La despedida fue inquietante para ambos. Richard debía seguir su periplo de presentaciones y Rose acudir a su trabajo. Tardarían tiempo en verse. Por distintos motivos, ambos se les notaba preocupados y pesarosos por la separación:
- Te llamaré siempre que tenga un hueco libre, te lo prmeto- la decía él
- No hagas promesas que no puedas cumplir. Sé que vas con los minutos contados, así que no te preocupes por mi
- Si no me preocupo por tí ¿ por quién he de hacerlo?
- El haber pasado una noche juntos no te obliga a nada- respondió ella
-Es que esa noche fue importante..., al menos para mi
Rose le miró y no dijo nada. Por su cabeza daban vueltas mil dudas, reproches e incertidumbres. Había sido algo extraordinario en su vida, pero también sabía, que él había tenido otras noches importantes, tanto, que pensaba unirse a una mujer que compartió su casa y su vida.. No debía olvidarlo y tenerlo siempre presente. No quería destrozar vidas ni romper compromisos. El no se daba cuenta de ello, y por tanto se olvidaría de todo así pasaran veinticuatro horas.
Camino de su hotel, Richard analizaba lo sucedido aquella noche, y los sentimientos que albergaba y que había descubierto de improviso. No renunciaría a Rose por nada del mundo. Acababa de descubrir el verdadero amor, ese que se entrega incondicionalmente, sin exigencias a cambio, sólo dando amor, y ella se lo había dado todo. ¿ Cómo no se había dado cuenta antes ?¿ Cómo podía estar tan ciego y no comprender las señales que Rose le había lanzado durante todo este tiempo?. Pero había otro problema añadido Daphne. hablaría con ella en cuanto fuese posible. Ya no se veian con la frecuencia que al principio, y la excusa había sido sus promociones y el trabajo de ella, pero la realidad era, que los días de vino y rosas habían llegado a su fin hacía tiempo. No obstante, creyó era su obligación dar por finalizada su vida amorosa de la mejor manera posible. Y lo haría nada más llegar a Londres, a su regreso , después de que terminen los compromisos adquiridos..
Al llegar por la noche a su casa, Rose, dudó en conectar el botón del contestador . Le daba miedo por si, como esperaba, no hubiera ningún mensaje, o quizá estaba más intrigada por lo que la diría, si es que lo hubiera. Y decidida pulsó el botón, y tras un pitido pudo escuchar su voz:
"Rose, estoy en Gales. He hecho un paréntesis y he querido decirte que todo va bien, muy bien. No sé si podré volver a contactar contigo. Tengo invitaciones y compromisos, pero no quería pasase el día sin que lo supieras".
Lo puso hasta tres veces. No sabía si estaba contenta o por el contrario lamentaba esa llamada. La noche que pasaron juntos había sido apasionada, pero ni una sola vez le había dicho que la amaba. Estaba claro que había sido una noche como tantas las que él pudiera tener, y por mucho que le doliera, debía dejarlo atrás porque no estaba destinado a ella.
Habían pasado dos semanas de su paso por Birmingham y no esperaba volver a verle. Todo había sido un encuentro casual. Recibía a menudo mensajes en el contestador que ella no devolvía; necesitaba distanciarse para tratar de olvidar lo vivido. Un timbrazo la hizo mirar el reloj ¿ quién sería a esas horas? Abrió la puerta y frente a ella estaba Richard, que al terminar su tourneé había decidido volver a esa ciudad para verla..
- ¿ Qué haces aquí ?
- ¿ Que qué hago aquí ? Deseaba verte. He terminado la peregrinación y quiero pasar contigo unos días. No estaré mucho; tengo que regresar a Londres, pero... Te he echado de menos.
La besó suavemente y ella correspondió. Era una visita inesperada que llenó de alegría su corazón, máxime cuando hubo pensado que no volvería a verle. Pero allí le tenía,. abrazándola con ternura y diciéndola que quería verla. Acariciaba sus mejilla suavemente, mirándola como para convencerse de que la tenía delante. Su mirada era tierna, elocuente sin palabras.
Se despertó temprano, a pesar de la vigilia que con su encuentro habían mantenido. Al igual que la primera vez, volvió a repetirse la explosión de ardiente pasión en ambos. Se complementaban y conocían muy bien lo que uno quería del otro, sin apenas decirlo, sólo con la mirada. Se sentía feliz y contenta. Había regresado a su lado ¿ era señal de amor o de que su sexo juntos era diferente? No quería pensarlo. Sólo que estaba allí a su lado abrazando su cintura.
