Procuraba permanecer en los lugares comunes de la casa, el menor tiempo posible para no encontrarse con él. Se sentía extraña en aquel apartamento que era el de Albert de soltero; tenía la sensación de no pertenecer a aquel espacio, de no pertenecerle a él, ni a nada que hubieran compartido antes. Llegaba del laboratorio, y después de besar a su hija, estaba con ella durante la cena y al acostarla, pero una vez hecho ésto, se refugiaba en su dormitorio hasta la hora de dormir. No había peligro de encontrarse con él, ya que llegaba tarde, muy tarde, posiblemente para no encontrarse con ella.
Pero Albert, a veces se detenía delante de su puerta, y hasta extendía la mano para agarrar el picaporte. Necesitaba a su mujer, la echaba de menos y al tenerla tan cerca, los deseos de entrar en la habitación se le pasaba por la cabeza, pero luego reflexionaba y desistía del empeño. Todas estas situaciones daban lugar a incomodidades y situaciones tensas, sin visos de arreglo, por mucho que Meredith no se cansara de hablar con ellos. Cada uno le daba una explicación y todas eran razonables, pero el caso es que las cosas no se solucionaban y todos sufrían por no dar el brazo a torcer.
Ya había pasado un mes y todo seguía lo mismo, exceptuando que Isabel había terminado su investigación y se estaban realizando los trámites de registro y otras instancias. Un día acudió al despacho del Director General, al ser llamada por él. Estaba intrigada y preocupada al mismo tiempo, por si en la investigación había surgido algún inconveniente y fuera rechazado el proyecto, el trabajo de tres personas durante tanto tiempo. Pero no fue así, muy al contrario. La notificó que todo estaba en regla y que iban a presentarlo en la Junta General ante algunos laboratorios colaboradores y centros médicos, antes de proceder a su comercialización definitiva. Era un análgesico eficaz para cualquier tipo de dolor y con nulos perjuicios para el estómago o hígado. Los laboratorios Schiller Güess estaban altamente satisfechos por el trabajo, y sería ella quién los presentara ante la Junta General. en Zurich, al cabo de una semana.
Isabel no sabía qué decir. Estaba muy contenta porque todo hubiera salido a la perfección, pero no le hacía ninguna gracia que fuera ella la que lo presentara, y así se lo hizo saber a su jefe:
- Prometió darme vacaciones al finalizar el ensayo. Bien, está realizado, aprobado y haciendo el camino normal para su comercialización. Quiero mis vacaciones, no soltar un discurso delante de toda esa gente. No sé hacerlo. No estoy acostumbrada; debería ´hacerlo Peter, que es también quién me ha ayudado.
- Si, cierto. Pero la investigación fue idea tuya, y tuya ha de ser la presentación. No se hable más.No te marches. todavía, he de llamar a tus colaboradores y anunciarles lo que te he dicho , también a ellos.
Una semana más tarde se encontraban en Heathrow a punto de tomar un avión que les llevaría a Zurich para la presentación de su trabajo. Entre los tres repasaban una y otra vez el discurso, cuyo borrador estaba entre sus manos y que había redactado por las noches antes de dormir. ¡ La hubiera gustado tanto contar con la opinión de Albert..., con su ayuda ! Pero ni siquiera había tenido ocasión de comentarle nada. Hacía tres días que no venía por casa, motivado por unas guardias surgidas por la noche. Eso al menos es lo que la había dicho. Tampoco se esforzó mucho en querer pensar si era verdad o mentira. Debía acostumbrarse a la sensación de no pertenecerle.
Se hospedaron en hotel de cinco estrellas, con gastos pagados, como compensación al duro y exitoso trabajo realizado. Una vez instalados, quedaron en la cafetería para cambiar impresiones: la presentación sería en la mañana del día siguiente.
Y el mismo día, pero en hora distinta, Albert Sheridan, cirujano y jefe de equipo del Gran Hospital Memorial, tomaba su avión rumbo a Zurich, para asistir a una convención sobre un nuevo medicamento que saldría al mercado al cabo de poco más de un año. Ignoraba de quién era la investigación, ni quién lo presentaba, ni quién se hospedaría en el mismo hotel. Sencillamente estaba allí por puro compromiso y sin ganas de estar.
