Pasaban de las siete cuando tomaban tierra en Paris. En poco más estaría frente a él. y seguramente comprobaría la cara de pocos amigos que tendría, no sólo por el madrugón, sino, porque, seguramente, habría interrumpido un encuentro amoroso para ir a buscarla. ¡ A ella ! ¿ Se ha perdido un "polvo " por esa insulsa y antipática muchacha, que siempre tiene cara de enfado.? Todos esos pensamientos la asaltaban mientras esperaba en la cinta a recoger su maleta.
En cuanto los primeros viajeros salieron, enseguida la divisó entre ellos. Notaba que extrañamente el corazón se le aceleraba. Hacía días que no la había visto y miró detenidamente su cara como si fuese la primera vez que la viera. No podía estar más bonita con el atuendo que llevaba. Nada espectacular; como miles de chicas usan, pero ella tenía un toque especial para lucir la ropa, por insignificante que fuera. Ella alzó su brazo, pensando llamar su atención, sin pararse a pensar que ya la había visto nada más aparecer .
- ¿ Qué tal el vuelo ? - la dijo
- Bien. Cómodo y corto, dentro de lo que cabe- fue su respuesta y ambos guardaron silencio
Ella procuraba ir dos pasos detrás de él. No se había dado cuenta, pero de repente giró su cabeza y la vio que iba retrasada
- ¿ Qué pasa? ¿ Por que vas tras de mi ? - la dijo
- Creo que es lo correcto. Usted es el jefe y yo su empleada
- Me importa un comino el protocolo. Haz el favor de ir junto a mi, y dame la maleta: la llevaré. Tu eres una señorita y yo me considero un caballero, y aunque sea una costumbre antigua, me parece que es lo correcto, a no ser que lo consideres como machismo Y además es muy incómodo mirar hacia atrás cada vez que tengo que decirte algo.
- . No soy tan radical. Hay otras cosas que si lo son, pero ésto es signo de buena educación
- Muy bien. Mira aquí está nuestro coche
-¿ Con chófer ? - preguntó extrañada
- Si ¿ de qué te extrañas ?
- Podría haberme recogido él y no hubiera tenido que madrugar.
-Dije que te necesitaba aquí Y que yo te recogería, y soy un hombre de palabra.
- Bien. Usted manda.
El se la quedó mirando, pero no quiso replicar a ese comentario. Posiblemente la falta de sueño hacía que fuera más impertinente de lo que acostumbraba. Pero le gustaba que fuera así, rebelde indisciplinada y contestona, aunque siempre era respetuosa. Y esa era la verdad. No volvieron a hablar durante el camino al hotel.
Su habitación estaba una frente a la otra. De este modo cada uno de ellos tendría su privacidad, aunque sospechaba que poca vida privada iba a tener si lo que le había traído hasta París, era trabajo por un negocio suculento que estaban a punto de cerrar. Colgó la ropa en su armario y se cambió. Aguardaba que él le diera las órdenes oportunas de lo qué hacer durante esa mañana. Tenía los papeles encargados que trajera, a mano en una carpeta. Bien ya estaba todo dispuesto; Ahora sólo quedaba que la avisara para comenzar a trabajar. Pero él no daba señales de vida. Espero, esperó hasta que el estómago le daba gritos. Miró su reloj y comprobó que eran las nueve de la mañana. No había cenado el día anterior y en el avión tampoco había tomado alimento. Bajaría a la cafetería y desayunaría, y si la llamaba, que esperase. Estaba bastante enfadada con él, y lo cierto es que no sabía porqué, o sí lo sabía. Pero ella misma se hizo la desentendida. Era como, si de repente, se hubiera convertido en un niño pequeño que cree que el taparse la cara impide que le vean y se cree invisible.
Entró decidida echando una ojeada sobre la cafetería. No había mucha gente; pensó que era temprano para algunos o demasiado tarde para otros. para ella era perfecto. Se encaminó hacia una mesa para un comensal que estaba en un rincón frente a la puerta de entrada. Pidió tostadas y un té. Tenía hambre, pero pronto perdió el apetito al ver entrar a una pareja que reían y charlaban sin parar .Se quedó con la taza de té pegada a su boca, sin dar ningún sorbo. El hombre que había entrado era su jefe, y se mostraba muy cariñoso con la mujer que le acompañaba. No quiso saber más firmó la nota del servicio y salió de allí inmediatamente. Tomó una decisión: Saldría a recorrer Paris, tanto si le gustaba como si no. Si él tenía tiempo de flirtear, ella también de hacer turismo.