Despacio salió de la cama: tenía que acudir al trabajo, le escribió una nota y se la dejó en un sitio visible: encima de su almohada. Le daba instrucciones de donde podía localizar todo si algo necesitara, y al final unos dibujitos y dulces palabras de amor. De ese amor que la desbordaba en el pecho desde hacía tiempo. Y que no había ni siquiera pensado, que él pudiera sentir lo mismo.
Pasaron tres días increíbles en el que ambos rebosaban amor y sensualidad, pero la realidad se impuso y hubo de volver al trabajo.
- En cuanto solucione algunos asuntos, volveré. Pórtate bien y échame de menos - La dijo mientras se despedían.
Hablaban cada noche largamente. Se contaban lo sucedido en su trabajo. Richard todo lo que había escrito y la decía que era su fuente de inspiración. Nuevamente tuvo que ausentarse durante unos días y nuevamente a su egreso estuvieron juntos. Aquello tenía visos de una relación distinta, formal y duradera. Se amaban y no necesitaban más que estar juntos. Y comenzó a escuchar las palabras de amor que brotaban de los labios de él, y que ella no había escuchado hasta el momento.
- Quiero estar contigo siempre. No me bastan dos o tres días que pasemos a mi regreso de algún viaje. Quiero dormir contigo, despertarme a tu lado, cada mañana, cada día. Que compartamos juntos todos los momentos que vivamos. Te quiero Rose; nunca pensé que alguien llegara a ser el centro de mi existencia, pero en ella estás tú y quiero que lo estés siempre. Si no puedes vivir en Londres, vendré a vivir contigo. Mi trabajo consiste en escribir y tanto me da aquí o en cualquier otro lugar, pero quiero tenerte cerca.
- Pero Richard, es muy precipitado. El convivir es complicado y nosotros sólo nos conocemos de unos pocos días.
-Bien, pues vivamos juntos, si es eso lo que te preocupa. Pero no puedo renunciar a tí, ni conformarme con un par de días cada cierto tiempo. Te necesito a mi lado, ya te lo he dicho.
Entablaron una discusión en la que ambos expusieron sus puntos de vista, pero al final venció el amor. Rose dejaría su trabajo y se instalaría en Londres; vivirian en el apartamento de él, y si pasado un tiempo las cosas marchaban como esperaban, lo harían oficial, uniéndose en matrimonio. Era la mejor decisión adoptada y ambos estaban rebosantes de felicidad. De momento, ella sería su correctora y asistente personal, así no se separarían aunque tuvieran que viajar.
- Hay otra cosa, Richard
-¿ Y qué es ?- respondió él
-Daphne
- Ese asunto está solucionado. No debes preocuparte por ello. Lo entendió, pero ¿ sabes por qué ? Porque sabía tan bien como yo, que lo nuestro tuvo su tiempo, pero eso ya queda lejos, muy lejos. Ella tiene otro amor que ocupa sus dias y yo también que ocupa mis dias, mis noches, mis amaneceres y toda mi vida. Tú, Rose. Eres ese centro que necesitaba.
Y de esta forma, el tiempo transcurría. En su horizonte todo era diáfano, sin nubes. Sólo había lugar para el trabajo y el amor. Rose le llevaba la agenda perfectamente, y él se dedicaba a escribir desde la mañana, muy temprano, hasta la hora de la merienda, haciendo un paréntesis para el almuerzo. Ese horario era sagrado, porque de su realización dependían muchas cosas, especialmente su trabajo en la plasmación en el papel de las ideas que brotaban de su imaginación.
Para ello necesitaba aislarse y silencio absoluto, para que nada ni nadie le distrajera. Pero a partir de las cinco de la tarde, le pertenecía por completo a Rose. Merendaban juntos, o paseaban e incluso salían a cenar alguna noche. Llevaban una vida retirada del mundanal ruido, pero era una vida que ellos habían elegido, y por tanto eran absolutamente felices.
,
Habían transcurrido varios meses desde que decidieran vivir juntos, cuando una tarde , mientras contemplaban el chisporrotear del fuego en la chimenea, Richard la pidió que se casara con él.
- Pero amor, ya somos marido y mujer. Llevamos juntos mucho tiempo
-Si, pero lo quiero legal, a la luz del día. Saber que serás mía para siempre
- Está bien, seré tu esposa ¿ Por qué has tardado tanto en pedírmelo? - Ambos rieron abrazados. Sabían que no necesitaban papeles para sentirse unidos de por vida, pero, de acuerdo, lo harían legal ante todos.
