Había cursado estudios superiores y aprendido idiomas. Había conseguido su título de secretaria de dirección con excelentes calificaciones. Tenía buena presencia y don de gentes. Ahora sólo le quedaba buscar un buen empleo y comenzar a vivir por su cuenta. Al despedirse de sus padres sintió una inmensa tristeza: tenía que alejarse, no sólo de ellos, sino también del lugar en donde había nacido y crecido. Dejaría atrás toda una etapa importante de su vida, para comenzar otra nueva en solitario.. Sus padres pensaban que se iba al fin del mundo, y sólo estaría en Londres, ni siquiera en otro pais. Pero a los ojos de ellos y de Bristol, era una distancia enorme, y no es que así fuera, pero Londres era un maremagnum de personas y ellos, poco dado a los viajes, les asustaba dejar a su hija sola en esa metrópoli enorme y sin conocer a nadie que pudiera echarle una mano si lo necesitara.
Ilusionada y con un montón de ideas, llegó a la capital con una lista de lugares por conocer, museos por visitar y una modesta pensión con la que vivir hasta encontrar un trabajo. A sus pocos años, todo lo veía fácil y su optimismo natural, no encontraba impedimentos por ningún lado. No contaba con que le sería difícil encontrar un trabajo para el que estaba sobradamente preparada. Y que los ahorros paternos se agotarían pronto; pero nada de eso importaba. Si fuera necesario trabajaría en lo que fuera hasta encontrar el empleo de sus sueños.
Se hospedaría en una especie de pensión, barata, que a su vez, era la casa de una señora mayor que alquilaba una habitación, más por tener compañía que por necesidades económicas, ya que era viuda de un general militar y cobraba una buena pensión de viudedad. Sin hijos, a medida que se hacía mayor, echaba de menos la compañía de alguien más joven que ella, que le aportara no sólo compañía, sino otra visión de la vida, de lo que ocurría en el mundo. Altamente inteligente, estaba al corriente de todo cuanto ocurría en el planeta, y se lamentaba de las innumerables guerras y muertes estériles que acontecían en cualquier rincón del mundo.
Y hasta su puerta llegó Ada Hudson, con su juventud y sus ansias de devorar al mundo. Desde el principio se cayeron bien. Margaret Mortimer y Ada se compenetraron a la perfección y ambas tenían la sensación de ser abuela y nieta. Margaret mujer de exquisita educación, la trataba con amabilidad y cariño. Echaba de menos una familia que nunca pudo formar con su marido, ya que al estar destinado en distintos lugares en conflicto del planeta , permanecieron separados durante mucho tiempo, y entonces se pasó la edad de ser padres, algo que frustró a la señora Mortimer, pero se había resignado. La llegada de Ada a su pensión fue como una brisa que entrara a raudales en su casa. Situado en el distrito de St. James's era casi una zona residencial . Con fachadas victorianas y zonas verdes ajardinadas. La impresión de Ada al llegar, fue inmejorable. ¿ Cómo era posible una zona tan excelente y un precio tan módico por su alquiler? Y el taxista le dio el motivo.
- La señora no necesita el dinero. Sólo compañía. Ambas estarán , encantadas , ya lo verá. - Y al conocerla, dio la razón al buen hombre
Después de instalarse, salió a la calle a comprar el periódico y se informó por Internet, de la oficina de desempleo más cercana a su domicilio. Ya tenía uno de los escollos solucionado: donde vivir. El taxista que la condujo hasta la casa de Margaret, resultó ser un viejo conocido de la anciana, y siempre recomendaba su casa a personas que, como, Ada, llegaban por primera vez a Londres. Era un hombre bonachón de mediana edad, casado y con dos hijas, la mayor de la edad de Ada. Por eso tenía especial cuidado en llevarlas a un sitio decente y confortable, porque nunca olvidaba que él tenía hijas y no le gustaría ver a cualquiera de ellas, metidas en donde no debían.por el desacierto en su decisión.
Al llegar a casa, la señora Mortimer, la esperaba para ofrecerle un té, y juntas revisaron las ofertas de colocación. Parecía mentira que tuvieran tanta empatía cuando hacía unas pocas horas que se conocían. Pero es que el rostro de Ada, tan dulce y con tantas ilusiones, despertaba el afecto de todo aquel que la tratase, y Margaret no fue una excepción.
