Había pasado mas de un mes desde que Lissa muriera, y la situación emocional de la casa poco o nada había cambiado, como por otra parte era normal. Había transcurrido muy poco tiempo para el olvido. Sobretodo la madre se iba deteriorando día a día. Al padre se le veia con más fortaleza, pero Emma temía por la salud de su madre. Ella no había vuelto al trabajo aún, y es que no se encontraba con fuerzas para pisar aquellos quirofanos, aquellas salas, las penalidades de los enfermos y de sus familias. Ella no estaba aún para eso, pero debía dar alguna explicación; tenía dudas sobre lo que hacer y en su mente resonó la voz de Robert que la decía que se tomara un año sabático, pero que no lo abandonara. Era su profesión, la gustaba, pero en esos momentos no tenía fuerzas para afrontar los problemas de los demás, ni tampoco los suyos propios.
Era como si estuviera atrapada en una red y a nadie podía confiarle sus dudas. Por un lado deseaba salir de allí, del país, incluso. Buscar otras tierras y dar un giro total a lo que debía hacer en la vida. Se dedicaría a otra cosa distinta,. Pero también estaban sus padres, que se sentían abrumados por la tristeza, y por si fuera poco la salud de su madre. No podía abandonarles ahora, sólo la tenían a ella. De manera que ocultó su tristeza para centrarse en la salud de su madre y en el apoyo emocional del padre.
La llevaron a un psiquiatra, pues temían perdiera la salud mental. Comenzó a desvariar contándoles que Lissa había hecho esta u otra travesura. Y lo narraba no como anécdota, sino como si en realidad Lissa, anduviera por la casa. Aquella noche, Emma lloraba desconsolada ante lo que podría avecinárseles. Su madre aún era joven, pero la pérdida de su hija en esas circunstancias tan adversas le había trastornado la cordura. Pasó un año, dos y todo se había agravado, hasta tal punto, que la madre murió. Se había abandonado totalmente a su suerte. Se negó a comer y ni los alimentos por sonda surtieron efecto. Permanecía en cama casi constantemente y no reconocía ni a su marido ni a su hija. El padre envejeció en ese corto espacio de tiempo como si hubieran transcurrido diez años, y también se fue debilitando al comprobar que su familia se perdía irremediablemente.
Tres años después de la muerte de su madre, también el padre partió hacia el infinito, dejando a Emma totalmente sola. No podía seguir allí. tenía que dar un rumbo nuevo a su vida; ahora ya no tenía a nadie a quién cuidar ni nadie que cuidase de ella, así que no lo dudó: se marcharía de Londres iría a un paií más cálido que en nada recordase a Londres y lo vivido en esa ciudad.
Definitivamente, había renunciado a su trabajo en el hospital antes de fallecer la madre, desoyendo los consejos de sus amigos, por lo tanto nada la retenía allí, porque la única persona que pudiera hacerlo, ni siquiera la había vuelto a ver. Y se subió a un avión rumbo a Latino América. Conocía a un compañero del hospital que fue de Médicos del Mundo y a él mismo pidió consejo y orientación. Fue a la única persona que llamó la noche anterior para notificarle su marcha y recibir varias recomendaciones. Guatemala, , la recibiría con los brazos abiertos. Siempre son buenas todas las manos que ayuden. Iría destinada a un dispensario pequeño que atendía a vecinos de la zona. Algo pequeño, sin pretensiones, cuyo personal estaba constituido por un médico, una enfermera y una matrona. Todos buenos profesionales y abnegados que gozaban del cariño de los habitantes del lugar. Todos conocían los nombres de todos; eran como una gran familia, justo lo que Emma necesitaba. Estaba ansiosa de cariño y olvido; creía encontrar allí la paz en su vida.
Y le bastaron unos pocos días para ganarse el corazón de aquellas gentes tan cariñosas, especialmente de los niños, a los que siempre obsequiaba con algún dulce o galletas a la hora de ponerles una inyección o vacunarles. Las madres se deshacían en elogios congratulándose de que una chica tan joven y bonita hubiera llegado hasta allí para ayudarles. Y también asistió a algún parto ayudando al doctor Drumond, eficientemente. Pero había veces que el trabajo les sobrepasaba, sobretodo en época de lluvias, porque después con la humedad, salían los insectos a transmitirles enfermedades para lo que tenían que desplazarse a alguna aldea perdida en esos mundos de Dios ya que les era imposible a los lugareños llegar hasta donde ellos tenían la clínica.
