miércoles, 16 de enero de 2019

Te esperaba - Capítulo 30 y último -Te presentí, te esperé, te amé

Y sin salir de su asombro, recorrió de la mano de Robert todo lo reconstruido bajo su patrocinio. Se detuvo en el antiguo dispensario, que ahora era un edificio blanco, más grande, luminoso, con habitaciones para los enfermos, quirófano equipado  con todos los aparatos más modernos ,  con todas las condiciones que puedan  tener los de las ciudades. Y entonces entendió la ayuda de Agneta, y con un abrazo la dio las gracias.  Estaba maravillada;  en nada recordaba al antiguo y pobre dispensario. Y se deleitó en el colegio alegre y también blanco.  Y en la guardería para niños de todas las edades, decorado con grandes muñecos de colores alegres.  No hablaba, sólo miraba y sonreía a su marido.  Tomaron una copa de vino y brindaron por lo conseguido.  Y  después poco a poco cada uno se fue retirando para dejar al matrimonio que disfrutara de su obra y cambiara  impresiones de todo lo vivido.

La antigua casa en la que viviera años atrás, había sido remodelada para Carmen, para que tuviera libertad de movimientos y estuviera  muy cerca de la de ellos. Robert hizo construir un chalet totalmente blanco y con el tejado igual a los del lugar.  Hizo un pequeño jardín a la entrada y en la parte posterior, una especie de parque para que jugaran sus hijos y sus amigos.  Agneta viviría provisionalmente en la casa de Carmen y ellas se quedaron con los niños para que sus padres estuvieran solos en esa noche tan especial.  Y a la mañana siguiente, Robert se incorporó al hospital.  Los niños a la escuela y guardería y Emma comenzó a organizar  su hogar, como cualquier ama de casa.  Estaba total y absolutamente feliz.  No durmieron mucho esa noche.  las emociones vividas y su amor platónico hicieron todo lo demás.

Tenía las ventanas abiertas de par en par, y con los ojos cerrados y sonriendo, recibía la suave brisa que llegaba del exterior, y percibía el olor a dama de noche y el sonido de los pájaros multicolores que poblaban los cercanos árboles.  Creía estar viviendo un sueño maravilloso del que no quería despertar.  ¿ Cómo había podido dudar alguna vez de que Robert no la quisiera? ¿ Acaso todo aquello realizado  no era una prueba de amor ?  Sintió en ese momento que quería verle y darle un beso.  Lo dejó todo empantanado y corrió hacia el consultorio para verle aunque fuera sólo un instante.  Su esposo era el mejor hombre del mundo que no sólo pensaba en su familia, sino en la de los demás.  No la importó que sus ahorros se vieran seriamente mermados; no necesitaban más.  Allí lo tenían todo, y muy especialmente, le tenía a él.  Al amor de su vida, al hombre que había estado esperando  siempre.  Al que esperaba ansiosa que cada día se produjera el milagro de amarla.  Tuvo que ocurrir un desastre, para que se diera cuenta que ella estaba allí esperando una palabra de amor.  Un amor que con creces había recibido.

Al entrar en el dispensario, todas las personas que aguardaban  su consulta, la saludaron cariñosamente,  la recordaban a pesar del tiempo transcurrido; en sus  palabras de afecto no sólo recordaron aquél suceso, sino que expresaban el agradecimiento y la suerte que habían tenido con tenerles allí.

Robert estaba haciendo un descanso en su consulta cuando sintió que la puerta se abría de nuevo y una Emma explosiva de amor y felicidad, corría hacia él, le abrazaba y le besaba.  El correspondió a esa explosión de afecto por parte de su mujer; no lo esperaba, pero su corazón revoloteó de alegría.  La miraba a los ojos detenidamente, porque ellos eran su termómetro para saber cómo estaba su ánimo, y la vio más feliz y contenta que nunca. ¿ Cómo había dudado de ello? Habían puesto los cimientos de un nuevo hogar en aquel lugar, y entonces pensó que ya era hora de tener otro hijo, y que naciera en aquellas tierras que tanto amor y paz les había dado.  Ahora no era el momento, puesto que tenía que seguir visitando enfermos, pero en esa noche, a solas se lo plantearía a Emma.