No le importó lo que vendría después cuando Brendan la llamase y comprobara que no estaba, que había ido de compras. Le daba lo mismo; había tomado una decisión irrevocable; cuando volvieran a casa, dimitiría de su puesto. Volvería a Bristol, a casa de sus padres y de nuevo buscaría un trabajo. Sabía que echaría de menos a Margaret, pero allí tendría el calor humano de los brazos amorosos de sus padres. Subió nuevamente a su habitación, cogió el bolso, y en recepción solicitó un plano. No iría muy lejos, sólo por los alrededores del hotel, pero le serviría de escarmiento.
Lo cierto era que estaba celosa de lo que acababa de ver, y cada vez se reafirmaba más en su decisión: así no podía seguir. Se estaba amargando la vida por una historia disparatada que no podía remediar ni soportar. Con el ir y venir de la gente se distrajo y no volvió a pensar más en Brendan ni en su acompañante. Miraba los escaparates de los comercios más elegantes, de las firmas más reconocidas, e inalcanzables para ella. Entró en una perfumería y compró un perfume para su madre, Margaret y otro para ella.
En parte, haciendo compras, había aplacado la ansiedad que sentía y las ganas terribles de salir corriendo a donde fuera, pero lejos de él. Y una llamada sobradamente conocida, sonó en su teléfono
¿ Qué quiere ahora ? - se dijo. De mala gana lo extrajo de su interior y respondió a la voz alterada que estaba al otro lado
- ¿ Dónde estás ?
- - Pues haciendo turismo. No conocía París y es una ocasión única para recorrer sus calles
- Te dejé bien claro que te necesitaba aquí, y no comprando perfumes
-¿ Cómo sabe que estoy de compras?
- Porque os conozco
- ¿ Nos conoce ? ¿ A quién se refiere ?
- A vosotras, a las mujeres
- Un tanto a su favor. Yo no conozco a los hombres, por eso es que no le entiendo. Que no comprendo porqué siempre me está atacando. Porqué se piensa que debo estar a su servicio las veinticuatro horas del día. Así que como no entiendo nada de nada y le vi bien acompañado en la cafetería, pensé que había llegado la hora de tener un rato libre, porque mi horario de trabajo es de ocho horas y las he sobrepasado con creces desde ayer.
El se quedó callado, y ella también. Interpretó que había colgado y ella también lo hizo, pero volvió a sonar y esta vez la voz de él sonaba menos alterada
- Dime donde estás. Voy a buscarte
- No hace falta. Estoy cerca del hotel, llegaré en pocos minutos
- Perdona, tienes razón. Te estoy acaparando demasiado sin tener en cuenta que tienes que descansar. Te prometo que no volverá a ocurrir.
- No hace falta que se disculpe. Perdone usted también. He sido demasiado brusca. Voy para allá. Tardo cinco minutos.
Cuando entró en su habitación, se encontró con un ramo de rosas del mismo color de las que le envió a su casa. Supo de inmediato quién las había enviado, no necesitó leer la tarjeta, pero así lo hizo. Y como en aquella, sólo había una palabra.: " Perdón ".
Tenía el poder de descolocarla siempre. Con eso, se la había vuelto a ganar, pero al mismo tiempo la produjo dolor, porque sabía que iba a echarle de menos, y también tenía claro que debía alejarse de él cuanto antes. Quizá encontrara a otro hombre que no le hiciera la vida tan difícil e insoportable.
Veinte minutos después llamaba a la puerta de la habitación 506, y un Brendan algo más relajado estaba frente a ella.
- Me tenías preocupado. Dijiste cinco minutos y han pasado lo menos veinte
- Lo sé, pero como ve, estoy entera. Aunque menos que usted, yo también se manejarme en el extranjero. En fin... ¿ qué es lo que quiere ?
- Sólo que charlemos durante un rato.
-¿ Que charlemos ? ¿ Me ha hecho venir para charlar ? ¿ Y si hubiera estado con algún amigo?
- Me lo hubieras dicho. Pero ¿ qué te pasa?
- A mi nada ¿ Y a usted ?
- Quería darte las gracias por tu ayuda. El negocio se ha cerrado y ha sido todo un éxito. Así que pensé que teníamos que celebrarlo.
Entonces ¿ puedo regresar a casa ?
-¿ Quieres irte? Podría enseñarte París
- Yo creo que no. Si llegaran a enterarse en la oficina me pondrían de hoja perejil.
- Y ¿ a quién le importa ?
-A mi. Me importa a mi. Soy yo quién está con ellos trabajando. Soy su secretaria, una empleada suya. Nada más. El turismo lo haré por mi cuenta en vacaciones y en solitario o en compañía, pero desde luego no con usted. Así que.. Si me permite arreglaré todo para mañana regresar a Londres.
- Tienes la facultad de dejarme sin palabras. Por primera vez en mi vida estoy con una mujer a la que no sé qué decir. Está bien, márchate, si así lo quieres. Yo me quedaré unos días más.
