Se despertó temprano, se desperezó y pensó largamente en la noche anterior; se reafirmó en ello y se levantó decidido . Hizo la maleta, cogió su portátil y cerró su casa. No sabía el tiempo que estaría ausente. Había pensado buscar un lugar pequeño, aislado y tranquilo, en el que reinase paz en el ambiente que le permitiera escribir, y escribir, sin tener tras de sí ni las urgencias editoriales, ni la bulliciosa ciudad. Quizá más adelante contactaría con la editorial; no les diría nada del verdadero motivo que le había impulsado a tomar esa decisión. Le daba lo mismo si les gustaba como si no. Se trataba de su vida, de su futuro y, por nada del mundo permitiría que mangoneasen en ella.
Antes de poner el coche en marcha, desplegó un plano y cerrando los ojos, pasó su dedo índice por una zona costera de Inglaterra, y allí, ante sus ojos destacó un nombre: Condado de Cornuelles, y más concretamente Porthleven. Miró la descripción del lugar, y satisfecho observó que era un pueblo de pescadores, con pocos habitantes, que no llegaban a cuatro mil.
Justo lo que buscaba. Y hacia allí se dirigió, sin prisas, sin agobios. Si se sintiera cansado, pararía en cualquier lugar en donde hubiera un hotel o algún sitio limpio para pernoctar; al día siguiente seguiría camino. Se había propuesto no tener prisas por nada y para nada. Miró su reloj y comprobó que era muy temprano; desayunó en una cafetería y a continuación tomo la autopista que le llevaría al lugar elegido al azar. Más de cuatro horas tardaría en llegar. Comería por el camino y pernoctaría en el pueblo. Al día siguiente se orientaría y trataría de ver alguna casa que le interesara.
Estaba deseando instalarse y ponerse nuevamente a escribir. Era su pasión, y su medio de vida. Desde niño escribía pequeños relatos de sus compañeros de colegio. Algún poema referente a alguna chica que le enamorara, y fue entonces cuando decidió que sería escritor. El amor que le inspirara la chiquilla de catorce años y él dieciséis fue lo que le reafirmo. Por las noches la dedicaba pensamientos, poemas, que nunca llegó a entregarle. Sonrió al pensar en ello, cuando al terminar ese curso, ella cambió a otro lugar de residencia y le dejó con el corazón roto.Tan solo unos meses duró su tristeza, cuando conoció a Cecilia, una chica cubana que estaba como acompañante de su abuela, en la casa de verano. Ella vivía en Irlanda, por tanto, su relación amorosa duró lo que las vacaciones de aquel año. Había tenido varias relaciones, a medida que iba creciendo. Unas duraron más, otras menos, pero ninguna lo suficientemente seria como para hacerle pensar en una familia.
- Eso no va conmigo - comentaba con sus amigos cada vez que alguno de ellos decía que tenía novia.
Estudió Filosofía y Letras, y de este modo consiguió su sueño.
¿Quién y cómo era Richard Foster? De origen británico había nacido en Londres hacía 34 años. Huérfano de padres, criado y educado por una hermana de su madre, que le inculcó disciplina desde el principio. Pertenecía a una familia bastante acomodada, y eso le permitió dedicarse de pleno a los estudios. Y fue un alumno ejemplar que nunca obtuvo ningún suspenso.Había elegido una carrera larga y difícil, pero no le importaba el tiempo que ocupara en ello. Quería escribir y para ello debía prepararse. Y con treinta años obtuvo su licenciatura. Impartió clase en Oxford por medio de una amistad de su tia, pero sólo estuvo un curso porque la enseñanza le impedía su verdadera pasión , y decidió dedicarse a escribir simplemente.
Tuvo suerte, porque estaba capacitado para ello, y era muy inteligente. Su primera novela fue todo un éxito y a su correo llegaban ofertas de varias editoriales, hasta su primer fracaso que ya conocemos, pero no perdió los ánimos en ningún momento, a sabiendas que vendrían otros reveses, ya que todo en la vida no son sólo triunfos.
Y hasta él llegó el aire salino de la cercanía del mar. Desde lejos se veía un paisaje bucólico, pintoresco y agradable, que le satisfizo a primera vista. Entro por la carretera general que le conduciría directamente al centro del pueblo, que a esas horas se retiraba para cenar y descansar. Decidió ir al día siguiente hasta el puerto. Debía ambientarse cuanto antes, aunque tenía la sensación de que aquí el reloj se detendría y sus manecillas no irían a la misma velocidad que en la ciudad.
