lunes, 16 de octubre de 2017

La primera vez que visité Londres-Capítulo 18 - El debut

Y al cabo de unos días asistimos a la selección del ganador del empleo y el suplente, que hasta que estuvieran más acostumbrados irían acompañados de un monitor o monitora, para después del primer día viajar solos . El suplente también iría en periodo de prueba.  Y quiso el destino que fueran Maille la ganadora y Guillaume el suplente.  Su primer destino y debut fue Paris, algo que entusiasmó a Maille y satisfizo a  Guillaume, no en vano viajaría a su pais, aunque él no era parisino sino de Marsella.

- Seré un anfitrión perfecto, ya lo verás.  Conozco todo Paris.  Es una ciudad increíble, hermosa en todos los sentidos.  Algo huraños sus habitantes, pero eso no impide amarla . El Bois de Boulogne es increible, y si vas con la pareja elegida, humm, el colmo del romanticismo. Te llevaré a todos esos sitios.  Aunque no sé si nos dará tiempo a ver todo, creo que no, porque si vamos sólo por un día, no veremos nada.    Espero hacernos buenos amigos y quizás en vacaciones podamos recorrer la Ciudad Luz y mostrártela en toda su belleza.

Maille le escuchaba sonriendo.  Derrochaba energía y optimismo, algo que ella no sentía en absoluto. Le había insinuado una salida a un restaurante para cenar y poco más, ya que al día siguiente harían su debut, pero la belleza del hotel y su entorno, hacían que sintieras el deseo de salir a la calle y recorrer todos los monumentos maravillosos que conforman París.

Las  habitaciones estaban contiguas, y debían efectuar su trabajo independiente uno del otro, para comprobar si contrastaban sus percepciones.  La monitora estaría a su lado, pero sin hablar ni objetar nada de lo que hicieran.  Pero eso sería a la mañana siguiente; acababan de llegar a la ciudad y ya estaban deseosos de salir a disfrutar Paris.  Echaron un vistazo al comedor del restaurante donde iban a cenar, y al igual que en las suites, todo era lujo exquisito. Pero no deseaban tanto protocolo, lo dejarían para el trabajo, de modo que saldrían como dos turistas más de los que pueblan las calles de Montmatre, Pigalle o La Rive Gauche con el Bateau Mouche paseando por el Sena.  Cenaron en Maxim's; Maille fue invitada por Guillaume deseoso de obsequiarla, y después pasearon por los románticos y bellos puentes de Paris y se detenían a contemplar las luces del bateau y de las hermosas farolas de los puentes.  Todo extremadamente romántico.


La ciudad fue todo un descubrimiento para Maille y echó la vista hacia James que siempre había querido llevarla a Paris, y que no llegaron a hacerlo. Y repasó la grandiosidad de Londres y la monumentalidad de París: dos ciudades hermosas y totalmente diferentes.

Era muy tarde y al día siguiente debían madrugar.  Habían olvidado por completo los nervios y su debut, y decidieron regresar al hotel.  Se pararon un momento a contemplar el Pont D'Alma, cercano al hotel.

Subieron hasta el tercer piso en donde tenían sus habitaciones. Él galantemente, introdujo la tarjeta en la cerradura y abrió la puerta.  Se miraron fijamente sonriendo, pero sin hablar.  Guillaume la miraba con una mirada profunda que le recordó otros ojos, otra forma de mirar. Sólo dijo:

- Buenas noches
- Buenas noches Maille. Descansa

Ella entró en su habitación, y él se quedó mirando la puerta por la que ella había entrado.  Se pasó la mano por la cabeza, que movió de un lado a otro, absorto en sus pensamientos.

El despertador sonó a las ocho , tal y como Maille habia ordenado en Recepción.  Tenía tiempo de sobra, pero deseaba arreglarse con sumo cuidado y estar lista para la hora en que la monitora llamase a la puerta para comenzar.  A la hora en punto fijada,   la supervisora entraba en escena. Tras una charla informal para aplacar los nervios de la principiante, la dio la orden de comenzar.  Tragó saliva, respiró hondo y con precisión y mano firme, comenzó a desarrollar lo que habían enseñado en los cursillos realizados.  Lo revisó todo concienzudamente, despacio, sin prisas.  Cuando creyó que ya había terminado, procedió a reflejarlo en el programa correspondiente en su portátil, dando por finalizado el trabajo de aquel primer día.  Al siguiente sería el comedor y la cafetería.

