todo dispuesto, y comenzaron nuevamente a destapar los muebles, a correr cortinas, a poner alfombras.... todo el ritual de principios de verano, solo que al revés. . Los comerciantes comenzaron a llevar carnes, pescados, hortalizas, todo lo que durante el verano habían dejado en suspenso.
Y al fin el cláxon del coche resonó en la casa, y todos se alegraron de que estuvieran de vuelta. Los primeros que entraron fueron los chicos, que habían experimentado un gran cambio; ya no eran tan niños: habían crecido y la cara les había cambiado un poco, aunque, sobretodo el pequeño, entró como una exhalación en la casa. En eso no había cambiado.
Yo les vi llegar desde mi escondite en el árbol y aprecié en los chicos el mismo cambio que realzaban los sirvientes. Pero mis ojos buscaban entre todas las personas que se arremolinaron para descargar el equipaje, a los chicos, y en especial a Niall. Y al encontrarle, me quedé paralizada. Había cambiado: era más alto y fuerte, sin duda por el aire libre del campamento, su sonrisa siempre perenne en el rostro y lisonjero con Saoirse: " era el mismo" , me dije. Y a continuación busqué a Gerard, que al igual que su hermano, ya no era tan pequeño como cuando se fueron de vacaciones. Bajé deprisa del árbol y corrí a mi habitación. Me puse delante del espejo y contemplé mi figura: yo también había cambiado, sólo mi cara, pero mi cuerpo seguía siendo poco agraciado.
Y decidí no bajar a saludarles mientras ellos estuvieran presentes. Ellos estaban distintos y yo en cambio seguía siendo igual de sosa y poco atractiva.- Sabía que lo comentarían cuando estuvieran a solas. Me daba vergüenza. Me pasé la mano por mi pecho, y ni siquiera ni un asomo de busto, nada de nada. Y sería eso en lo primero que se fijarían. Decididamente evitaría encontrarme con ellos. Pero también podría tener solución para eso. ¿ Cómo no se me había ocurrido antes ?
- Relleno, eso es. me pondré relleno.
Y dicho y hecho, aunque fue tan exagerado que yo misma me asusté al verme nuevamente. Pero debía llevar sujetador de lo contrario perdería el algodón por el camino y entonces sí que me moriría de vergüenza.. Le pediría a Nelly uno de los suyos y en la primera ocasión que fuera a la ciudad me compraría uno, porque no era cuestión de ser pechugona un día y al día siguiente estar lisa. Si recurría a esa solución debería ser permanente.. Y de esta manera mi silueta resultó ser más acorde a mi edad y a mi cambio que seguro apreciarían.
A escondidas, hablé con Nelly, y a prisa y corriendo la hice ver que me acomplejaba estar como una tabla. Ella se rió y buscó en su armario un sujetador pequeño para que no resultase tan llamativo. Me lo puse lo rellené de algodón y me busqué el mejor vestido que tenía. Al mirarme en el espejo, había cambiado totalmente. Me quedé quieta durante unos segundos comprobando que todo estuviera igualado y en su sitio, y efectivamente, ahora se podía decir que comenzaba a estar guapa. Libre de complejos y segura de lo que hacía, me reuní con los sirvientes, que junto a mi padre, conversaban con los señores y sus hijos.
Cuando entré en la sala en donde estaban reunidos, las voces se acallaron un poco. Los chicos se quedaron callados y clavaron su mirada en mi, hasta el punto de sonrojarme. Se habían dado cuenta de mi cambio. Los tres habíamos cambiado. Este fue el principio de los que se sucederían en nuestras vidas.
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