Una tarde, mientras tomaban un café los tres integrantes de la plantilla del dispensario salió la conversación de los refuerzos que llegaban en la época de lluvias, que justo era el "invierno de ellos" y las vacaciones veraniegas de esas almas caritativas que dejaban las comodidades de la ciudad y llegaban hasta allí para estar durante todo un mes..Sean no faltaba nunca a su cita. Emma dijo que fue él, quién la recomendó que llegase hasta allí, así que tendría ocasión de volverle a ver antes de lo que pensaba. Junto a Sean también venía otro médico, cirujano por más señas, pero que atendía a todo lo que fuera preciso.
Faltaba algo más de una semana para que llegasen los médicos europeos, que serían bien venidos para poder atender todas las necesidades puntualmente. Y tuvo como una especie de corazonada y preguntó el nombre del otro médico que llegaría junto a Sean
- Es un viejo conocido nuestro. Se trata del doctor Ferguson, y hace tiempo que viene, a no ser que algo urgente le reclame en Londres.
- ¡ Qué casualidad ! Le conozco también; trabajamos juntos en el hospital durante un corto espacio de tiempo. Estudiamos en el mismo instituto. El ingresó en la universidad y mi hermana y yo tomamos caminos diferentes., luego ocurrió la tragedia familiar, y me desconecté de él.
- Querida, parece que estás mejor. Cuando llegaste pensé : ¿ y esta chica va a ayudarnos ? ¡ Pero si es ella la que necesita ayuda !
Acababa de morir mi padre y no me extraña que llamara su atención mi estado de ánimo. Pasamos unos años duros que nunca olvidaré, pero es cierto, este lugar, las gentes de este lugar me han hecho, sino olvidar, han aliviado mi tristeza. Creo que tomé la decisión acertada
- Desde luego para nosotros si. - Y los tres rieron a una
Y dos semanas después llegaban al dispensario Robert, Sean y un buen acopio de medicinas, que llegaban como agua de Mayo. Temían que se desencadenara una epidemia de malaria. Las lluvias habían sido más intensas de lo normal. Lo que menos esperaba Robert, fue encontrar allí a Emma, a la que hacía en Londres trabajando en cualquier otra cosa que no oliera a médicos.
Era como si estuviera atrapada en una red y a nadie podía confiarle sus dudas. Por un lado deseaba salir de allí, del país, incluso. Buscar otras tierras y dar un giro total a lo que debía hacer en la vida. Se dedicaría a otra cosa distinta,. Pero también estaban sus padres, que se sentían abrumados por la tristeza, y por si fuera poco la salud de su madre. No podía abandonarles ahora, sólo la tenían a ella. De manera que ocultó su tristeza para centrarse en la salud de su madre y en el apoyo emocional del padre.
La llevaron a un psiquiatra, pues temían perdiera la salud mental. Comenzó a desvariar contándoles que Lissa había hecho esta u otra travesura. Y lo narraba no como anécdota, sino como si en realidad Lissa, anduviera por la casa. Aquella noche, Emma lloraba desconsolada ante lo que podría avecinárseles. Su madre aún era joven, pero la pérdida de su hija en esas circunstancias tan adversas le había trastornado la cordura. Pasó un año, dos y todo se había agravado, hasta tal punto, que la madre murió. Se había abandonado totalmente a su suerte. Se negó a comer y ni los alimentos por sonda surtieron efecto. Permanecía en cama casi constantemente y no reconocía ni a su marido ni a su hija. El padre envejeció en ese corto espacio de tiempo como si hubieran transcurrido diez años, y también se fue debilitando al comprobar que su familia se perdía irremediablemente.
Tres años después de la muerte de su madre, también el padre partió hacia el infinito, dejando a Emma totalmente sola. No podía seguir allí. tenía que dar un rumbo nuevo a su vida; ahora ya no tenía a nadie a quién cuidar ni nadie que cuidase de ella, así que no lo dudó: se marcharía de Londres iría a un paií más cálido que en nada recordase a Londres y lo vivido en esa ciudad.
