Y por fin llegó la hora tan temida, pero a la vez tan esperada del evento. Un exquisito salón de la casa central de la farmacéutica estaba organizado para tal fin, y poco a poco, los invitados fueron tomando posesión de sus asientos. En la segunda fila, estaba el lugar de Albert. Sentado , hojeando el programa. Se quedó totalmente absorto en un renglón que decía: Presentación a cargo de la señora Isabel Sheridan, que tendrá a bien el explicarnos en qué consiste su trabajo. Estará acompañada por sus colaboradores Peter O'Higgins y Muriel Hopkins ..... De repente sintió algo parecido a la alegría dentro de sí. Pero al instante un dolor profundo le invadió
- Ni siquiera había comentado nada con él. En otro tiempo hubiera compartido su trabajo, Pero ahora... todo era distinto. Le invadió un halo de tristeza. La tendría frente a él, recogiendo el fruto de su investigación que tanto había buscado. Ya no sería una farmacéutica de un lugar pequeño, sino que sería reconocida por sus méritos. Se había convertido en investigadora. Ya no sentiría intimidación por él. Lo cierto es que pensaba que ya no sentiría nada por él; no contaba en su vida.
El atril permanecía vacío, mientras que las butacas instaladas en el escenario, se iban ocupando por los altos directivos de la farmacéutica. El maestro de ceremonias, presentó al equipo de investigadores que había trabajado en la consecución del fármaco que aliviaría mucho el dolor de las personas, sin que por ello lastimara otros órganos. y sus efectos placebos fueran más rápidos que los que se dispensaban en el mercado en la actualidad.
Albert se quedó casi sin habla cuando la vio entrar en escena. Estaba hermosa, brillante, con una sonrisa amplia, pero también emocionada. Conocía bien a su mujer, y sabía que estos eventos, con todos pendientes de ella, no la gustaban. Sus ojos brillaban y sabía que estaba a punto de saltárseles las lagrimas.
Y fue entonces cuando Isabel paseaba la mirada a modo de saludo por la sala, cuando le vio, y sus miradas se cruzaron. La sonrisa levemente se borró de su rostro. Ni siquiera imaginaba que él pudiera estar allí, frente a ella, y por momentos supo que se pondría más nerviosa. Seguro que se equivocaría en la lectura de su discurso. La sudaban las manos . y sentía que estaba a punto de desmayarse. Para ella no existían aquellas personas que la miraban curiosas tratando de averiguar algo sobre ella, sólo estaba él, mirándola fijamente y serio, muy serio.
Ni siquiera escuchó al presentador que la daba paso para su disertación. Carraspeó ligeramente, tragó saliva y avanzó unos pasos hasta el atril. Llevaba los pliegos del discurso en la mano, los dejo sobre él y miró retadora a Albert. Irguió sus hombros y comenzó a hablar, ante el silencio general que escuchaba su exposición. No sería un discurso largo, pero muy verdadero: había decidido no leerlo, sino hablar con la verdad que la brotaba desde dentro del corazón.
< Señoras, señores: Me ha tocado dirigirme a ustedes, pero en realidad no soy yo sola la protagonista de lo que ahora nos ocupa. Mis dos compañeros, Muriel y Peter, han sido una parte muy importante del programa. Sin ellos, hubiera sido difícil la consecución del proyecto. Posiblemente considerarán que es un placebo, un calmante al uso, pero no es cierto. Tiene el efecto positivo de inmediato, es decir los afectados sentirán alivio en cuestión de minutos, y lo que es más importante: no tendrán que tomar protectores de estómago, ya que es inocuo para cualquier órgano. No ha sido una tarea fácil, pero los laboratorios de Shiller Güess, lo hizo posible, por lo que les doy las gracias.
Me involucré totalmente en ello, relegando a mi familia, y eso es algo que tengo que agradecer a mi esposo el doctor Sheridan y a mi pequeña hija Stella. Gracias a ellos pude dedicarme por entero al proyecto. Y he de pedirles perdón por mis ausencias, por mis días de pesimismo que influenciaron en mi trato con ellos. Gracias Albert. Ignoro si en alguna ocasión llegaste a comprender lo que significaba para mí, y de ahí algunas incomprensiones. Te pido perdón por no haber sido comprensiva contigo, por no haber tenido paciencia, por no haber comprendido que tu trabajo también es importante y nada fácil. Perdón por todo ello.
Creo merecer unas vacaciones para reposar la mente y los nervios, y al mismo tiempo, tomar fuerzas para el futuro.
Muchas gracias por el reconocimiento a nuestra labor. Puedo asegurarles que la confianza depositada en nosotros, no quedará defraudada. >.
Una salva de aplausos estalló en la sala cuando ella terminó su discurso. Todos sonreían menos Albert que tenía los ojos acuosos y no dejaba de mirarla. Los directivos estrecharon las manos efusivamente de los investigadores. A continuación el director general dirigió unas breves palabras a la audiencia y a Isabel.
- Bien señores, ya la han visto. Así es ella, inteligente y simpática. No es una pose, es así en su día a día. Se tomará vacaciones, pero les aseguro que la echaremos de menos y estaremos deseando que vuelva al trabajo y verla por los pasillos siempre corriendo y siempre nerviosa. Te admiramos y queremos Isabel.
Y nuevamente arreciaron los aplausos. Ella se secaba unas lagrimillas disimuladamente de emoción. Su mirada estaba pendiente de Albert que no dejaba de aplaudir y ésta vez con una amplia sonrisa en su rostro.