Había hecho guardias muy duras, para cubrir este evento en nombre del hospital y al mismo tiempo tomarse unas cortas vacaciones. Las necesitaba; estaba pasando por una época difícil tanto personal como laboralmente. Las tomaría sin Stella, ya que no había hablado con Isabel al respecto y posiblemente no le daría su aprobación, puesto que él había hecho lo mismo cuando ella se lo solicitó.
Sentado en el avión, pensaba en otro viaje que realizó a Suiza, a Ginebra, que cambió su vida,. Recordaba y le dolía que las cosas hubieran tomado ese rumbo tan torcido y áspero. Cuanto más tiempo pasara, peor sería la solución. Durante esas vacaciones, pensaría seriamente en el rumbo que debían tomar. No quería, siquiera, plantearse un divorcio, o simplemente una separación "amistosa". Le dolía profundamente se estuvieran haciendo daño por algo sin sentido.
Este viaje lo realizaba a regañadientes, no le apetecía nada, pero le obligaba su representación como director del hospital y debía atender la deferencia de la farmacéutica al invitarle.
No estuvo en la cafetería, simplemente salió a dar una vuelta. No conocía Zurich, que como todas las ciudades suizas era bella, muy cuidada y agradable pasear por ella. Entró en un restaurante y pidio la cena. Y recordó una vez más a Isabel. Cuán agradable hubiera sido hacer ese viaje los dos. parecía ver la cara de entusiasmo que ponía en todo cuanto descubría, durante su primera etapa de vida en común. Sin embargo ahora siempre estaba con el gesto triste y la mirada huidiza y baja. Él había provocado ese cambio, pero se sentía incapaz de dar marcha atrás y de una vez romper ese hielo que les estaba hiriendo tan irremediablemente.
Abonó la cuenta y tomó un café en un pub cómodo con buena música ambiental. Consultó su reloj y pensaba que era hora de llegar al hotel y acostarse. Se sentía cansado y decaído. Observó que en una mesa alejada de él, una atractiva mujer, no le quitaba la vista de encima. No se dio por aludido. Sencillamente no tenía ganas de nada y menos de una aventura ocasional. Si hubiera estado Isabel, otra cosa sería, pero sin ella no lo deseaba.
La noche era agradable e invitaba a pasear.. No estaba lejos del hotel, por eso, lentamente se dirigió hacia él recordando a Isabel y a Stella. ¿ Sería así su vida, en solitario si no llegaban a un acuerdo para volver ? Al igual que no se imaginó nunca una vida de casado, ahora no se imaginaba otra vida que no fuera con ellas.
Sumido en sus reflexiones no se dio cuenta de que estaba a las puertas del hotel y un portero uniformado, le deseaba las buenas noches. Subió hasta su habitación, y tras darse una ducha se metió en la cama. Le costaba coger el sueño, pero por fin, después de dar infinidad de vueltas en la cama, consiguió quedarse dormido. Y de nuevo, aquel sueño perturbador que hacía tanto tiempo tuvo: unas imágenes difícilmente identificables que corrían hacia ninguna parte. Pero había una que de repente se paraba en medio de su carrera y mostraba su rostro nítido Isabel. Con un sobresaltó se despertó incorporándose en la cama. Estaba sudoroso y con la respiración agitada. Se pasó la mano por el cabello como queriendo borrar de su cabeza el sueño tenido. Se levantó y del mueble bar sacó una botella de agua que bebió casi en su totalidad. Después se sentó y trató de recordar el sueño, algo que lograba con dificultad,. Pero claramente veía el rostro añorado de Isabel, sonriente . Se frotó la frente y comenzó a decir para sí mismo
- ¿ Qué diantres significa ésto ? Seguro que ha sido motivado por lo recordado en el restaurante. Ni siquiera estando en casa había soñado con ella.
De repente le sobrevino un mal presagio y tomando el teléfono se puso en comunicación con su casa
- ¿ La niña está bien ? ¿ La señora está bien ? - preguntó a la nany de la niña
- Si señor, está durmiendo, y la señora no está. Creo que tenía trabajo o realizar un viaje. No lo sé muy bien.