Dio una vuelta, entro en un pub, tomó una cerveza y decidió ir al hotel. Aunque el viaje lo había realizado con calma, la carretera y su propia excitación, le cansaban. Preguntó dónde había un buen hotel, y hacia allí se dirigió. El coche había quedado en un aparcamiento; tenía la impresión de que poco iba a necesitarlo. Acostumbrado como estaba a las grandes distancias londinenses, el llegar en unos minutos a todos los sitios que desearas ir, era una novedad bastante notable para él.
Todo lo miraba con curiosidad. Todo le era extraño y muy diferente a la visión de la calle donde vivía en Londres. Aquí, en la calle principal, había comercios de todo tipo, con flores, pequeños, pero muy coquetos y alegres. Le agradó ese primer vistazo del que sería a partir de entonces su lugar de residencia.
Camino del hotel, vio el anuncio de una inmobiliaria que alquilaba y vendía casas y cottage. Miró alrededor para orientarse, tomó nota del lugar, y decidió que al día siguiente volvería a ver qué tenían para ofrecerle. Necesitaba una casa cuanto antes para situarse de una vez y comenzar a trabajar.
Y se puede decir que esa noche durmió a pierna suelta. El silencio contribuyó a ello, acostumbrado como estaba a las sirenas de policía, ambulancias o incluso bomberos, que circulaban de día y de noche, por las calles de la gran ciudad. Se despertó temprano con el canto de algún gallo cercano, proveniente de alguna casa o granja. Aunque no había visto muchas por la carretera cuando se dirigía hacia el pueblo, no obstante, pensó que alguna habría, aunque fuera pequeña.
Y ya en la calle, tuvo que hacer algo de tiempo para que la inmobiliaria abriera sus puertas, lo que le valió dar una vuelta y conocer mejor el pueblo. Al cabo de media hora, pensó que ya habrían abierto y se encaminó nuevamente hacia la agencia que le proporcionaría su vivienda.
Al frente de ella, enfrascada en la pantalla de su ordenador, había una joven, a la que saludó a su entrada en el establecimiento. Ella correspondió al saludo y requirió de él los datos para buscarle un hogar donde vivir. Le mostró varias casas, de arquitectura actual, pero él deseaba algo típico de la zona, y no le importaba si fuera un cottage. La muchacha mostró su mejor sonrisa, algo que impactó a Richard Era verdaderamente bonita y simpática.
Eligió dos: un cottage y una casa típica inglesa. Su único requisito es que estuviera algo apartada del casco urbano y que tuviera las comodidades del siglo XXI, pero el clasicismo de antaño. Fueron en el coche de ella y primero vieron el cottage, que le dejó encantado.
Se hubiera quedado con él en el momento, pero después de haberse molestado en buscarle algo que se le acomodase, creyó oportuno visitar también la otra dirección. Y fue acertada la decisión, porque era un poco más amplia, con las comodidades requeridas, y además era preciosa. Sin dudarlo, la eligió, y volvieron a las oficinas para formalizar la operación. Rechazó el alquiler y la adquirió en propiedad. Siempre tendría un lugar en el que descansar o inspirarse si volviera a tener necesidad de ausentarse de Londres.
Le entregó un borrador de compra-venta, en el que describió cómo era el inmueble. Las garantías que tenía por si alguna anomalía surgiera al habitarla. El precio, aunque algo elevado, entraba dentro de los cálculos que se había hecho, así que, en principio, todo era conforme.
-Tendrá que ir al Notario esta tarde y allí cerraremos la operación definitiva. Le daré una copia de la llave y así podrá verla con más detenimiento antes de firmar la escritura de compra, si le parece bien. La casa se revisó a fondo cuando nos hicimos cargo de gestionarla, de modo que no creo tenga ninguna pega, pero si surgiera algo, ha de saber que tiene garantía de un año, por algún desperfecto., ya sabe ¿ De acuerdo?
- Totalmente, señorita....
- Oh, perdón. Ni siquiera le he dicho mi nombre. Soy Rose Gibson. Le daré mi tarjeta por si tuviera algo que consultar, aunque yo estaré presente ante el Notario para formalizar la operación. Bien, pues si no se le ofrece nada más, nos veremos esta tarde a las cuatro ¿ le parece?
- Perfecto señorita Rose, y si, voy a acercarme ahora y verla más detenidamente.
-Pues hasta luego.
- Hasta luego.