La monitora no dijo nada, ni tampoco la corrigió nada.  Se despidió de ella y procedió a supervisar a  Guillaume.  Al cerrar la puerta, respiró tranquila y repasó mentalmente el  trabajo realizado. Le pareció que había sido correcto y decidió relajarse. Miró el reloj y vio que era temprano.  Daría  una vuelta y conocería algo de Paris hasta la hora de comer.

Al parecer el trabajo había sido satisfactorio y,   cumplido en Paris, su próximo destino,   sería La Haya, una de las ciudades más señoriales de Holanda. Estaba poblada, en su mayoría por diplomáticos del famoso Tribunal y funcionarios del mismo, aunque también vivían empleados en otros menesteres.     De nuevo, esta vez,  en solitario,  cumplió con su trabajo a la perfección.


Y así en sucesivos destinos, dispares, de los cuatro puntos cardinales del mundo.  El tiempo pasaba inexorable y su separación matrimonial era un hecho.  No habían tenido ninguna comunicación entre sí, y ninguno sabía nada del otro. Maille estaba muy dolida y tenía el corazón destrozado, por eso se dedicaba de pleno a su trabajo.  Tan sólo, de vez en cuando, Guillaume la llamaba por teléfono, ya que él había sido el otro seleccionado, pero andaban por lugares distintos y difícilmente coincidían en alguna ciudad.  Pero habían conseguido una buena amistad, y al cabo de mucho tiempo, Maille había depositado en él sus más íntimos pensamientos . El sabía de su separación y de la difícil situación anímica por la que ella atravesaba, lo que hacía difícil para él, concebir alguna esperanza de llegar a algo más con ella.

Se había abierto un hueco en el difícil trabajo que desarrollaba, y era la preferida a la hora de informar de algún establecimiento conflictivo.  Había conseguido hacer un pequeño capital personal, ya que los gastos eran sufragados por la empresa y ella se había recluido en su soledad en su tiempo libre, con lo cual, pocos gastos extras tenía:   mantener su apartamento y poco más  Efectivamente, se había convertido en una mujer solitaria con el solo aliciente de haber conseguido lo que se había propuesto, pero no tenía a nadie a quién brindárselo, ni enemigo a quién demostrarle que era alguien con mucho valor personal.

Estaba cansada de tantos aviones y tantos hoteles.  Echaba de menos a sus padres, las únicas personas con las que mantenía contacto casi a diario.  Necesitaba escuchar sus cariñosas palabras; eran su válvula de escape.  Y comenzó a pensar en retirarse de esa profesión con tanto lujo, que ella no necesitaba.  En su cabeza nacía la idea de regentar junto a sus padres el hotel, que ahora era más grande; al menos les tendría cerca.   comenzó a imaginar la playa marbellí, la calidez de sus noches, el rasguear de alguna guitarra, y tomó la decisión de abandonarlo todo.

Presentaría su renuncia al trabajo, que a duras penas le fue aceptada, ya que era puesta como ejemplo a los nuevos empleados, de eficiencia y seguridad.  Pero antes de terminar su contrato, debía realizar un último destino: Canadá, Vancouver.  Y con la ilusión, al menos por una vez, de que sería su último informe, se metió nuevamente en el avión que la llevaría hasta allí.

Sería su despedida.  Después de estar instalada, quiso salir a conocer la ciudad, magnífica, moderna, imponente. Dio una vuelta por el centro de la ciudad, pero se sentía cansada y excitada por lo que sería su despedida profesional.  Entró en el hotel y en el vestíbulo, leyó muy de pasada, que se estaba celebrando un congreso médico.  Uno de tantos con los que se había encontrado a lo largo del tiempo, en su recorrido por los hoteles.

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