Poco a poco el salón se fue desocupando y se dirigían hacia otro en el que se había dispuesto un ágape con el que agasajar a los concurrentes. Albert la buscaba incesantemente pero no la veía; se dirigío a una azafata y preguntó por ella, indicándole que había ido a atender una llamada de teléfono. Aguardó paciente a que regresara tenía que verla, hablarle y ofrecerle algo importante, pero cada vez era más difícil hacerlo ya que era reclamada por varios asistentes. Decidió dejarla disfrutar de su éxito, era su
noche, y a pesar de su impaciencia, aguardaría para reunirse con ella.
- Ni siquiera había comentado nada con él. En otro tiempo hubiera compartido su trabajo, Pero ahora... todo era distinto. Le invadió un halo de tristeza. La tendría frente a él, recogiendo el fruto de su investigación que tanto había buscado. Ya no sería una farmacéutica de un lugar pequeño, sino que sería reconocida por sus méritos. Se había convertido en investigadora. Ya no sentiría intimidación por él. Lo cierto es que pensaba que ya no sentiría nada por él; no contaba en su vida.
El atril permanecía vacío, mientras que las butacas instaladas en el escenario, se iban ocupando por los altos directivos de la farmacéutica. El maestro de ceremonias, presentó al equipo de investigadores que había trabajado en la consecución del fármaco que aliviaría mucho el dolor de las personas, sin que por ello lastimara otros órganos. y sus efectos placebos fueran más rápidos que los que se dispensaban en el mercado en la actualidad.
Albert se quedó casi sin habla cuando la vio entrar en escena. Estaba hermosa, brillante, con una sonrisa amplia, pero también emocionada. Conocía bien a su mujer, y sabía que estos eventos, con todos pendientes de ella, no la gustaban. Sus ojos brillaban y sabía que estaba a punto de saltárseles las lagrimas.
Y fue entonces cuando Isabel paseaba la mirada a modo de saludo por la sala, cuando le vio, y sus miradas se cruzaron. La sonrisa levemente se borró de su rostro. Ni siquiera imaginaba que él pudiera estar allí, frente a ella, y por momentos supo que se pondría más nerviosa. Seguro que se equivocaría en la lectura de su discurso. La sudaban las manos . y sentía que estaba a punto de desmayarse. Para ella no existían aquellas personas que la miraban curiosas tratando de averiguar algo sobre ella, sólo estaba él, mirándola fijamente y serio, muy serio.
Ni siquiera escuchó al presentador que la daba paso para su disertación. Carraspeó ligeramente, tragó saliva y avanzó unos pasos hasta el atril. Llevaba los pliegos del discurso en la mano, los dejo sobre él y miró retadora a Albert. Irguió sus hombros y comenzó a hablar, ante el silencio general que escuchaba su exposición. No sería un discurso largo, pero muy verdadero: había decidido no leerlo, sino hablar con la verdad que la brotaba desde dentro del corazón.
< Señoras, señores: Me ha tocado dirigirme a ustedes, pero en realidad no soy yo sola la protagonista de lo que ahora nos ocupa. Mis dos compañeros, Muriel y Peter, han sido una parte muy importante del programa. Sin ellos, hubiera sido difícil la consecución del proyecto. Posiblemente considerarán que es un placebo, un calmante al uso, pero no es cierto. Tiene el efecto positivo de inmediato, es decir los afectados sentirán alivio en cuestión de minutos, y lo que es más importante: no tendrán que tomar protectores de estómago, ya que es inocuo para cualquier órgano. No ha sido una tarea fácil, pero los laboratorios de Shiller Güess, lo hizo posible, por lo que les doy las gracias.
Me involucré totalmente en ello, relegando a mi familia, y eso es algo que tengo que agradecer a mi esposo el doctor Sheridan y a mi pequeña hija Stella. Gracias a ellos pude dedicarme por entero al proyecto. Y he de pedirles perdón por mis ausencias, por mis días de pesimismo que influenciaron en mi trato con ellos. Gracias Albert. Ignoro si en alguna ocasión llegaste a comprender lo que significaba para mí, y de ahí algunas incomprensiones. Te pido perdón por no haber sido comprensiva contigo, por no haber tenido paciencia, por no haber comprendido que tu trabajo también es importante y nada fácil. Perdón por todo ello.
Creo merecer unas vacaciones para reposar la mente y los nervios, y al mismo tiempo, tomar fuerzas para el futuro.
Muchas gracias por el reconocimiento a nuestra labor. Puedo asegurarles que la confianza depositada en nosotros, no quedará defraudada. >.
Una salva de aplausos estalló en la sala cuando ella terminó su discurso. Todos sonreían menos Albert que tenía los ojos acuosos y no dejaba de mirarla. Los directivos estrecharon las manos efusivamente de los investigadores. A continuación el director general dirigió unas breves palabras a la audiencia y a Isabel.
- Bien señores, ya la han visto. Así es ella, inteligente y simpática. No es una pose, es así en su día a día. Se tomará vacaciones, pero les aseguro que la echaremos de menos y estaremos deseando que vuelva al trabajo y verla por los pasillos siempre corriendo y siempre nerviosa. Te admiramos y queremos Isabel.
Y nuevamente arreciaron los aplausos. Ella se secaba unas lagrimillas disimuladamente de emoción. Su mirada estaba pendiente de Albert que no dejaba de aplaudir y ésta vez con una amplia sonrisa en su rostro.
Poco a poco el salón se fue desocupando y se dirigían hacia otro en el que se había dispuesto un ágape con el que agasajar a los concurrentes. Albert la buscaba incesantemente pero no la veía; se dirigío a una azafata y preguntó por ella, indicándole que había ido a atender una llamada de teléfono. Aguardó paciente a que regresara tenía que verla, hablarle y ofrecerle algo importante, pero cada vez era más difícil hacerlo ya que era reclamada por varios asistentes. Decidió dejarla disfrutar de su éxito, era su
noche, y a pesar de su impaciencia, aguardaría para reunirse con ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario