viernes, 19 de enero de 2018

No fue un sueño, sino tú - Capítulo 19 - La homologación

Y el tiempo fue transcurriendo, y con él la vida normal:  el trabajo, la casa y la espera.  Cada vez que Albert llegaba a casa, unas veces por la noche y otras por la mañana, era una fiesta para Isabel.  El tiempo se le hacía interminable, sobre todo las guardias de su marido.  Pero sabía a lo que se enfrentaba.  Debía encontrar algo en lo que invertir las largas horas de espera.

No tenía amigos.  Tan sólo había conocido muy de pasada a algún compañero de Albert, y habían asistido a alguna cena informal en alguna casa de ellos . También correspondieron, y estableció vínculo de amistad con la mujer de un  anestesista.  Todo eso estaba excelente en los finas de semana, pero el resto de días  eran aburridos.  Se había revelado como una excelente ama de casa, algo que sorprendió a su propio marido.

- No sé de qué te asombras.  He vivido sola desde hace mucho tiempo y tenía que atender la casa y mis propias necesidades.  Esto es pan comido- le respondió riendo  Pero no quiso ahondar en el aburrimiento que sentía cuando estaba sola.    Una noche, después de cenar, le dijo:

-Creo que voy a validar mi carrera aquí.  Necesito hacer algo y estudiar sería un buen principio
- Me parece una excelente idea. Homologando  tu licenciatura, podrás buscar trabajo si así lo deseas, en una farmacia, o laboratorio.  Incluso en una farmacéutica como investigadora.  Creo que debes hacerlo.
 Me gustaría estar todo el día contigo, pero es mi trabajo
- Lo sé, lo sé. Pero tengo muchas horas libres. Y aunque leo, paseo, y me encargo de la casa, sigue siendo mucho tiempo libre.

Le enseñó unos folletos  y a él le parecieron excelentes.  Al día siguiente haría las gestiones para seguir un máster que revalidara su carrera en Inglaterra.  Y así lo hizo y así lo consiguió:  podría ejercer en el Reino Unido, al igual que en España.

Estaba muy satisfecha con los logros conseguidos y ya tenía la fecha en que celebrarían su titulación  en Londres.  Seguiría la ceremonia como si fuera la primera vez que se licenció, e igual de nerviosa estaba; tan sólo le apenaba que Albert no pudiera estar presente, porque justo para ese día tenía una intervención de trasplante y no sabía a qué hora terminaría.  Se resignó que,  por segunda vez, no tuviera a su lado a  alguien querido que la felicitara.  Sus padres había fallecido cuando la primera vez, y en esta segunda, su esposo tenía que atender algo más urgente que una licenciatura.  Pensó que era hermosa la profesión de su marido, pero a la vez muy sacrificada

- En fin, ya lo sabía.  Y a pesar de todo, me alegro de haberme casado con él.


Terminó su arreglo personal, y se dispuso a  salir rumbo a la Universidad en donde recibiría su título como Licenciada en Farmacia.  Al día siguiente se dedicaría a buscar trabajo.  Eso la ilusionaba, no por el dinero que pudiera ganar, ya que no lo necesitaban porque Albert ganaba un gran sueldo, a parte de la pequeña fortuna personal que él poseia.  Pero el hecho de hacer algo y no estar sentada todo el día en casa, la llenaba de satisfacción.

Y tomó asiento en el lugar destinado para los alumnos que se iban a recibir. Miraba con algo de envidia, cómo todos saludaban a sus padres, novios, hermanos, prometidos... de los que iban a ser licenciados en esa especial ceremonia.  Ella se lo dedicó mentalmente a Albert y a sus padres, pero un halo de melancolía llegó hasta sus ojos.

Uno a uno fueron desfilando ante los decanos y recogiendo su título que así les acreditaba.  El turno de Isabel llegaba.  Se acercó a recogerlo y a  estrechar la mano de quién se lo entregaba.  Al dirigirse a su asiento vio, que al fondo de la sala, de pié estaba Albert, aplaudiéndo  nervioso y emocionado.  A ella la dio un vuelco el corazón ¡ Había venido !