Lo primero que hizo al despertarse, al día siguiente de su llegada a Londres, fue acudir a la oficina de desempleo, a ver si tuvieran algo que ofrecerle. Y tuvieron una oferta de una fuerte empresa que necesitaba una secretaria de dirección. Un trabajo que ni pintado para ella, para el que estaba sobradamente preparada. Tomó la dirección y con una alegría inmensa, regresó a casa narrando a Margaret la inmensa suerte que estaba teniendo. Subió a su habitación y desde allí marcó un número de teléfono para contactar con el departamento de Recursos Humanos de la compañía Miller Dawson.
- Envíenos su curriculum detallando el domicilio y un teléfono donde poder comunicarle el día de la entrevista.- La dijo el jefe del departamento
- Perdone ¿ tardarán mucho en responder?- preguntó Ada
- En cuanto tengamos el curriculum
- ¿ Puedo llevarlo en mano? Verá, acabo de llegar a Londres, necesito trabajar cuanto antes, porque... los ahorros .. Bueno ya sabe....
- No, no hay inconveniente en absoluto. Tráigalo cuanto antes y así ganamos tiempo.
Tomó nota de la dirección, consultó el reloj y comprobó que aún tenía tiempo de entregarlo. Se arregló un poco y llamó a un taxi que la condujo hasta la dirección indicada. No quería perder tiempo
- Seguro que tienen miles de peticiones, y yo quiero ese trabajo.
- se dijo.
Se encontró frente a la imponente fachada del edificio en cuyo frontal se leia un gran rótulo: Miller Dawson CO. Tragó saliva y entró en el amplio vestíbulo. Fue al mostrador de información y solicitó la planta de Recursos Humanos. En un principio se mostraron reticentes a dejarla subir, pero al cabo de mucho insistir y una ligera mentirijilla, la colocaron una cinta con una especie de tarjeta en la que indicaban " Visitante ". Con paso firme se dirigió al ascensor que la llevaría hasta la planta quinta " Recursos Humanos ". Y nuevamente allí explicó que había hablado con el jefe del departamento y había quedado en entregarlo personalmente, pero ésta vez, tuvo que dejarlo en el mostrador. Echó un vistazo alrededor de la estancia y sonrió complacida.
- ¡ Si lo lograse ... ! - se dijo, y emprendió el regreso a casa.
Le contaría a Margaret la impresión tan apabullante que tenía el edificio y por tanto su interior, mientras tomaban una copa de Jerez que la señora Mortimer preparó mientras charlaban optimistas.
Ilusionada y con un montón de ideas, llegó a la capital con una lista de lugares por conocer, museos por visitar y una modesta pensión con la que vivir hasta encontrar un trabajo. A sus pocos años, todo lo veía fácil y su optimismo natural, no encontraba impedimentos por ningún lado. No contaba con que le sería difícil encontrar un trabajo para el que estaba sobradamente preparada. Y que los ahorros paternos se agotarían pronto; pero nada de eso importaba. Si fuera necesario trabajaría en lo que fuera hasta encontrar el empleo de sus sueños.
Se hospedaría en una especie de pensión, barata, que a su vez, era la casa de una señora mayor que alquilaba una habitación, más por tener compañía que por necesidades económicas, ya que era viuda de un general militar y cobraba una buena pensión de viudedad. Sin hijos, a medida que se hacía mayor, echaba de menos la compañía de alguien más joven que ella, que le aportara no sólo compañía, sino otra visión de la vida, de lo que ocurría en el mundo. Altamente inteligente, estaba al corriente de todo cuanto ocurría en el planeta, y se lamentaba de las innumerables guerras y muertes estériles que acontecían en cualquier rincón del mundo.
Y hasta su puerta llegó Ada Hudson, con su juventud y sus ansias de devorar al mundo. Desde el principio se cayeron bien. Margaret Mortimer y Ada se compenetraron a la perfección y ambas tenían la sensación de ser abuela y nieta. Margaret mujer de exquisita educación, la trataba con amabilidad y cariño. Echaba de menos una familia que nunca pudo formar con su marido, ya que al estar destinado en distintos lugares en conflicto del planeta , permanecieron separados durante mucho tiempo, y entonces se pasó la edad de ser padres, algo que frustró a la señora Mortimer, pero se había resignado. La llegada de Ada a su pensión fue como una brisa que entrara a raudales en su casa. Situado en el distrito de St. James's era casi una zona residencial . Con fachadas victorianas y zonas verdes ajardinadas. La impresión de Ada al llegar, fue inmejorable. ¿ Cómo era posible una zona tan excelente y un precio tan módico por su alquiler? Y el taxista le dio el motivo.