- Te llamaré siempre que tenga un hueco libre, te lo prmeto- la decía él
- No hagas promesas que no puedas cumplir. Sé que vas con los minutos contados, así que no te preocupes por mi
- Si no me preocupo por tí ¿ por quién he de hacerlo?
- El haber pasado una noche juntos no te obliga a nada- respondió ella
-Es que esa noche fue importante..., al menos para mi
Rose le miró y no dijo nada. Por su cabeza daban vueltas mil dudas, reproches e incertidumbres. Había sido algo extraordinario en su vida, pero también sabía, que él había tenido otras noches importantes, tanto, que pensaba unirse a una mujer que compartió su casa y su vida.. No debía olvidarlo y tenerlo siempre presente. No quería destrozar vidas ni romper compromisos. El no se daba cuenta de ello, y por tanto se olvidaría de todo así pasaran veinticuatro horas.
Camino de su hotel, Richard analizaba lo sucedido aquella noche, y los sentimientos que albergaba y que había descubierto de improviso. No renunciaría a Rose por nada del mundo. Acababa de descubrir el verdadero amor, ese que se entrega incondicionalmente, sin exigencias a cambio, sólo dando amor, y ella se lo había dado todo. ¿ Cómo no se había dado cuenta antes ?¿ Cómo podía estar tan ciego y no comprender las señales que Rose le había lanzado durante todo este tiempo?. Pero había otro problema añadido Daphne. hablaría con ella en cuanto fuese posible. Ya no se veian con la frecuencia que al principio, y la excusa había sido sus promociones y el trabajo de ella, pero la realidad era, que los días de vino y rosas habían llegado a su fin hacía tiempo. No obstante, creyó era su obligación dar por finalizada su vida amorosa de la mejor manera posible. Y lo haría nada más llegar a Londres, a su regreso , después de que terminen los compromisos adquiridos..
Al llegar por la noche a su casa, Rose, dudó en conectar el botón del contestador . Le daba miedo por si, como esperaba, no hubiera ningún mensaje, o quizá estaba más intrigada por lo que la diría, si es que lo hubiera. Y decidida pulsó el botón, y tras un pitido pudo escuchar su voz:
"Rose, estoy en Gales. He hecho un paréntesis y he querido decirte que todo va bien, muy bien. No sé si podré volver a contactar contigo. Tengo invitaciones y compromisos, pero no quería pasase el día sin que lo supieras".
Lo puso hasta tres veces. No sabía si estaba contenta o por el contrario lamentaba esa llamada. La noche que pasaron juntos había sido apasionada, pero ni una sola vez le había dicho que la amaba. Estaba claro que había sido una noche como tantas las que él pudiera tener, y por mucho que le doliera, debía dejarlo atrás porque no estaba destinado a ella.
Habían pasado dos semanas de su paso por Birmingham y no esperaba volver a verle. Todo había sido un encuentro casual. Recibía a menudo mensajes en el contestador que ella no devolvía; necesitaba distanciarse para tratar de olvidar lo vivido. Un timbrazo la hizo mirar el reloj ¿ quién sería a esas horas? Abrió la puerta y frente a ella estaba Richard, que al terminar su tourneé había decidido volver a esa ciudad para verla..
- ¿ Qué haces aquí ?
- ¿ Que qué hago aquí ? Deseaba verte. He terminado la peregrinación y quiero pasar contigo unos días. No estaré mucho; tengo que regresar a Londres, pero... Te he echado de menos.
La besó suavemente y ella correspondió. Era una visita inesperada que llenó de alegría su corazón, máxime cuando hubo pensado que no volvería a verle. Pero allí le tenía,. abrazándola con ternura y diciéndola que quería verla. Acariciaba sus mejilla suavemente, mirándola como para convencerse de que la tenía delante. Su mirada era tierna, elocuente sin palabras.
Se despertó temprano, a pesar de la vigilia que con su encuentro habían mantenido. Al igual que la primera vez, volvió a repetirse la explosión de ardiente pasión en ambos. Se complementaban y conocían muy bien lo que uno quería del otro, sin apenas decirlo, sólo con la mirada. Se sentía feliz y contenta. Había regresado a su lado ¿ era señal de amor o de que su sexo juntos era diferente? No quería pensarlo. Sólo que estaba allí a su lado abrazando su cintura.
