Ralph comentó con su esposa la visita inesperada de Liz. Le había dejado pensativo y dando vueltas en su cabeza sobre una idea que se le había ocurrido. Si Elizabeth, con todo su orgullo a cuestas, había sido capaz de pedir perdón e ir hasta ellos, ¿ era hora de hacer un viaje a la inversa? Pero sería tanto como reconocer que tenían razón. No, el primer paso han de darlo ellos ¿ Habrá sido Liz una embajadora?
Pero algo bullía incesanmente en su cabeza y decidido se puso en contacto con su abogado. Sería una idea pueril, si se quiere, pero pensaba que con ese tipo de gentes había que estar al mismo nivel que ellos. No en hacer la vida imposible a nadie, pero sí presentarse sin las manos vacías.
- Alberto soy Ralph
- Si ya te había onocido. ¿Necesitas algo?
-. Quiero que averigües si hay algún terreno en venta en Inglaterra, a poder ser en la zona de los MacKenzie. Ya sabes a lo que me refiero.
-Despreocúpate. Enseguida me pongo en contacto con nuestro bufete allí y lo averiguaremos enseguida.
- Gracias. . Estoy bastante interesado en ello. Podría instalar alguna especie de cottage para que lo regente mi hija que vuelve a casa en estos días. Tenme al corriente. Gracias.
-Y sonrió acariciándose la nuca, satisfecho con la idea que había tenido.
Le preocupaba mucho su hija y el desánimo que percibía en ella; era lo que más le dolía por ser injusto lo que lo había motivado. En el fin de semana la tendrían nuevamente en casa , y hasta entonces aparcaría la idea de viajar hasta Londres y el cottage. Si al fin se decidía,, podría alquilarlo por días o por semanas. . Todos estos proyectos estaban en compás de espera, aguardando a que Maille llegara..
El vestíbulo estaba muy concurrido debido a la convención médica que terminaba en ese momento. Muchos de los asistentes fueron saliendo del hotel, otros se quedaron charlando en la cafetería, y dos o tres de ellos, decidieron quedarse a cenar en el comedor y así seguir cambiando impresiones de lo discutido en la reunión que había terminado.
Pero algo bullía incesanmente en su cabeza y decidido se puso en contacto con su abogado. Sería una idea pueril, si se quiere, pero pensaba que con ese tipo de gentes había que estar al mismo nivel que ellos. No en hacer la vida imposible a nadie, pero sí presentarse sin las manos vacías.
- Alberto soy Ralph
- Si ya te había onocido. ¿Necesitas algo?
-. Quiero que averigües si hay algún terreno en venta en Inglaterra, a poder ser en la zona de los MacKenzie. Ya sabes a lo que me refiero.
-Despreocúpate. Enseguida me pongo en contacto con nuestro bufete allí y lo averiguaremos enseguida.
- Gracias. . Estoy bastante interesado en ello. Podría instalar alguna especie de cottage para que lo regente mi hija que vuelve a casa en estos días. Tenme al corriente. Gracias.
-Y sonrió acariciándose la nuca, satisfecho con la idea que había tenido.
Le preocupaba mucho su hija y el desánimo que percibía en ella; era lo que más le dolía por ser injusto lo que lo había motivado. En el fin de semana la tendrían nuevamente en casa , y hasta entonces aparcaría la idea de viajar hasta Londres y el cottage. Si al fin se decidía,, podría alquilarlo por días o por semanas. . Todos estos proyectos estaban en compás de espera, aguardando a que Maille llegara..
Como sabemos, era su último trabajo y no sabía explicar si estaba contenta o por el contrario lo echaría de menos. Y después de mandar el informe y cumplir con su último envío, cerró el portátil y lo guardó en el estuche. A modo de despedida pensó en cenar en el comedor del hotel. Además estaba algo baja de moral, y no le apetecía salir y mucho menos pasear. Al día siguiente dejaría la suite, a pesar de que la dirección la obsequiara con una estancia de varios días como compensación al buen trabajo realizado.
Buscó entre su ropa un vestido elegante pero a la vez algo llamativo.; no sabía por qué pero quería llamar la atención. Probablemente era el desquite que llevaba escondido desde hacía tanto tiempo y que aún guardaba en forma de complejo dentro de ella. Eligió un vestido rojo descotado, que se ajustaba perfectamente a su silueta. Con altísimos tacones, recogió su cabello dejando al descubierto su bonito y estilizado cuello. No tenía joyas, no la gustaban, pero tampoco las necesitaba para adornar su belleza. Se maquilló ligeramente, se perfumó, y dando un último vistazo, ella misma aprobó su resultado. Cogió su pequeño bolso y salió de la habitación.
El vestíbulo estaba muy concurrido debido a la convención médica que terminaba en ese momento. Muchos de los asistentes fueron saliendo del hotel, otros se quedaron charlando en la cafetería, y dos o tres de ellos, decidieron quedarse a cenar en el comedor y así seguir cambiando impresiones de lo discutido en la reunión que había terminado.
Algunos de ellos volvieron la mirada para contemplar la silueta femenina vestida de rojo que se dirigía hacia el comedor., otros hacían gestos, al verla . O simplemente cortaron el comentario que en ese momento hacían. Uno de los médicos estaba de espaldas y charlaba con otro, al que miró extrañado al ver que se había callado sin terminar de hablar y guardaba silencio. Entonces se giró para ver qué había motivado tal gesto. y, entonces la vio.
No podía dar crédito a lo que sus ojos contemplaban. No era posible, no era ella, no estaba allí. Un nudo oprimió su garganta; después de tanto tiempo de no tener contacto, tenían que encontrarse justamente allí ¿ Qué hacía Maille en Canadá ? Vestía lujosamente, con mucha clase, con ropa cara y elegante, aunque algo provocativa, que le extrañó muchísimo, no era su estilo. . Y pensó que quizá tuviera algún novio rico, o lo que fuera peor, estuviera viviendo con él o se hubiera casado.
Ya no prestó atención a la charla que mantenía con su colega. La vio entrar en el comedor, sola, aunque posiblemente la estuvieran esperando dentro. Tenía que asegurarse, tenía que verla, de cerca, preguntar a sus ojos lo que había sido durante todo el tiempo de separación. No podía cortar la conversación que mantenía, a pesar de que lo deseaba. Al fin se deshizo de su amigo y entró decidido en el salón. Allí estaba, sentada , al fondo del comedor, en una mesa para una sola persona y, elegía el menú, lo que le indicó que no había nadie con ella. Avanzó en su dirección y al cabo de un instante se encontró frente a Maille que desdoblaba la servilleta sobre sus rodillas.
La sorpresa fue por parte de ambos. James la miraba asombrado. Se la veia más madura, sin la espontaneidad que la caracterizaba, pero había ganado en belleza si es que eso hubiera sido posible. Le miraba con los ojos muy abiertos y ninguno de los dos habló. No podían; la sorpresa había sido grande porque ninguno esperaba la presencia del otro. ¿ Cuánto tiempo había pasado desde que se vieron por última vez¿ un año, quizá dos? No lo sabía, pero sí era mucho. Y ambos tenían aún en sus ojos el papel firmado como disolución de matrimonio, y hasta ambos llegó la misma punzada de dolor que entonces. Fue James quién primero habló:
¡ Vaya sorpresa ! Ni en mil años hubiera imaginado que estuvieras en Canadá
- Pues ya ves, aquí estoy
- ¿ Sola ?
- Si sola. No necesito a nadie para hacer un viaje
- Has cambiado mucho, muchísimo y eso debe obedecer a que te han ido bien las cosas
- Exacto, me han ido muy bien. Pero no permaneceré aquí, ni he vivido aquí, si eso te intriga. Vuelvo a mi pais
- Ya ¿ a cuál de ellos ? Porque si mal no recuerdo tienes dos uno por nacimiento y otro por casamiento y origen
- Mi país es sólo uno. En el otro no me fue bien y le he arrinconado
- Lo siento, pero me están esperando unos compañeros para cenar. Si lo deseas podemos charlar después
- No James, gracias. Estoy cansada y mañana he de madrugar: salgo a primera hora
-Está bien. Bueno pues ... te deseo lo mejor
- Yo también, lo mismo te deseo. Adiós
- Adiós Maille.
Se separaron con una frialdad absoluta. Ya nada quedaba de aquel ardiente amor que sintieron. Cada uno había tomado su camino. A James le dolía que no se hubiera interesado por lo que fue de su vida después de ella. Y a Maille le dolió que el ímpetu de años atrás se hubiera esfumado. En aquella época se hubiera sentado a la mesa sin pedir permiso. Estaba claro que ya no tenían nada en común, que ya eran indiferentes en su presencia.
Pero se equivocaban porque un fuego interior recorriía su cuerpo al estar frente a frente. La llama que creían extinguida, se había avivado en cuestión de segundos, pero ambos temían el preguntar por la vida del otro, temiendo que la respuesta fuera la que ellos no deseaban.
Una vez terminada la cena, Maille se levanto y se dirigió a su habitación; él la vio alejarse.