- La señora no necesita el dinero. Sólo compañía. Ambas estarán , encantadas , ya lo verá. - Y al conocerla, dio la razón al buen hombre
Después de instalarse, salió a la calle a comprar el periódico y se informó por Internet, de la oficina de desempleo más cercana a su domicilio. Ya tenía uno de los escollos solucionado: donde vivir. El taxista que la condujo hasta la casa de Margaret, resultó ser un viejo conocido de la anciana, y siempre recomendaba su casa a personas que, como, Ada, llegaban por primera vez a Londres. Era un hombre bonachón de mediana edad, casado y con dos hijas, la mayor de la edad de Ada. Por eso tenía especial cuidado en llevarlas a un sitio decente y confortable, porque nunca olvidaba que él tenía hijas y no le gustaría ver a cualquiera de ellas, metidas en donde no debían.por el desacierto en su decisión.
Al llegar a casa, la señora Mortimer, la esperaba para ofrecerle un té, y juntas revisaron las ofertas de colocación. Parecía mentira que tuvieran tanta empatía cuando hacía unas pocas horas que se conocían. Pero es que el rostro de Ada, tan dulce y con tantas ilusiones, despertaba el afecto de todo aquel que la tratase, y Margaret no fue una excepción.
Lo primero que hizo al despertarse, al día siguiente de su llegada a Londres, fue acudir a la oficina de desempleo, a ver si tuvieran algo que ofrecerle. Y tuvieron una oferta de una fuerte empresa que necesitaba una secretaria de dirección. Un trabajo que ni pintado para ella, para el que estaba sobradamente preparada. Tomó la dirección y con una alegría inmensa, regresó a casa narrando a Margaret la inmensa suerte que estaba teniendo. Subió a su habitación y desde allí marcó un número de teléfono para contactar con el departamento de Recursos Humanos de la compañía Miller Dawson.
- Envíenos su curriculum detallando el domicilio y un teléfono donde poder comunicarle el día de la entrevista.- La dijo el jefe del departamento
- Perdone ¿ tardarán mucho en responder?- preguntó Ada
- En cuanto tengamos el curriculum
- ¿ Puedo llevarlo en mano? Verá, acabo de llegar a Londres, necesito trabajar cuanto antes, porque... los ahorros .. Bueno ya sabe....
- No, no hay inconveniente en absoluto. Tráigalo cuanto antes y así ganamos tiempo.
Tomó nota de la dirección, consultó el reloj y comprobó que aún tenía tiempo de entregarlo. Se arregló un poco y llamó a un taxi que la condujo hasta la dirección indicada. No quería perder tiempo
- Seguro que tienen miles de peticiones, y yo quiero ese trabajo.
- se dijo.
Se encontró frente a la imponente fachada del edificio en cuyo frontal se leia un gran rótulo: Miller Dawson CO. Tragó saliva y entró en el amplio vestíbulo. Fue al mostrador de información y solicitó la planta de Recursos Humanos. En un principio se mostraron reticentes a dejarla subir, pero al cabo de mucho insistir y una ligera mentirijilla, la colocaron una cinta con una especie de tarjeta en la que indicaban " Visitante ". Con paso firme se dirigió al ascensor que la llevaría hasta la planta quinta " Recursos Humanos ". Y nuevamente allí explicó que había hablado con el jefe del departamento y había quedado en entregarlo personalmente, pero ésta vez, tuvo que dejarlo en el mostrador. Echó un vistazo alrededor de la estancia y sonrió complacida.
- ¡ Si lo lograse ... ! - se dijo, y emprendió el regreso a casa.
Le contaría a Margaret la impresión tan apabullante que tenía el edificio y por tanto su interior, mientras tomaban una copa de Jerez que la señora Mortimer preparó mientras charlaban optimistas.
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