Aliviado respiró y trato de recobrar nuevamente el sueño. No dejaba de darle vueltas , y eso le inquietaba, pero al fin consiguió dormir unas horas hasta que le avisaron de Recepción de que era la hora que el deseaba le despertaran.
Pero Albert, a veces se detenía delante de su puerta, y hasta extendía la mano para agarrar el picaporte. Necesitaba a su mujer, la echaba de menos y al tenerla tan cerca, los deseos de entrar en la habitación se le pasaba por la cabeza, pero luego reflexionaba y desistía del empeño. Todas estas situaciones daban lugar a incomodidades y situaciones tensas, sin visos de arreglo, por mucho que Meredith no se cansara de hablar con ellos. Cada uno le daba una explicación y todas eran razonables, pero el caso es que las cosas no se solucionaban y todos sufrían por no dar el brazo a torcer.
Ya había pasado un mes y todo seguía lo mismo, exceptuando que Isabel había terminado su investigación y se estaban realizando los trámites de registro y otras instancias. Un día acudió al despacho del Director General, al ser llamada por él. Estaba intrigada y preocupada al mismo tiempo, por si en la investigación había surgido algún inconveniente y fuera rechazado el proyecto, el trabajo de tres personas durante tanto tiempo. Pero no fue así, muy al contrario. La notificó que todo estaba en regla y que iban a presentarlo en la Junta General ante algunos laboratorios colaboradores y centros médicos, antes de proceder a su comercialización definitiva. Era un análgesico eficaz para cualquier tipo de dolor y con nulos perjuicios para el estómago o hígado. Los laboratorios Schiller Güess estaban altamente satisfechos por el trabajo, y sería ella quién los presentara ante la Junta General. en Zurich, al cabo de una semana.
Isabel no sabía qué decir. Estaba muy contenta porque todo hubiera salido a la perfección, pero no le hacía ninguna gracia que fuera ella la que lo presentara, y así se lo hizo saber a su jefe:
- Prometió darme vacaciones al finalizar el ensayo. Bien, está realizado, aprobado y haciendo el camino normal para su comercialización. Quiero mis vacaciones, no soltar un discurso delante de toda esa gente. No sé hacerlo. No estoy acostumbrada; debería ´hacerlo Peter, que es también quién me ha ayudado.
- Si, cierto. Pero la investigación fue idea tuya, y tuya ha de ser la presentación. No se hable más.No te marches. todavía, he de llamar a tus colaboradores y anunciarles lo que te he dicho , también a ellos.
Una semana más tarde se encontraban en Heathrow a punto de tomar un avión que les llevaría a Zurich para la presentación de su trabajo. Entre los tres repasaban una y otra vez el discurso, cuyo borrador estaba entre sus manos y que había redactado por las noches antes de dormir. ¡ La hubiera gustado tanto contar con la opinión de Albert..., con su ayuda ! Pero ni siquiera había tenido ocasión de comentarle nada. Hacía tres días que no venía por casa, motivado por unas guardias surgidas por la noche. Eso al menos es lo que la había dicho. Tampoco se esforzó mucho en querer pensar si era verdad o mentira. Debía acostumbrarse a la sensación de no pertenecerle.
Se hospedaron en hotel de cinco estrellas, con gastos pagados, como compensación al duro y exitoso trabajo realizado. Una vez instalados, quedaron en la cafetería para cambiar impresiones: la presentación sería en la mañana del día siguiente.
Y el mismo día, pero en hora distinta, Albert Sheridan, cirujano y jefe de equipo del Gran Hospital Memorial, tomaba su avión rumbo a Zurich, para asistir a una convención sobre un nuevo medicamento que saldría al mercado al cabo de poco más de un año. Ignoraba de quién era la investigación, ni quién lo presentaba, ni quién se hospedaría en el mismo hotel. Sencillamente estaba allí por puro compromiso y sin ganas de estar.
Había hecho guardias muy duras, para cubrir este evento en nombre del hospital y al mismo tiempo tomarse unas cortas vacaciones. Las necesitaba; estaba pasando por una época difícil tanto personal como laboralmente. Las tomaría sin Stella, ya que no había hablado con Isabel al respecto y posiblemente no le daría su aprobación, puesto que él había hecho lo mismo cuando ella se lo solicitó.