Despacio salió de la cama: tenía que acudir al trabajo, le escribió una nota y se la dejó en un sitio visible: encima de su almohada. Le daba instrucciones de donde podía localizar todo si algo necesitara, y al final unos dibujitos y dulces palabras de amor. De ese amor que la desbordaba en el pecho desde hacía tiempo. Y que no había ni siquiera pensado, que él pudiera sentir lo mismo.
Pasaron tres días increíbles en el que ambos rebosaban amor y sensualidad, pero la realidad se impuso y hubo de volver al trabajo.
- En cuanto solucione algunos asuntos, volveré. Pórtate bien y échame de menos - La dijo mientras se despedían.
Hablaban cada noche largamente. Se contaban lo sucedido en su trabajo. Richard todo lo que había escrito y la decía que era su fuente de inspiración. Nuevamente tuvo que ausentarse durante unos días y nuevamente a su egreso estuvieron juntos. Aquello tenía visos de una relación distinta, formal y duradera. Se amaban y no necesitaban más que estar juntos. Y comenzó a escuchar las palabras de amor que brotaban de los labios de él, y que ella no había escuchado hasta el momento.
- Quiero estar contigo siempre. No me bastan dos o tres días que pasemos a mi regreso de algún viaje. Quiero dormir contigo, despertarme a tu lado, cada mañana, cada día. Que compartamos juntos todos los momentos que vivamos. Te quiero Rose; nunca pensé que alguien llegara a ser el centro de mi existencia, pero en ella estás tú y quiero que lo estés siempre. Si no puedes vivir en Londres, vendré a vivir contigo. Mi trabajo consiste en escribir y tanto me da aquí o en cualquier otro lugar, pero quiero tenerte cerca.
- Pero Richard, es muy precipitado. El convivir es complicado y nosotros sólo nos conocemos de unos pocos días.
-Bien, pues vivamos juntos, si es eso lo que te preocupa. Pero no puedo renunciar a tí, ni conformarme con un par de días cada cierto tiempo. Te necesito a mi lado, ya te lo he dicho.
Entablaron una discusión en la que ambos expusieron sus puntos de vista, pero al final venció el amor. Rose dejaría su trabajo y se instalaría en Londres; vivirian en el apartamento de él, y si pasado un tiempo las cosas marchaban como esperaban, lo harían oficial, uniéndose en matrimonio. Era la mejor decisión adoptada y ambos estaban rebosantes de felicidad. De momento, ella sería su correctora y asistente personal, así no se separarían aunque tuvieran que viajar.
- Hay otra cosa, Richard
-¿ Y qué es ?- respondió él
-Daphne
- Ese asunto está solucionado. No debes preocuparte por ello. Lo entendió, pero ¿ sabes por qué ? Porque sabía tan bien como yo, que lo nuestro tuvo su tiempo, pero eso ya queda lejos, muy lejos. Ella tiene otro amor que ocupa sus dias y yo también que ocupa mis dias, mis noches, mis amaneceres y toda mi vida. Tú, Rose. Eres ese centro que necesitaba.
Y de esta forma, el tiempo transcurría. En su horizonte todo era diáfano, sin nubes. Sólo había lugar para el trabajo y el amor. Rose le llevaba la agenda perfectamente, y él se dedicaba a escribir desde la mañana, muy temprano, hasta la hora de la merienda, haciendo un paréntesis para el almuerzo. Ese horario era sagrado, porque de su realización dependían muchas cosas, especialmente su trabajo en la plasmación en el papel de las ideas que brotaban de su imaginación.
Para ello necesitaba aislarse y silencio absoluto, para que nada ni nadie le distrajera. Pero a partir de las cinco de la tarde, le pertenecía por completo a Rose. Merendaban juntos, o paseaban e incluso salían a cenar alguna noche. Llevaban una vida retirada del mundanal ruido, pero era una vida que ellos habían elegido, y por tanto eran absolutamente felices.
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Habían transcurrido varios meses desde que decidieran vivir juntos, cuando una tarde , mientras contemplaban el chisporrotear del fuego en la chimenea, Richard la pidió que se casara con él.
- Pero amor, ya somos marido y mujer. Llevamos juntos mucho tiempo
-Si, pero lo quiero legal, a la luz del día. Saber que serás mía para siempre
- Está bien, seré tu esposa ¿ Por qué has tardado tanto en pedírmelo? - Ambos rieron abrazados. Sabían que no necesitaban papeles para sentirse unidos de por vida, pero, de acuerdo, lo harían legal ante todos.
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