Definitivamente, había renunciado a su trabajo en el hospital antes de fallecer la madre, desoyendo los consejos de sus amigos, por lo tanto nada la retenía allí, porque la única persona que pudiera hacerlo, ni siquiera la había vuelto a ver. Y se subió a un avión rumbo a Latino América. Conocía a un compañero del hospital que fue de Médicos del Mundo y a él mismo pidió consejo y orientación. Fue a la única persona que llamó la noche anterior para notificarle su marcha y recibir varias recomendaciones. Guatemala, , la recibiría con los brazos abiertos. Siempre son buenas todas las manos que ayuden. Iría destinada a un dispensario pequeño que atendía a vecinos de la zona. Algo pequeño, sin pretensiones, cuyo personal estaba constituido por un médico, una enfermera y una matrona. Todos buenos profesionales y abnegados que gozaban del cariño de los habitantes del lugar. Todos conocían los nombres de todos; eran como una gran familia, justo lo que Emma necesitaba. Estaba ansiosa de cariño y olvido; creía encontrar allí la paz en su vida.
Y le bastaron unos pocos días para ganarse el corazón de aquellas gentes tan cariñosas, especialmente de los niños, a los que siempre obsequiaba con algún dulce o galletas a la hora de ponerles una inyección o vacunarles. Las madres se deshacían en elogios congratulándose de que una chica tan joven y bonita hubiera llegado hasta allí para ayudarles. Y también asistió a algún parto ayudando al doctor Drumond, eficientemente. Pero había veces que el trabajo les sobrepasaba, sobretodo en época de lluvias, porque después con la humedad, salían los insectos a transmitirles enfermedades para lo que tenían que desplazarse a alguna aldea perdida en esos mundos de Dios ya que les era imposible a los lugareños llegar hasta donde ellos tenían la clínica.
Una tarde, mientras tomaban un café los tres integrantes de la plantilla del dispensario salió la conversación de los refuerzos que llegaban en la época de lluvias, que justo era el "invierno de ellos" y las vacaciones veraniegas de esas almas caritativas que dejaban las comodidades de la ciudad y llegaban hasta allí para estar durante todo un mes..Sean no faltaba nunca a su cita. Emma dijo que fue él, quién la recomendó que llegase hasta allí, así que tendría ocasión de volverle a ver antes de lo que pensaba. Junto a Sean también venía otro médico, cirujano por más señas, pero que atendía a todo lo que fuera preciso.
Faltaba algo más de una semana para que llegasen los médicos europeos, que serían bien venidos para poder atender todas las necesidades puntualmente. Y tuvo como una especie de corazonada y preguntó el nombre del otro médico que llegaría junto a Sean
- Es un viejo conocido nuestro. Se trata del doctor Ferguson, y hace tiempo que viene, a no ser que algo urgente le reclame en Londres.
- ¡ Qué casualidad ! Le conozco también; trabajamos juntos en el hospital durante un corto espacio de tiempo. Estudiamos en el mismo instituto. El ingresó en la universidad y mi hermana y yo tomamos caminos diferentes., luego ocurrió la tragedia familiar, y me desconecté de él.
- Querida, parece que estás mejor. Cuando llegaste pensé : ¿ y esta chica va a ayudarnos ? ¡ Pero si es ella la que necesita ayuda !
Acababa de morir mi padre y no me extraña que llamara su atención mi estado de ánimo. Pasamos unos años duros que nunca olvidaré, pero es cierto, este lugar, las gentes de este lugar me han hecho, sino olvidar, han aliviado mi tristeza. Creo que tomé la decisión acertada
- Desde luego para nosotros si. - Y los tres rieron a una
Y dos semanas después llegaban al dispensario Robert, Sean y un buen acopio de medicinas, que llegaban como agua de Mayo. Temían que se desencadenara una epidemia de malaria. Las lluvias habían sido más intensas de lo normal. Lo que menos esperaba Robert, fue encontrar allí a Emma, a la que hacía en Londres trabajando en cualquier otra cosa que no oliera a médicos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario