Fiel a sus compromisos, James celebró la rueda de prensa en uno de los salones del mismo hotel. Durante más de una hora departió con los periodistas, atendió a sus preguntas y se mostró simpático y cordial. No trascendió en absoluto el desánimo e impaciencia que tenía. Deseaba concluir cuanto antes y al mismo tiempo temía el encuentro.
Subió a la habitación y despabiló a Lissa para explicarle que tenía la necesidad urgente de ir de viaje, le explicó lo mejor que pudo y muy por encima las cofesiones que Maggie le había hecho el día anterior. Ella perpleja le escuchaba y no daba crédito a lo que estaba oyendo, pero le aconsejó que hiciera el viaje cuanto antes.
Se dirigió al aeropuerto y tomó rumbo a Nueva York. Cuando llegó eran altas horas de la noche y se dirigió a su casa a pesar de saber que no podría dormir. La localidad en donde vivia Emma no estaba a excesiva distancia, con lo que pensó que mejor al día siguiente ya que no era cuestión de llegar de madrugada y encontrar a todos durmiendo, incluida la niña.
Era muy temprano cuando con el mapa en la mano y apoyado en el capó del coche buscaba impaciente el pueblecito refugio de la que fuera su esposa
--¡ Pero ni siquiera viene en el mapa...!
Al fin se dispuso a partir, preguntaría en una gasolinera. De esta forma tomó el camino de Belesfield. Llegó al pueblo a media mañana y se dirigió derecho a la dirección que Maggie le había apuntado. El corazón le latía apresuradamente en el pecho y los nervios estaban a punto de estallar.
--Maggie ¿ puedes abrir ? creo que han llamado y yo estoy bañando a la niña, hazme el favor y ve a ver quién es
--Ya voy, un momento - Al abrir la puerta se encontró frente a frente con James
--No creí que viniera tan pronto
--¿Cree que podía esperar? ¿Dónde está?
--Está con la niña en el baño. Venga le diré dónde es.
James abrió la puerta de par en par que se encontraba entornada. Nunca imaginó una imagen como aquella. Emma inclinada sobre un bebe precioso que daba sus primeras carcajadas y la madre haciéndole cosquillas en el pechito al tiempo que le hablaba en su lengua y le besaba repetidamente en las mejillas, en la frente y en la tripita. Al fín la tomó en sus brazos apretándola contra su pecho, y fue entonces cuando al girarse vio a James. Se quedó quieta, seria y sin articular palabra. Ambos se miraron fijamente y ninguno de los dos habló. Fue Emma la que se repuso y la primera en darle un saludo frio
--Dímelo tú. Creo que hay pendiente una cosa importante que tendrías que comunicarme - Miró a la niña y entonces una sonrisa tierna y amable iluminó su rostro.
--¿Puedo cogerla?
--¡ Claro !
Tomó al bebe con sumo cuidado entre sus brazos y la niña rozaba con su manita la mejilla de su padre a modo de caricia. Emma contemplaba la escena y enseguida cayó en la cuenta de que aquella presencia se la debía a Maggie
--¿Te puedo preguntar una cosa?, -dijo James --¿Cómo demonios has venido a parar aqui? Es un pueblo horrible, sin gente. ¿Aquí querías criar a nuestra hija?
--¿Tú que sabes? No te atrevas a juzgarme, no tienes ningún derecho
--¿Que no tengo derecho?... Me he tenido que enterar por otra persona que tengo una hija, y tú más que nadie sabes que eso era lo que más deseaba en el mundo. He tenido que saber de tu existencia por vallas publicitarias, pero lo que menos podía esperar es que tuviéramos una hija y yo lo ignorara. ¿Te imaginas el lío de vida que has originado con tu actitud?
--¿Yo? te recuerdo que no soy yo la que me he casado, que yo precisamente por ello no quería decirte nada; que siguieras tu camino de triunfos con la mujer que elegiste para compartir tu vida. Yo ya no quepo en ella y creo que tu hija tampoco
James se iba poniendo furioso por momentos. No podía creer lo que estaba escuchando: de manera que el culpable de ignorar lo ocurrido lera él...Era inaudito.
--¿Crees que a tu mujer le va a gustar hacerse cargo de un bebe que no es suyo?¿Te lo has planteado?
Pensé que era mejor que todo siguiera igual y que quizás algún día...
--¡Eres increible!. Primero destrozas mi vida, y ahora me culpas de todo ello. Te advierto que no me voy a conformar. Aunque ya no formes parte de mi vida, la niña si. Voy a pelear por ella, al menos tendré derecho a verla de vez en cuando y me importa un comino si a Lissa le gusta o no. Es mi hija y la voy a defender de todos y eso te incluye a ti.
--¡Eres increible!. Primero destrozas mi vida, y ahora me culpas de todo ello. Te advierto que no me voy a conformar. Aunque ya no formes parte de mi vida, la niña si. Voy a pelear por ella, al menos tendré derecho a verla de vez en cuando y me importa un comino si a Lissa le gusta o no. Es mi hija y la voy a defender de todos y eso te incluye a ti.
--Quiero que sepas que nunca te negaré el que puedas verla, pero tendrás que desplazarte hasta aquí, porque yo no voy a volver a Nueva York
--¿Tienes a alguien en tu vida, por qué no quieres irte de este horrendo lugar? ¡No hay nada!
--Te equivocas, tengo a una amiga que para mi ha sido como mi madre. Me vi sola, embarazada, inexperta y en un pueblo en el que yo era la protagonista en todas las tertulias ¿quién será, de dónde vendrá, de quién es el hijo que lleva dentro? Todo lo soporté, pero no fue agradable. No culpo de ello a nadie, ni siquiera a ti porque me ofreciste ayuda y yo la rechacé, pero ahora todos me quieren y estoy a gusto. Lo que hagas con tu matrimonio es tu problema, yo no voy a interferir ni a pedir nada. Por mi, puedes estar tranquilo, ya no formas parte de mi vida.
Estas últimas palabras dolieron especialmente a James, porque ella sí formaba parte de la vida de él, pero no dijo nada. Siguieron con reproches agrios más por la ansiedad que sentían que por sentimientos. Después de dos horas largas de reproches y quejas cortaron la conversación sin siquiera aproximarse. De repente eran dos extraños llenos de rencor. Cada uno echaba la culpa al otro, y ninguno de los dos conseguía sosegarse. James optó por irse. Besó en la cabecita a la niña y a Emma le lanzó una furibunda mirada en la que expresaba todo su dolor. Dio un portazo a la puerta y antes de arrancar el coche, le lanzó como un latigazo esta sentencia
--Tendrás noticias mías en breve. No creas que esto se queda así.
Maggie salió de la habitación en donde estaba refugiada lejos de la pareja que acababa de separarse de mala manera.
--No digas nada,- le dijo Emma que dándole la niña salió apresurada de la habitación.
James llegó en la mitad de tiempo previsto. Iba por la carretera a mucha velocidad. Estaba furioso, enfadado. El volver a ver a Emma y a la niña le había descompuesto el rostro. Había tratado de controlarse pero al final había contenido por tanto tiempo el dolor que no lo pudo aguantar. Encontró a Emma distinta, sin duda había sido una experiencia que le había hecho madurar.Tenía las mismas bonitas facciones pero no eran tan infantiles, no había sonreído ni una sola vez y sus ojos estaban brillantes como esperando algo para romper a llorar. Sin embargo no lo hizo al menos delante de él.
Emma encontró a James con las rostro crispado. En sus ojos ya no quedaba ni rastro de ternura, no la miraba con cariño como antes lo hacía, sino con un enorme rencor y algunos hilillos blancos empezaban a asomar por sus sienes. Sin embargo era demasiado jóven como para tener canas.
Lissa le esperaba impaciente y alarmada. Sabía que no iba a ser una entrevista fácil y estaba preparada para lo que él dispusiera. Se había convertido en toda su vida desde que empezaron a convivir; Para ella James era el marido que siempre había querido tener y que cuando lo había conseguido iba a ser cuando lo perdiera, pero oficialmente no eran nada, solamente les unía, a ella el amor, y a él su refugio para olvidar a aquella mujer que no había dejado de atormentarle ni un sólo día.Sabía que su relación había comenzado por intereses mutuos; ella porque se encaprichó de él al principio, y James como refugio, y porqué no decirlo, porque con sus amistades le abrió las puertas que necesitaba para su carrera. No existía contrato entre ambos, pero tácitamente él sabía que para compensar su ayuda, debía hacerla feliz, de la única manera que ella lo concebía y era acostándose con él todas las noches, hacerle amor, y acompañarla a las recepciones a las que acudiera. En un principio fue su consentido, aunque no pagó nunca un centavo por su compañia. Sabía que tenía el corazón destrozado, y conservaba la esperanza de que algún día se diera cuenta que estaba conviviendo con un amor sincero. Pero él no tenía ojos más que para Emma. Nunca le reprochó nada, nunca le dijo nada, ni siquiera cuando hacían el amor y algunas veces se le escapa el nombre de su mujer, y entonces sus caricias eran más apasionadas y su excitación más alta. Pero quería olvidarlo y no escuchar a su cabeza que le decía que eso no era posible. Sólo oía los latidos de su corazón, y a él hacia caso.
James entró hecho una furia y emprendió escaleras arriba en dirección a su habitación. Ella le aguardaba en la biblioteca y a pesar de que salió a su encuentro, no se atrevió a preguntar absolutamente nada. Bastaba con ver su rostro para saber que no había ido nada bien.
Ella acababa de regresar de San Francisco y esperaba impaciente la llegada de él, aunque esperaba que no fuera tan ´rápido Era mejor esperar a que se calmase y entonces, estaba segura que él mismo le contaría cómo había ido todo. Pero todo fue mal y de nuevo se verían delante de un juez, pero esta vez él no iba a ceder. Se trataba de Rosalyn y tenia derecho a disfrutar de su hija. Pensó que quizás ella argumentara el por qué de que esa niña estuviera en el mundo, pero al tiempo sabía que no se opondría a que la viera. Pero quería recuperar el tiempo que le había robado: el embarazo y los seis meses de vida de la chiquitina. Para ello pedía a través de su abogado pasar por lo menos la mitad de ese tiempo ininterrumpidamente junto a su hija. También le preocupaba Lissa, ya no tenía edad para ocuparse de un bebe que, además, no era suyo. No estaba acostumbrada y por otro lado le dolía enormemente separar a la niña de su madre a tan corta edad.
Sus pensamientos fueron cortados por la entrada del juez en la estancia. Le relató con todo detalle lo ocurrido en los últimos tiempos entre Emma y él, sin omitir nada. El juez una vez le hubo escuchado, les citó para el día siguiente; quería meditar con sumo cuidado todo lo que le había relatado y sopesar imparcialmente los detalles. El estaba a favor de la madre, pero el padre había sido víctima de su propio error y estaba arrepentido de ello y dispuesto a luchar por recuperar el tiempo perdido.
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