miércoles, 17 de enero de 2018

No fue un sueño, sino tú - Capítulo 17 - Entre mujeres

La sobremesa se prolongaba porque ninguno de los dos sabía como cortar,  ni cómo proceder.  Albert se levantó de la mesa y la preguntó:

-¿Quieres ver algo de televisión ? - Era una forma de interrumpir aquel impas que pesaba como una losa
-Está bien - contestó Isabel, pero al poco rato se quedaba dormida.

Albert la tomó en brazos y la depositó sobre la cama de la habitación pequeña.  La desilusión, el desánimo se marcaba en su rostro.  Nunca hubiera imaginado le pasase algo así, ni tampoco se explicaba el proceder de ella. Seguro que el viaje se obedecía a algo concreto, máxime después de haber pasado juntos su convalecencia  y creía haber dejado claro que sus intenciones iban más allá de una sincera amistad.  Le tenía perplejo y desconcertado, pero también pensaba que no debía forzar la situación.  En el fondo tenía la esperanza de que en cualquier momento saltaría la chispa.


Dejó una luz pequeña encendida, y salió de la habitación.  Ya en la suya, se metió en la cama; no tenía ganas de leer.  El día había sido intenso, y lo que deseaba era quedarse dormido.

No sabía el tiempo que hacía que estaba dormida en su cama.  No creía haber llegado hasta allí por si sola: Albert la había llevado. Comprobó que seguía vestida y de golpe se levantó y se hizo cargo de la situación.  Rápidamente se dio una ducha y se puso el camisón.  Le vinieron a la cabeza las palabras de su amiga:

-"Si tienes interés en él, tendrás que darle alguna señal, de lo contrario se cansará de esperar y le perderás.  Tú verás lo que haces".

Y analizó profundamente sus sentimientos .  Sabía que Albert era importante para ella, y que sólo la idea de que se cansara, la producía tremendo dolor.  Se puso unas gotas de perfume, y tragando saliva pensó: " por una vez, seré yo la que le seduzca".  Se dirigió al dormitorio de Albert.  Este dormía plácidamente, y de nuevo estaba a punto de girarse y regresar a su cuarto, cuando la voz de él la sobresaltó

-¿ Te ocurre algo ?  ¿ Quieres algo ?

- Ella se le quedó mirando, con los ojos muy abiertos, mientras él contemplaba su silueta a través de la suave tela del camisón que llevaba.  Por momentos la adrenalina  se acumulaba y su primera intención era saltar de la cama y correr hacia ella, pero el control y la serenidad se apoderaron de él:  debía ser ella la que expresase su deseo, lo que quería hacer.  Y como si leyera su pensamiento, avanzó hasta la cama del hombre y se subió a ella.  No necesitaba más señales:  estaba claro que ambos deseaban lo mismo.  La atrajo hacia si, besándola con pasión.  Con la misma pasión que había tenido que contener desde que la viera en la cafetería del hospital, y a la que ella no era ajena.

E Isabel perdió el temor que Albert la producía, se olvidó del mundo y de su pudor, y respondió al amor que sentía por él y que ella le inspiraba..  Ahora todo estaba claro entre ellos:  se amaban y todas las dudas quedaron relegadas.  Su deseo de pertenecerse se abrió camino por sus venas respondiendo a los requerimientos del uno hacia el otro.  Eran un hombre y una mujer que se amaban, sin barreras, sin obstáculos, sin nada que les impidiese expresar sus más profundos sentimientos, y que por fin habían aflorado.

Albert no quitaba la mirada de su rostro viéndola dormir.  Rodeaba su cintura, como temiendo fuera a escaparse.  Le había confesado que le tenía mucho respeto, rayando en el temor.  ¿ Por qué le temia? Jamás la haría daño. No sería capaz de hacérselo a nadie, y mucho menos a ella, a la que había prometido cuidarla siempre. Estaba rendidamente enamorado de ella, por su limpieza de corazón, por su ingenuidad y porque la veía vulnerable y le dama miedo que algo o alguien la dañase. Quería cuidarla siempre, protegerla durante toda la vida.  Ella era su estímulo.

Y su estímulo sería en lo sucesivo, porque su felicidad y su alegría de vivir junto a la persona que amaba sin reservas, se reflejaría en su trabajo, beneficiando a todos.  En ese día la presentaría a su única familia: su tía Meredith.  No estaba muy seguro de que ella comprendiese su relación, la forma en que se habían conocido y el proyecto de vida que tenía junto a ella.  Su tía  pertenecía a otra época, en que todo era más complicado, pero no por eso iba a renunciar a Isabel, porque ella sería su brújula.