Al salir quedó admirado de lo fácil que había sido todo, y la rapidez con que todo se había solucionado. En la ciudad hubiera tardado días.Ignoraba si es que en este lugar todo era así de sencillo, o que la empleada de la inmobiliaria era excelente profesional.
- Claro que aquí, pocas casas venderán entre los vecinos.-. Rió y andando, recreándose viendo el lugar, fue andando hasta llegar a la que a partir de esa tarde, sería su casa.
Antes de poner el coche en marcha, desplegó un plano y cerrando los ojos, pasó su dedo índice por una zona costera de Inglaterra, y allí, ante sus ojos destacó un nombre: Condado de Cornuelles, y más concretamente Porthleven. Miró la descripción del lugar, y satisfecho observó que era un pueblo de pescadores, con pocos habitantes, que no llegaban a cuatro mil.
Justo lo que buscaba. Y hacia allí se dirigió, sin prisas, sin agobios. Si se sintiera cansado, pararía en cualquier lugar en donde hubiera un hotel o algún sitio limpio para pernoctar; al día siguiente seguiría camino. Se había propuesto no tener prisas por nada y para nada. Miró su reloj y comprobó que era muy temprano; desayunó en una cafetería y a continuación tomo la autopista que le llevaría al lugar elegido al azar. Más de cuatro horas tardaría en llegar. Comería por el camino y pernoctaría en el pueblo. Al día siguiente se orientaría y trataría de ver alguna casa que le interesara.
Estaba deseando instalarse y ponerse nuevamente a escribir. Era su pasión, y su medio de vida. Desde niño escribía pequeños relatos de sus compañeros de colegio. Algún poema referente a alguna chica que le enamorara, y fue entonces cuando decidió que sería escritor. El amor que le inspirara la chiquilla de catorce años y él dieciséis fue lo que le reafirmo. Por las noches la dedicaba pensamientos, poemas, que nunca llegó a entregarle. Sonrió al pensar en ello, cuando al terminar ese curso, ella cambió a otro lugar de residencia y le dejó con el corazón roto.Tan solo unos meses duró su tristeza, cuando conoció a Cecilia, una chica cubana que estaba como acompañante de su abuela, en la casa de verano. Ella vivía en Irlanda, por tanto, su relación amorosa duró lo que las vacaciones de aquel año. Había tenido varias relaciones, a medida que iba creciendo. Unas duraron más, otras menos, pero ninguna lo suficientemente seria como para hacerle pensar en una familia.
- Eso no va conmigo - comentaba con sus amigos cada vez que alguno de ellos decía que tenía novia.
Estudió Filosofía y Letras, y de este modo consiguió su sueño.
¿Quién y cómo era Richard Foster? De origen británico había nacido en Londres hacía 34 años. Huérfano de padres, criado y educado por una hermana de su madre, que le inculcó disciplina desde el principio. Pertenecía a una familia bastante acomodada, y eso le permitió dedicarse de pleno a los estudios. Y fue un alumno ejemplar que nunca obtuvo ningún suspenso.Había elegido una carrera larga y difícil, pero no le importaba el tiempo que ocupara en ello. Quería escribir y para ello debía prepararse. Y con treinta años obtuvo su licenciatura. Impartió clase en Oxford por medio de una amistad de su tia, pero sólo estuvo un curso porque la enseñanza le impedía su verdadera pasión , y decidió dedicarse a escribir simplemente.
Tuvo suerte, porque estaba capacitado para ello, y era muy inteligente. Su primera novela fue todo un éxito y a su correo llegaban ofertas de varias editoriales, hasta su primer fracaso que ya conocemos, pero no perdió los ánimos en ningún momento, a sabiendas que vendrían otros reveses, ya que todo en la vida no son sólo triunfos.
Y hasta él llegó el aire salino de la cercanía del mar. Desde lejos se veía un paisaje bucólico, pintoresco y agradable, que le satisfizo a primera vista. Entro por la carretera general que le conduciría directamente al centro del pueblo, que a esas horas se retiraba para cenar y descansar. Decidió ir al día siguiente hasta el puerto. Debía ambientarse cuanto antes, aunque tenía la sensación de que aquí el reloj se detendría y sus manecillas no irían a la misma velocidad que en la ciudad.
Dio una vuelta, entro en un pub, tomó una cerveza y decidió ir al hotel. Aunque el viaje lo había realizado con calma, la carretera y su propia excitación, le cansaban. Preguntó dónde había un buen hotel, y hacia allí se dirigió. El coche había quedado en un aparcamiento; tenía la impresión de que poco iba a necesitarlo. Acostumbrado como estaba a las grandes distancias londinenses, el llegar en unos minutos a todos los sitios que desearas ir, era una novedad bastante notable para él.