Hizo la maleta, lo dejó todo preparado para al día siguiente no entretenerse más que lo justo. Se quedó un rato viendo la televisión, aunque no le prestaba atención. Unos suaves golpes en la puerta la hicieron volver a la realidad de sus pensamientos. Imaginó quién sería y ni siquiera se movió del sillón. Sabía que si lo hiciera, sería muy difícil rechazarle y ni siquiera sabía si estaba soltero o casado, por tanto hizo oídos sordos a la llamada y a la voz, que bajo la decía:
- Vamos Maille, abre. Sé que estás ahí. Abre por favor, me gustaría charlar un rato contigo. Saber cómo te ha ido en todo este tiempo. Saber algo de tí.
Ella se mordió los labios para que no saliera de su garganta un sollozo desde lo más profundo de su ser. Deseaba abrir esa puerta, deseaba verle y escuchar su voz, pero ni siquiera se movió del sillón en el que estaba sentada. James, al cabo de un rato dejó de insistir y se alejó de allí.
´
A primera hora de la mañana Maille tomó el avión que la conduciría a España nuevamente, dejando a James en Canadá o donde quiera que se encontrase. Miró por la ventanilla y contempló el paisaje y pensó que en algún trozo de aquella tierra , que cada vez se hacía más pequeña, estaba el amor de su vida, al que había rechazado con todo el dolor de su alma.
En el aeropuerto la esperaban sus padres y se fundió con ellos en un abrazo largo y desgarrador. Las dos mujeres no pudieron contener el llanto de emoción, y tuvo que ser Ralph quién pusiera calma entre ellas. Según iban avanzando hacia el hotel, las preguntas se sucedían y las respuestas también. Ocultó que la noche anterior había visto a James por casualidad, pero que le había rechazado y posiblemente esa sería la última vez que se vieran. Iban a vivir uno lejos del otro y ninguno de los dos había averiguado nada del otro. Todo había cambiado. Todo había terminado sin un ápice de arreglo.
Ralph no le comentó nada de la visita de Elizabeth,que ésta expresó que así se hiciera: quería verla a solas, ellas dos, por sorpresa, sin preparativos. En un paréntesis de la charla entre madre e hija, Ralph anunció que salía un momento, pues debía hacer una llamada, y era a Liz, anunciándole la llegada de Maille. Mientras, contaba a su madre mil anécdotas ocurridas durante su trabajo, y también mencionó de pasada a Guillaume que en cualquier momento pasaría por Marbella para saludarla. Eso puso en guardia a la madre, pero Maille siguió hablando y mencionó que se había casado con una azafata que había conocido en uno de sus viajes, y la madre respiró tranquila.
- Todo muy romántico - dijo con añoranza - Vendrá por aquí en alguna escala que haga. Con un poco de suerte conoceré a su mujer, francesa como él. Es un encanto de persona y un buen amigo, que me ayudó mucho al principio de mi trabajo, aunque a penas coincidíamos en ningún sitio, pero hablábamos por teléfono o por Skype. Un buen amigo, nada más mamá, nada más. Nunca podré querer a nadie, ya lo sabes. Y ahora voy a deshacer el equipaje; he traído regalos para vosotros. Salió de la habitación cortando así las confidencias con su madre. Sabía que si continuaban terminaría por contarla su encuentro inesperado con James.
La sorpresa fue por parte de ambos. James la miraba asombrado. Se la veia más madura, sin la espontaneidad que la caracterizaba, pero había ganado en belleza si es que eso hubiera sido posible. Le miraba con los ojos muy abiertos y ninguno de los dos habló. No podían; la sorpresa había sido grande porque ninguno esperaba la presencia del otro. ¿ Cuánto tiempo había pasado desde que se vieron por última vez¿ un año, quizá dos? No lo sabía, pero sí era mucho. Y ambos tenían aún en sus ojos el papel firmado como disolución de matrimonio, y hasta ambos llegó la misma punzada de dolor que entonces. Fue James quién primero habló:
¡ Vaya sorpresa ! Ni en mil años hubiera imaginado que estuvieras en Canadá
- Pues ya ves, aquí estoy
- ¿ Sola ?