Ada se levantó y él la acompaño hasta la puerta, allí la arrinconó y sin que ella pudiera reaccionar, la estampó un beso en los labios, al tiempo que la decía:
- Ahora, ve con Dios - Abrió la puerta y la cerró tras ella.
.
En cuanto los primeros viajeros salieron, enseguida la divisó entre ellos. Notaba que extrañamente el corazón se le aceleraba. Hacía días que no la había visto y miró detenidamente su cara como si fuese la primera vez que la viera. No podía estar más bonita con el atuendo que llevaba. Nada espectacular; como miles de chicas usan, pero ella tenía un toque especial para lucir la ropa, por insignificante que fuera. Ella alzó su brazo, pensando llamar su atención, sin pararse a pensar que ya la había visto nada más aparecer .
- ¿ Qué tal el vuelo ? - la dijo
- Bien. Cómodo y corto, dentro de lo que cabe- fue su respuesta y ambos guardaron silencio
Ella procuraba ir dos pasos detrás de él. No se había dado cuenta, pero de repente giró su cabeza y la vio que iba retrasada
- ¿ Qué pasa? ¿ Por que vas tras de mi ? - la dijo
- Creo que es lo correcto. Usted es el jefe y yo su empleada
- Me importa un comino el protocolo. Haz el favor de ir junto a mi, y dame la maleta: la llevaré. Tu eres una señorita y yo me considero un caballero, y aunque sea una costumbre antigua, me parece que es lo correcto, a no ser que lo consideres como machismo Y además es muy incómodo mirar hacia atrás cada vez que tengo que decirte algo.
- . No soy tan radical. Hay otras cosas que si lo son, pero ésto es signo de buena educación
- Muy bien. Mira aquí está nuestro coche
-¿ Con chófer ? - preguntó extrañada
- Si ¿ de qué te extrañas ?
- Podría haberme recogido él y no hubiera tenido que madrugar.
-Dije que te necesitaba aquí Y que yo te recogería, y soy un hombre de palabra.
- Bien. Usted manda.
El se la quedó mirando, pero no quiso replicar a ese comentario. Posiblemente la falta de sueño hacía que fuera más impertinente de lo que acostumbraba. Pero le gustaba que fuera así, rebelde indisciplinada y contestona, aunque siempre era respetuosa. Y esa era la verdad. No volvieron a hablar durante el camino al hotel.
Su habitación estaba una frente a la otra. De este modo cada uno de ellos tendría su privacidad, aunque sospechaba que poca vida privada iba a tener si lo que le había traído hasta París, era trabajo por un negocio suculento que estaban a punto de cerrar. Colgó la ropa en su armario y se cambió. Aguardaba que él le diera las órdenes oportunas de lo qué hacer durante esa mañana. Tenía los papeles encargados que trajera, a mano en una carpeta. Bien ya estaba todo dispuesto; Ahora sólo quedaba que la avisara para comenzar a trabajar. Pero él no daba señales de vida. Espero, esperó hasta que el estómago le daba gritos. Miró su reloj y comprobó que eran las nueve de la mañana. No había cenado el día anterior y en el avión tampoco había tomado alimento. Bajaría a la cafetería y desayunaría, y si la llamaba, que esperase. Estaba bastante enfadada con él, y lo cierto es que no sabía porqué, o sí lo sabía. Pero ella misma se hizo la desentendida. Era como, si de repente, se hubiera convertido en un niño pequeño que cree que el taparse la cara impide que le vean y se cree invisible.
Entró decidida echando una ojeada sobre la cafetería. No había mucha gente; pensó que era temprano para algunos o demasiado tarde para otros. para ella era perfecto. Se encaminó hacia una mesa para un comensal que estaba en un rincón frente a la puerta de entrada. Pidió tostadas y un té. Tenía hambre, pero pronto perdió el apetito al ver entrar a una pareja que reían y charlaban sin parar .Se quedó con la taza de té pegada a su boca, sin dar ningún sorbo. El hombre que había entrado era su jefe, y se mostraba muy cariñoso con la mujer que le acompañaba. No quiso saber más firmó la nota del servicio y salió de allí inmediatamente. Tomó una decisión: Saldría a recorrer Paris, tanto si le gustaba como si no. Si él tenía tiempo de flirtear, ella también de hacer turismo.
No le importó lo que vendría después cuando Brendan la llamase y comprobara que no estaba, que había ido de compras. Le daba lo mismo; había tomado una decisión irrevocable; cuando volvieran a casa, dimitiría de su puesto. Volvería a Bristol, a casa de sus padres y de nuevo buscaría un trabajo. Sabía que echaría de menos a Margaret, pero allí tendría el calor humano de los brazos amorosos de sus padres. Subió nuevamente a su habitación, cogió el bolso, y en recepción solicitó un plano. No iría muy lejos, sólo por los alrededores del hotel, pero le serviría de escarmiento.