Cuando la ceremonia concluyó y cada uno de los doctorados se reunían con sus familias, Albert e Isabel, se fundían en un abrazo

- ¡ Has venido !
- No iba a perderme la licenciatura de mi esposa
- No creí que pudieras hacerlo. ¿ Todo ha ido bien ?
- Perfectamente, pero cuando te deje en casa, he de volver al hospital y mucho me temo que no regresaré hasta mañana por la mañana.  Deseo comprobar como evoluciona el paciente.  ha sido una intervención larga y muy delicada
- No te preocupes.  Tu prioridad está ahora en el hospital.  Ya lo celebraremos
- Mi prioridad eres tú, pero ahora ese muchacho me necesita a su lado.
- Lo sé.  Me he casado con un médico.  Sé lo que eso representa.

Estuvieron con los compañeros de licenciatura durante un rato degustando el ágape con  que la universidad les obsequiaba.  Saludaron a los profesores, y se despidieron para regresar.  Aunque Albert lo disimulaba, ella sabía que estaba nervioso e impaciente por regresar al hospital.

La dejó en casa y él regresó a su trabajo.  La llamaría de vez en cuando, hasta que comprendiera que se iba a dormir.  Se sentía muy orgulloso de ella.  La amaba cada día más y pensaba que era la mejor elección realizada en toda su vida.  Unirse a Isabel era lo mejor que podía haber hecho.

Isabel dormía profundamente, cuando a las cinco de la mañana, sintió algo en la cama.  Alguien la abrazaba suavemente y besaba su cabello. Él había regresado a casa.  Se volvió hacia Albert y le sonrió medio dormida.  El la dio un beso de buenos días y en su rostro notó que el muchacho operado estaba bien.  le abrazó fuertemente y él la agarró y la puso encima suyo

- Quiero ver tu rostro. Quiero verte.  De nuevo hoy he comprobado lo frágiles que somos y que en cuestión de segundos podemos cruzar la línea roja del otro lado.  Y me felicito porque todo ha salido bien. El chico se recuperará y yo quiero recuperar a mi mujer.  Tenemos que celebrar que hoy de nuevo es licenciada en farmacia.  Mi doctorcita

Y lo celbraron como sólo ellos sabían hacerlo: amándose profundamente y formando con sus cuerpos uno solo.  Al mes largo  de aquella noche, supieron que iban a ser padres y la emoción más intensa experimentaron cuando el médico les dijo que el atraso que tenía era más que evidente que se debía a que estaba engendrando un hijo.  El primer hijo de Albert e Isabel.  Todos los planes de Isabel, quedarían relegados durante una larga temporada.  El trabajo debía esperar.

Eran felices, y emocionados esperaron la llegada de la que sería su primera hija:  Stella, que nació fuerte y preciosa.  Albert no podía estar más feliz, y Meredith no se separó del lado de Isabel mientras estuvo embarazada.  El era un padre y esposo orgulloso que no paraba de hacer fotografías de sus dos mujeres, y no paraba de comentarlo con sus compañeros.


Al tercer día ya estaban de regreso en casa. Todo había pasado ya, como si hubiera sido un sueño, pero era realidad, y su princesa dormía feliz en su cuna.  La contemplaban embobados como para cerciorarse de que estaba bien y Albert resultó ser el más preocupado por la niña, a pesar de tener más conocimientos.

- ¿ Sabes cariño ? - le decía a su esposa - No podría vivir sin vosotras, y no sé cómo lo he hecho hasta ahora
- Cielo, yo tampoco podría. Pienso que el día de la reválida, hice también algo importante, tan importante como el haberme casado contigo: engendramos un hijo, pusimos los cimientos de nuestra familia

Y como en tantas ocasiones, se miraron y abrazados se besaron, mientas el fruto de aquella madrugada dormía felizmente ajena al amor de sus padres.


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