- Si sola. No necesito a nadie para hacer un viaje
- Has cambiado mucho, muchísimo y eso debe obedecer a que te han ido bien las cosas
- Exacto, me han ido muy bien. Pero no permaneceré aquí, ni he vivido aquí, si eso te intriga. Vuelvo a mi pais
- Ya ¿ a cuál de ellos ? Porque si mal no recuerdo tienes dos uno por nacimiento y otro por casamiento y origen
- Mi país es sólo uno. En el otro no me fue bien y le he arrinconado
- Lo siento, pero me están esperando unos compañeros para cenar. Si lo deseas podemos charlar después
- No James, gracias. Estoy cansada y mañana he de madrugar: salgo a primera hora
-Está bien. Bueno pues ... te deseo lo mejor
- Yo también, lo mismo te deseo. Adiós
- Adiós Maille.
Se separaron con una frialdad absoluta. Ya nada quedaba de aquel ardiente amor que sintieron. Cada uno había tomado su camino. A James le dolía que no se hubiera interesado por lo que fue de su vida después de ella. Y a Maille le dolió que el ímpetu de años atrás se hubiera esfumado. En aquella época se hubiera sentado a la mesa sin pedir permiso. Estaba claro que ya no tenían nada en común, que ya eran indiferentes en su presencia.
Pero se equivocaban porque un fuego interior recorriía su cuerpo al estar frente a frente. La llama que creían extinguida, se había avivado en cuestión de segundos, pero ambos temían el preguntar por la vida del otro, temiendo que la respuesta fuera la que ellos no deseaban.
Una vez terminada la cena, Maille se levanto y se dirigió a su habitación; él la vio alejarse.
Hizo la maleta, lo dejó todo preparado para al día siguiente no entretenerse más que lo justo. Se quedó un rato viendo la televisión, aunque no le prestaba atención. Unos suaves golpes en la puerta la hicieron volver a la realidad de sus pensamientos. Imaginó quién sería y ni siquiera se movió del sillón. Sabía que si lo hiciera, sería muy difícil rechazarle y ni siquiera sabía si estaba soltero o casado, por tanto hizo oídos sordos a la llamada y a la voz, que bajo la decía:
- Vamos Maille, abre. Sé que estás ahí. Abre por favor, me gustaría charlar un rato contigo. Saber cómo te ha ido en todo este tiempo. Saber algo de tí.
Ella se mordió los labios para que no saliera de su garganta un sollozo desde lo más profundo de su ser. Deseaba abrir esa puerta, deseaba verle y escuchar su voz, pero ni siquiera se movió del sillón en el que estaba sentada. James, al cabo de un rato dejó de insistir y se alejó de allí.
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A primera hora de la mañana Maille tomó el avión que la conduciría a España nuevamente, dejando a James en Canadá o donde quiera que se encontrase. Miró por la ventanilla y contempló el paisaje y pensó que en algún trozo de aquella tierra , que cada vez se hacía más pequeña, estaba el amor de su vida, al que había rechazado con todo el dolor de su alma.
En el aeropuerto la esperaban sus padres y se fundió con ellos en un abrazo largo y desgarrador. Las dos mujeres no pudieron contener el llanto de emoción, y tuvo que ser Ralph quién pusiera calma entre ellas. Según iban avanzando hacia el hotel, las preguntas se sucedían y las respuestas también. Ocultó que la noche anterior había visto a James por casualidad, pero que le había rechazado y posiblemente esa sería la última vez que se vieran. Iban a vivir uno lejos del otro y ninguno de los dos había averiguado nada del otro. Todo había cambiado. Todo había terminado sin un ápice de arreglo.
Ralph no le comentó nada de la visita de Elizabeth,que ésta expresó que así se hiciera: quería verla a solas, ellas dos, por sorpresa, sin preparativos. En un paréntesis de la charla entre madre e hija, Ralph anunció que salía un momento, pues debía hacer una llamada, y era a Liz, anunciándole la llegada de Maille. Mientras, contaba a su madre mil anécdotas ocurridas durante su trabajo, y también mencionó de pasada a Guillaume que en cualquier momento pasaría por Marbella para saludarla. Eso puso en guardia a la madre, pero Maille siguió hablando y mencionó que se había casado con una azafata que había conocido en uno de sus viajes, y la madre respiró tranquila.
- Todo muy romántico - dijo con añoranza - Vendrá por aquí en alguna escala que haga. Con un poco de suerte conoceré a su mujer, francesa como él. Es un encanto de persona y un buen amigo, que me ayudó mucho al principio de mi trabajo, aunque a penas coincidíamos en ningún sitio, pero hablábamos por teléfono o por Skype. Un buen amigo, nada más mamá, nada más. Nunca podré querer a nadie, ya lo sabes. Y ahora voy a deshacer el equipaje; he traído regalos para vosotros. Salió de la habitación cortando así las confidencias con su madre. Sabía que si continuaban terminaría por contarla su encuentro inesperado con James.
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