Todo lo miraba con curiosidad. Todo le era extraño y muy diferente a la visión de la calle donde vivía en Londres. Aquí, en la calle principal, había comercios de todo tipo, con flores, pequeños, pero muy coquetos y alegres. Le agradó ese primer vistazo del que sería a partir de entonces su lugar de residencia.
Camino del hotel, vio el anuncio de una inmobiliaria que alquilaba y vendía casas y cottage. Miró alrededor para orientarse, tomó nota del lugar, y decidió que al día siguiente volvería a ver qué tenían para ofrecerle. Necesitaba una casa cuanto antes para situarse de una vez y comenzar a trabajar.
Y se puede decir que esa noche durmió a pierna suelta. El silencio contribuyó a ello, acostumbrado como estaba a las sirenas de policía, ambulancias o incluso bomberos, que circulaban de día y de noche, por las calles de la gran ciudad. Se despertó temprano con el canto de algún gallo cercano, proveniente de alguna casa o granja. Aunque no había visto muchas por la carretera cuando se dirigía hacia el pueblo, no obstante, pensó que alguna habría, aunque fuera pequeña.
Y ya en la calle, tuvo que hacer algo de tiempo para que la inmobiliaria abriera sus puertas, lo que le valió dar una vuelta y conocer mejor el pueblo. Al cabo de media hora, pensó que ya habrían abierto y se encaminó nuevamente hacia la agencia que le proporcionaría su vivienda.
Al frente de ella, enfrascada en la pantalla de su ordenador, había una joven, a la que saludó a su entrada en el establecimiento. Ella correspondió al saludo y requirió de él los datos para buscarle un hogar donde vivir. Le mostró varias casas, de arquitectura actual, pero él deseaba algo típico de la zona, y no le importaba si fuera un cottage. La muchacha mostró su mejor sonrisa, algo que impactó a Richard Era verdaderamente bonita y simpática.
Eligió dos: un cottage y una casa típica inglesa. Su único requisito es que estuviera algo apartada del casco urbano y que tuviera las comodidades del siglo XXI, pero el clasicismo de antaño. Fueron en el coche de ella y primero vieron el cottage, que le dejó encantado.
Se hubiera quedado con él en el momento, pero después de haberse molestado en buscarle algo que se le acomodase, creyó oportuno visitar también la otra dirección. Y fue acertada la decisión, porque era un poco más amplia, con las comodidades requeridas, y además era preciosa. Sin dudarlo, la eligió, y volvieron a las oficinas para formalizar la operación. Rechazó el alquiler y la adquirió en propiedad. Siempre tendría un lugar en el que descansar o inspirarse si volviera a tener necesidad de ausentarse de Londres.
Le entregó un borrador de compra-venta, en el que describió cómo era el inmueble. Las garantías que tenía por si alguna anomalía surgiera al habitarla. El precio, aunque algo elevado, entraba dentro de los cálculos que se había hecho, así que, en principio, todo era conforme.
-Tendrá que ir al Notario esta tarde y allí cerraremos la operación definitiva. Le daré una copia de la llave y así podrá verla con más detenimiento antes de firmar la escritura de compra, si le parece bien. La casa se revisó a fondo cuando nos hicimos cargo de gestionarla, de modo que no creo tenga ninguna pega, pero si surgiera algo, ha de saber que tiene garantía de un año, por algún desperfecto., ya sabe ¿ De acuerdo?
- Totalmente, señorita....
- Oh, perdón. Ni siquiera le he dicho mi nombre. Soy Rose Gibson. Le daré mi tarjeta por si tuviera algo que consultar, aunque yo estaré presente ante el Notario para formalizar la operación. Bien, pues si no se le ofrece nada más, nos veremos esta tarde a las cuatro ¿ le parece?
- Perfecto señorita Rose, y si, voy a acercarme ahora y verla más detenidamente.
-Pues hasta luego.
- Hasta luego.
Al salir quedó admirado de lo fácil que había sido todo, y la rapidez con que todo se había solucionado. En la ciudad hubiera tardado días.Ignoraba si es que en este lugar todo era así de sencillo, o que la empleada de la inmobiliaria era excelente profesional.
- Claro que aquí, pocas casas venderán entre los vecinos.-. Rió y andando, recreándose viendo el lugar, fue andando hasta llegar a la que a partir de esa tarde, sería su casa.
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