Había tenido suerte en encontrarla, aunque nunca pensara que aquella chica tímida y huidiza que iba casi siempre a la sombra de su hermana, se convirtiera en el verdadero amor y motor de su vida.  Hizo una elección perfecta al elegirla como esposa, y hasta pensó que el espíritu de Lissa la puso en su camino, en aquel día aciago en que la echó del quirófano sin saber de quién se trataba.  A partir de entonces, por una causa u otra, nunca pudo deshacerse de su recuerdo.

Acarició el rostro de Emma, beso nuevamente sus labios y con una amplia sonrisa  hizo que saliera de la consulta

- Haz el favor de no ser tan juguetona: estoy pasando consulta. Márchate ahora mismo de aquí y guarda todo tu ímpetu para esta noche.  Te propondré un trato
- Dímelo ahora - pidió Emma
- No, ni hablar, porque sé cuál será el final.  Necesitamos estar a solas para lo que he de decirte. No te alarmes no es nada malo, al contrario, contigo será extraordinario

Ella le abrazó de nuevo y salió como un torbellino lo mismo que había entrado. Y esa noche Robert la propuso ampliar la familia y ella aceptó encantada y se pusieron manos a la obra.

Agneta y Patricio formaron también su hogar en la capital de Guatemala.  Allí ella ayudaría a su marido  en labores administrativas.  Hablaban a menudo con sus amigos de Santa Rosa y se veían en vacaciones y fue en una de ellas, cuando Emma se puso de parto de su tercer hijo, otro chico que llevaría  por nombre Fernando, en agradecimiento a la tierra  que les acogió y en el que fundaron su hogar.  Al bautizo fueron invitados todos los habitantes del lugar y en el campo cercano al pueblo se hizo una gran barbacoa y hubieron  juegos para todos los niños del lugar y la armonía y la alegría reinaba entre todos ellos.  También Agneta y Patricio estuvieron presentes,.   Robert puso a su disposición el helicóptero para que  asistieran.  Y  ese aparato,  fue el último equipamiento que le faltaba a ese lugar que para ellos representó tanto .  Hubieron de habilitar una vivienda para que el piloto  viviera con su familia, que se integró perfectamente entre todos ellos.

Sentados en el porche de su casa.  Robert,  posado su brazo sobre el hombro de Emma, contemplaba el atardecer  del verano, mientras ella amamantaba a Fernando.  El miraba el horizonte limpio, hermoso, diáfano y después besaba en el cabello a su mujer que reclinaba su cabeza en el hombro de él.  Habían construido un hogar perfecto, feliz, tranquilo, reposado.  Con unos hijos preciosos que crecían sanos y fuertes,  mezclándose con los hijos de los campesinos, tal y como deseaban sus padres: que apreciasen al ser humano por lo que era no por su lugar de nacimiento ni por su situación en la vida.

- Te quiero Emma.  La espera mereció la pena.  Gracias por haberme amado y haber dado estabilidad a mi vida, y por darme  una familia maravillosa.
- Amor, lo hemos hecho juntos, porque ese era nuestro destino y así será hasta el fin de nuestros días.

Se besaron contemplando al pequeño Fernando que, pegado al pecho de su  madre se había quedado dormido con los últimos rayos del sol.gualtemalteco.

Visitaron Londres tiempo después, pero su estancia fue más corta de lo que en un principio planificaron.  Echaban de menos los colores, el aroma y el paisaje de su nueva tierra. Y tardaron muchos años en repetir la visita, y lo hicieron cuando sus tres hijos ya eran mayores y habían tomado por sí solos su camino en la vida.  Su lugar en el mundo era otro y a él regresaron.


                                                            F    I    N

Autora:  1996rosafermu
Edición:  Octubre de 2018
Ilustraciones:  Archivo de 1996rosafermu
DERECHOS DE AUTOR RESERVADOS


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