jueves, 26 de abril de 2018

Las necias ilusiones - Capítulo 13 - Los consejos de Margaret Mortimer

Y fue en un último vuelo a Londres, donde consiguió pasaje.  Iría en clase turista, pero no le importó.  Estaba demasiado anhelante como para rechazarlo.  Le urgía llegar cuanto antes y tratar de hacerla entrar en razón. Quizá con un poco de suerte, aún estuviera en la capital. Posiblemente le dijera a Morgan que salía ese mismo día para que no insistiera, aunque también la creía capaz de ello.  Algo tenía que haber hecho mal para ella reaccionar de esa manera tan extraña.

Y recordó que ya estaba enfadada antes del beso.  No debió hacerlo, pero no pudo contenerse y no comprendía la razón,   el porque de la atracción que sentía hacia ella.   ¿Era atracción o algo más?  Un nudo tenía en el estómago desde que se enteró de su marcha y eso sólo significaba que tenía miedo, un miedo atroz a perderla.  El beso, su forma de comportarse ¿ por qué la trataba con tan frialdad, si era todo lo contrario lo que deseaba?  Y después recordó su expresión cuando salía con esa chica del ascensor. A él se le heló la sangre en las venas

-Soy un estúpido. ¿ Cómo no me di cuenta antes?  Tengo la suficiente experiencia en el trato con las mujeres para saber lo que las enfada.  Y ella, al vernos, se enfadó y mucho  .Si al menos ella hubiera dado un paso que me indicara que estaba mínimamente interesada en mi, todo habría sido distinto.  Pero me trataba con tanta frialdad, que me enfurecía.  Nunca se me pasó por la cabeza  que, posiblemente estuviera enamorada de alguien,   que tuviera pareja.  Ni siquiera lo pensé, y eso sería probablemente lo que la ocurría.  Y yo llamándola a Paris creyendo que lo pasaríamos bien.  Lo que sentía era nostalgia del amor que dejara en Londres.  ¿ Cómo no imaginé algo así ?

Esperó a que fuera la hora de acudir a la oficina.  Lo primero hablaría con Morgan para enterarse de todo.  Después iría a donde vivía a ver si con suerte seguía allí.  Pero si no estuviera ¿ qué haría ?  Iría paso a paso sin adelantar acontecimiento, sin ponerse nervioso.  Y lo cierto, es que le interesaba más de lo que pensaba y la sola idea de no encontrarla le ponía furioso.

Estaba tenso cuando llegó a la planta de Morgan.  Este le recibió extrañado, ante el gesto contrariado que mostraba.  Le preguntó:

- ¿ Se puede saber qué es lo que ha pasado?  ¿Has intentado algo con ella?
- Sólo le di un beso
- ¡ William, ! ¿ Cómo se te ocurre?  Estás acostumbrado a otro tipo de mujer, y Ada no es de esas. Tenías que haber pensado que a lo mejor tenga novio, o que esté enamorada.  Creo que la has asustado. Estáis trabajando juntos ¡ por amor de Dios ! ¿ En qué pensabas ?
- No lo sé.  Te juro que no sé lo que me pasó.  Sólo sentí ese impulso.  Estaba deseando de que llegara,   a pesar de que yo tenía una cita...  Pero ,  al verla...  No pude reprimirme.
- ¿ Tenías una cita ?  ¿ Sabes lo que creo ? Te gusta, en eso se basa todo.  Pero no has tenido en cuenta que es una chica que trabaja contigo y que no es de las aprovechadas.  Quiero decir, que no es como las que frecuentas.  Ella no es para una noche, flores y adiós.  Ella es una mujer con la que uno se casa y forma una familia ¿ Te lo has preguntado alguna vez ?
- Naturalmente que no. Y estás equivocado en tus apreciaciones.  Me gusta, pero ¿ para casarme? Ni hablar
- ¿ En verdad vas a demandarla después de toda esta conversación?
- Sabes de sobra que no.  No después de lo que me has dicho.  Pero si voy a ir a buscarla a su casa
- Darás un viaje en balde. Se ha marchado  ayer.
- De todas maneras iré, por si acaso.

Seguía preocupado, por lo hablado con Morgan y por lo que en realidad sentía.  A la salida del despacho, solicitó al encargado de personal, le facilitara el domicilio de Ada y su número de teléfono para contacto.  Ya que el privado no lo atendía nadie.  Una voz impersonal le avisaba que ese número no estaba operativo.  Lo más probable era que lo hubiera anulado o inutilizado la tarjeta.  Le entregaron la documentación requerida, la repasó mientras bajaba hasta el aparcamiento., y en su coche tomó dirección hacia la casa en que viviera Ada.  Algo le avisaba de que su gestión sería inútil, pero no podía quedarse cruzado de brazos, tenía que hacer algo.

Mantenía una lucha interior entre seguir lo que su corazón le dictaba, en constante pugna con  lo que su cerebro le ordenaba, y que no era otra cosa de que olvidara  el incidente y a ella.  Que siguiera el rumbo que se había marcado, y que posiblemente al cabo de unos días Ada sería una anécdota en su vida.

Habrían más mujeres, otra secretarias, quizá no tan eficientes como ella, pero tampoco tan rígidas en carácter.  Y se preguntó qué era lo que en realidad buscaba. ¿ Un ligue  topìco jefe-secretaria, o una relación sólo en el trabajo, sin más compromiso que el que día a día dictara.  Y no estaba seguro, porque sus sentimientos estaban encontrados.

De lo que estaba seguro era de que le había fastidiado que ella le dejase plantado, y no fuera al contrario como, según él, sería lo lógico y natural

- ¿ Por qué lógico y natural ?  Hemos tenido una relación muy estrecha en el tema laboral, pero ahora todo se ha desplomado:  ella se ha ido y él estaba hecho un verdadero lío.

Y llegó frente a la casa de Margaret; tocó el timbre y la puerta fue franqueada por  una mujer de edad más que media, amable y de cara bondadosa.

- ¿ Qué desea ?
- Señora, soy  Miller, y hasta hace unos días he sido el jefe de Ada
-¡ Ah, usted !  Ella me ha hablado  mucho .  Le diré que ya no vive aquí. Se ha ido de viaje y probablemente, si es que alguna vez regresa, será sólo de paso.  Me dijo a donde se dirigía, pero con el disgusto de su marcha, lo olvidé
- ¿ Lo olvidó ?
- Si,. Así ha  sido.  A mi edad... ¡Cuánto lo siento!
.   ¿ Por qué me da que no me está diciendo la verdad ?  Créame, tengo mucho interés en hablar con ella.  Es muy importante.  Quiero que vuelva a trabajar para mi.
- Haga el favor de pasar.  He de hablar con usted detenidamente
- ¿ Le ha ocurrido algo ?
- No, no.  No es por ahí por donde van los tiros.  Pase,  le serviré un té mientras charlamos.

Le condujo hasta una salita, la misma en que ella y Ada solían tomar un té  y charlar como dos buenas amigas.  El  inspeccionaba la casa, mientras ella preparaba el té.  Era una sala no muy grande, pero decorada  como corresponde a una señora de su edad  en buena posición.  Muebles antiguos, pero de buena factura.  Muchas fotografías, que suponía eran de su familia, y libros en distintas estanterías.
Mientras servía el té, Margaret, para romper el hielo,  comenzó a preguntarle algo que ya sabía: el tipo de amistad que mantenía con ella.  Y al fin, le hizo la pregunta del millón, y que  le pilló desprevenido porque no esperaba que, aquella mujer que acababa de conocer, fuese tan directa.



- ¿ Qué le une a Ada ? ¿ Qué es lo que busca en ella ?
- Me sorprende que me haga esa pregunta.  Acabo de decirla que deseo vuelva a mi empresa
- ¿ Nada más ?  Porque entonces le diré que no tiene nada que hacer
- No entiendo por dónde va. Deseo volver a ser su jefe.  Eso es todo
- No me llame entrometida.  Durante el tiempo que Ada ha vivido conmigo la he tomado mucho cariño.  Ella piensa diferente a usted, y ha visto ciertas cosas que no le han gustado.  Si quiere mi consejo: desista de lo que pretende, y déjela que viva en paz. Se que ambos son libres, y usted no tiene ataduras, pero ella si las tiene y son con usted. La explicación es muy sencilla: le gusta, pero también ha visto la frialdad con que usted la trata , y sencillamente para no complicarse la vida, ha optado por el camino más fácil:  poner distancia.  Es así de sencillo, por eso le repito:  déjela en paz. Siga usted su camino y ella el suyo.  Encontrará a otra buena secretaria, y ella posiblemente se olvide de su aventura londinense

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