Lo cierto era que estaba celosa de lo que acababa de ver, y cada vez se reafirmaba más en su decisión: así no podía seguir. Se estaba amargando la vida por una historia disparatada que no podía remediar ni soportar. Con el ir y venir de la gente se distrajo y no volvió a pensar más en Brendan ni en su acompañante. Miraba los escaparates de los comercios más elegantes, de las firmas más reconocidas, e inalcanzables para ella. Entró en una perfumería y compró un perfume para su madre, Margaret y otro para ella.
En parte, haciendo compras, había aplacado la ansiedad que sentía y las ganas terribles de salir corriendo a donde fuera, pero lejos de él. Y una llamada sobradamente conocida, sonó en su teléfono
¿ Qué quiere ahora ? - se dijo. De mala gana lo extrajo de su interior y respondió a la voz alterada que estaba al otro lado
- ¿ Dónde estás ?
- - Pues haciendo turismo. No conocía París y es una ocasión única para recorrer sus calles
- Te dejé bien claro que te necesitaba aquí, y no comprando perfumes
-¿ Cómo sabe que estoy de compras?
- Porque os conozco
- ¿ Nos conoce ? ¿ A quién se refiere ?
- A vosotras, a las mujeres
- Un tanto a su favor. Yo no conozco a los hombres, por eso es que no le entiendo. Que no comprendo porqué siempre me está atacando. Porqué se piensa que debo estar a su servicio las veinticuatro horas del día. Así que como no entiendo nada de nada y le vi bien acompañado en la cafetería, pensé que había llegado la hora de tener un rato libre, porque mi horario de trabajo es de ocho horas y las he sobrepasado con creces desde ayer.
El se quedó callado, y ella también. Interpretó que había colgado y ella también lo hizo, pero volvió a sonar y esta vez la voz de él sonaba menos alterada
- Dime donde estás. Voy a buscarte
- No hace falta. Estoy cerca del hotel, llegaré en pocos minutos
- Perdona, tienes razón. Te estoy acaparando demasiado sin tener en cuenta que tienes que descansar. Te prometo que no volverá a ocurrir.
- No hace falta que se disculpe. Perdone usted también. He sido demasiado brusca. Voy para allá. Tardo cinco minutos.
Cuando entró en su habitación, se encontró con un ramo de rosas del mismo color de las que le envió a su casa. Supo de inmediato quién las había enviado, no necesitó leer la tarjeta, pero así lo hizo. Y como en aquella, sólo había una palabra.: " Perdón ".
Tenía el poder de descolocarla siempre. Con eso, se la había vuelto a ganar, pero al mismo tiempo la produjo dolor, porque sabía que iba a echarle de menos, y también tenía claro que debía alejarse de él cuanto antes. Quizá encontrara a otro hombre que no le hiciera la vida tan difícil e insoportable.
Veinte minutos después llamaba a la puerta de la habitación 506, y un Brendan algo más relajado estaba frente a ella.
- Me tenías preocupado. Dijiste cinco minutos y han pasado lo menos veinte
- Lo sé, pero como ve, estoy entera. Aunque menos que usted, yo también se manejarme en el extranjero. En fin... ¿ qué es lo que quiere ?
- Sólo que charlemos durante un rato.
-¿ Que charlemos ? ¿ Me ha hecho venir para charlar ? ¿ Y si hubiera estado con algún amigo?
- Me lo hubieras dicho. Pero ¿ qué te pasa?
- A mi nada ¿ Y a usted ?
- Quería darte las gracias por tu ayuda. El negocio se ha cerrado y ha sido todo un éxito. Así que pensé que teníamos que celebrarlo.
Entonces ¿ puedo regresar a casa ?
-¿ Quieres irte? Podría enseñarte París
- Yo creo que no. Si llegaran a enterarse en la oficina me pondrían de hoja perejil.
- Y ¿ a quién le importa ?
-A mi. Me importa a mi. Soy yo quién está con ellos trabajando. Soy su secretaria, una empleada suya. Nada más. El turismo lo haré por mi cuenta en vacaciones y en solitario o en compañía, pero desde luego no con usted. Así que.. Si me permite arreglaré todo para mañana regresar a Londres.
- Tienes la facultad de dejarme sin palabras. Por primera vez en mi vida estoy con una mujer a la que no sé qué decir. Está bien, márchate, si así lo quieres. Yo me quedaré unos días más.
Ada se levantó y él la acompaño hasta la puerta, allí la arrinconó y sin que ella pudiera reaccionar, la estampó un beso en los labios, al tiempo que la decía:
- Ahora, ve con Dios - Abrió la puerta y la cerró tras ella.
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