Y llegaron a casa de la tia. Isabel sabía que no tenía más remedio que acudir a esa cita, pero el temor se incrementaba en su estómago.  Pero a Meredith, le encantó la timidez de la muchacha y lejos de poner peros, se quedó encantada con ella.  Era la mujer que su sobrino había elegido y eso era suficiente.  Se conformaba con que le amase y respetase, y a simple vista eso era lo que trascendía:  En sus miradas, en sus sonrisas, en unir sus manos, en cualquier gesto se notaba que estaban enamorados.  Y respiró tranquila: al fin él no tendría una vida tan solitaria.

Meredith quería quedarse a solas con Isabel; deseaba conocerla más a fondo.  Albert le había anunciado a su regreso de España, el interés que sentía por ella y el proyecto de vida en común para ambos.  Pero también la contó la indecisión de ella ante esa situación, sus dudas por si él´no la amaba como decía.  Por eso llamó a su sobrino y le dijo;

Albert, ve a dar una vuelta.  Nosotras tenemos que charlar durante un rato
- Meredith ¿ de qué tenéis que hablar que yo no pueda escuchar ?
- Querido, cosas de mujeres.  Anda ve
- Esta bien.  Volveré en minutos

A Isabel el corazón parecía que se le salía del pecho, y hasta creía que se había puesto pálida. Pensó de inmediato que Meredith iba a echarla en cara su extraño noviazgo, y la diría que estaba en contra de esa relación.  Sentía que iba a desmayarse y no sólo por su fracaso, sino de vergüenza por creer que no era merecedora de ese amor que él declaraba tenerla.

Cuando Albert hubo salido, Meredith indicó a Isabel el sillón en el que quería se sentara

-Bien, nos ha dejado solas. He de decirte que me enternece profundamentevuestra forma de miraros.  Se os ve muy enamorados, pero a ti te veo algo indecisa.  Si no estás segura de lo que váis a hacer, díselo cuanto antes.  Te ama y sería una crueldad dejar pasar el tiempo
- No señora.  Yo le quiero, ha sido así desde que le conocí, pero me impone mucho respeto
- ¿ A qué te refieres?
- Me da como miedo.  No es porque él lo haga a drede, sino porque... Es inteligente, muy humano y tiene el poder en sus manos de ayudar a los enfermos.  Le admiro profundamente, pero yo soy insignificante y no entiendo qué ha visto en mi.  Me da miedo que sea un espejismo, alguien que apareció en su vida por algo concreto, pero que cuando se desvanezca el espejismo, verá que soy una chica de las que hay muchas, y sin embargo él...

- El es un hombre guapo, inteligente, pero sobretodo humano y buena persona.  Ya pasaron los años de las locuras juveniles, y tú le das paz.  Le proporcionas la tranquilidad que necesita para ponerse delante de un enfermo y hacerle recobrar la salud.  Eso es lo que ve en ti.  Y lo que yo veo es que eres dulce, buena y bonita, muy bonita.  No le desmereces, al contrario serás su refugio para cuando las cosas no le salgan bien.
Tengo entendido que te conoció buscando un refugio después de un encuentro doloroso, de Clarisse.
- No exactamente, bueno si y no.  Nos conocimos porque buscaba refugio y olvido.  Llegó a donde yo vivía, pero le conocí porque...   Tenía un compromiso y entró en la farmacia que yo regento.
- Ya.  También me lo contó.  Creo que lo tienes grabado en tu mente. No te conocía, y es un hombre atractivo, soltero y sin ataduras.  Puedo asegurarte que no representó para él más que lo que fue. Sin embargo, cuando tu accidente, me llamaba desesperado porque no podía ni imaginar el perderte.  Quédate con eso, y olvida de una vez tu inseguridad.  Él te ama.  Te quiere de verdad y desea pasar su vida contigo.
- Yo también lo deseo.  Sólo necesito tiempo para asimilarlo.  Le pido paciencia porque mi experiencia es nula y no he tenido a nadie que me pudiera instruir en todo esto.  Hace tres años perdí a mi padre y cinco a mi madre.  La adolescencia la he pasado en una farmacia  ayudando a mi padre y estudiando. Tenía una vida que creía feliz, hasta que él apareció en ella, y entonces comenzaron mis dudas.  Deseo hacerle feliz y estar a su lado siempre, ayudandole, escuchando sus preocupaciones cuando las tenga y compartir sus risas cuando las tengamos.  Sencillamente le quiero, Meredith, le quiero y mucho.
- Está bien.  No debes preocuparte.  Todo irá bien entre vosotros, y ahora olvida todo lo que no sea estar juntos y amaros.

Unos golpes en la puerta dieron paso a un Albert con cara de preocupación, que al entrar  en la estancia, dirigió su mirada a Isabel analizando lo que ambas mujeres debían haber hablado.  La sonrisa de ella le tranquilizó y le hizo suspirar.

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