Sentado en el avión, pensaba en otro viaje que realizó a Suiza, a Ginebra, que cambió su vida,. Recordaba y le dolía que las cosas hubieran tomado ese rumbo tan torcido y áspero. Cuanto más tiempo pasara, peor sería la solución. Durante esas vacaciones, pensaría seriamente en el rumbo que debían tomar. No quería, siquiera, plantearse un divorcio, o simplemente una separación "amistosa". Le dolía profundamente se estuvieran haciendo daño por algo sin sentido.
Este viaje lo realizaba a regañadientes, no le apetecía nada, pero le obligaba su representación como director del hospital y debía atender la deferencia de la farmacéutica al invitarle.
No estuvo en la cafetería, simplemente salió a dar una vuelta. No conocía Zurich, que como todas las ciudades suizas era bella, muy cuidada y agradable pasear por ella. Entró en un restaurante y pidio la cena. Y recordó una vez más a Isabel. Cuán agradable hubiera sido hacer ese viaje los dos. parecía ver la cara de entusiasmo que ponía en todo cuanto descubría, durante su primera etapa de vida en común. Sin embargo ahora siempre estaba con el gesto triste y la mirada huidiza y baja. Él había provocado ese cambio, pero se sentía incapaz de dar marcha atrás y de una vez romper ese hielo que les estaba hiriendo tan irremediablemente.
Abonó la cuenta y tomó un café en un pub cómodo con buena música ambiental. Consultó su reloj y pensaba que era hora de llegar al hotel y acostarse. Se sentía cansado y decaído. Observó que en una mesa alejada de él, una atractiva mujer, no le quitaba la vista de encima. No se dio por aludido. Sencillamente no tenía ganas de nada y menos de una aventura ocasional. Si hubiera estado Isabel, otra cosa sería, pero sin ella no lo deseaba.
La noche era agradable e invitaba a pasear.. No estaba lejos del hotel, por eso, lentamente se dirigió hacia él recordando a Isabel y a Stella. ¿ Sería así su vida, en solitario si no llegaban a un acuerdo para volver ? Al igual que no se imaginó nunca una vida de casado, ahora no se imaginaba otra vida que no fuera con ellas.
Sumido en sus reflexiones no se dio cuenta de que estaba a las puertas del hotel y un portero uniformado, le deseaba las buenas noches. Subió hasta su habitación, y tras darse una ducha se metió en la cama. Le costaba coger el sueño, pero por fin, después de dar infinidad de vueltas en la cama, consiguió quedarse dormido. Y de nuevo, aquel sueño perturbador que hacía tanto tiempo tuvo: unas imágenes difícilmente identificables que corrían hacia ninguna parte. Pero había una que de repente se paraba en medio de su carrera y mostraba su rostro nítido Isabel. Con un sobresaltó se despertó incorporándose en la cama. Estaba sudoroso y con la respiración agitada. Se pasó la mano por el cabello como queriendo borrar de su cabeza el sueño tenido. Se levantó y del mueble bar sacó una botella de agua que bebió casi en su totalidad. Después se sentó y trató de recordar el sueño, algo que lograba con dificultad,. Pero claramente veía el rostro añorado de Isabel, sonriente . Se frotó la frente y comenzó a decir para sí mismo
- ¿ Qué diantres significa ésto ? Seguro que ha sido motivado por lo recordado en el restaurante. Ni siquiera estando en casa había soñado con ella.
De repente le sobrevino un mal presagio y tomando el teléfono se puso en comunicación con su casa
- ¿ La niña está bien ? ¿ La señora está bien ? - preguntó a la nany de la niña
- Si señor, está durmiendo, y la señora no está. Creo que tenía trabajo o realizar un viaje. No lo sé muy bien.
Aliviado respiró y trato de recobrar nuevamente el sueño. No dejaba de darle vueltas , y eso le inquietaba, pero al fin consiguió dormir unas horas hasta que le avisaron de Recepción de que era la hora que el deseaba le despertaran.
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