El día amaneció nublado. Lo primero que hizo al despertarse, fue mirar por la ventana el paisaje que se abría ante ella: verdes prados, árboles y los balidos de algunas ovejas, no muy lejanos. Sonrió mientras sostenía entre sus manos una taza de té. Consultó el reloj y se dio cuenta que las prisas en lugares como éste no existían. Iría andando hasta el Ayuntamiento y allí la indicarían dónde debía dirigirse para incorporarse a su trabajo. Eligió para presentarse un traje con chaqueta y pantalón. No creía que fuera el más indicado para este lugar tan campestre, pero era lo más adecuado que tenía.
Odiaba los vaqueros y no contaba con ellos en su guardarropía. Parecía que la temperatura no era muy cálida, así que optó por un jersey en lugar de una blusa para debajo de la chaqueta. Cogió su bolso-cartera y decidida salió de casa. Antes de cerrar la puerta, se dio cuenta que los zapatos que llevaba tenían tacones de aguja,con lo cual el ir andando campo a través estaba descartado: no podría dar ni un paso. Volvió a entrar y cambió sus zapatos por unos sin tacones, pero las perneras del pantalón rozaban el asuelo por la diferencia de altura. Contrariada se cambió totalmente de indumentaria
- Bien empezamos el día - masculló para sí
Y nerviosa revolvió entre la ropa, cambiando por una falda y un grueso jersey. Se miró en el espejo y sonrió
- Si, esto es más adecuado, aunque para presentarse hubiera estado mejor con el primer conjunto. ¡ Cómo no se me ocurrió comprar otro tipo de calzado ! En fin, mejor no pensar en detalles. Date prisa, de temprano vas a hacer tarde.- Dio un último vistazo a su figura y sonrió.
Llegó a tiempo de la hora concertada,- "por los pelos",-, pensó. Se presentó ante el mostrador atendido por una jovencita que amablemente la sonrió y la indicó a dónde debía dirigirse. Tecleó suavemente en la puerta y una voz desde el otro lado la respondió con un " adelante ". ¿ Sería el alcalde ?, pues sí lo era. Rondaba los sesenta años, y como todos los que viven en lugares tan tranquilos como en el que se había instalado, pausadamente la tendió su mano y preguntó lo que se la ofrecía.
- Soy Erin Walsh, la asistente social a quién concedieron la plaza
- Ah si, si. En realidad más que asistente social, necesitamos a alguien que ayude al médico. Hay veces que las personas no saben describir muy bien lo que las ocurre y hay que sonsacarlas para que el doctor reciba más información sobre lo que las aqueja
- Pero señor, no soy enfermera, y estaba muy claro lo que solicitaban. No creo que en este lugar tengan problemas de familia, que es a lo que me dedico. Pienso que debió ser más claro en su solicitud, o quizá yo no especifiqué bien mi profesión. He venido desde muy lejos, pero he de buscar otro trabajo. No creo que me necesiten.
- Espere, no se vaya aún. Creo que debe hablar con el propio doctor Murphy, seguro que él encuentra un hueco para usted
- No se preocupe. Iré al lugar más próximo y allí encontraré algo. Si no fuera porque he comprado una casa aquí, me marcharía, pero bueno, en definitiva es un problema mio. Muchas gracias señor por haberme atendido
Dio media vuelta y salió de la estancia. Por un momento se apoyó en la puerta pensando lo qué hacer. El buen hombre no tenía ni idea en lo que consistía el ser asistente social, afortunadamente para ellos, pero le había creado un serio problema ¿ Qué haría ? De momento cogería la carretera hasta llegar al pueblo más cercano, pero se dio cuenta de que sería más de lo mismo. En estos lugares no necesitaban a alguien que les ayudase a resolver problemas, por la sencilla razón de que no los tenían. Y entonces ¿ qué haría? ¿ aprender a poner inyecciones? La horrorizaban las agujas. ¿ Ser cajera en algún supermercado? ¡ Dios mio, el lío en que me ha metido este hombre !
Pensaba y pensaba sin cesar. Volvería a su casa, cogería el coche y tomaría de nuevo la carretera hasta el próximo pueblo o quizá hasta la misma capital del condado, a un sitio más grande con más posibilidades para ella en lo que pudiera trabajar. Comenzó a caer una suave lluvia, primero, pero al cabo de un corto espacio de tiempo, arreció y tuvo que correr para llegar cuanto antes a su casa y no empaparse.
Las luces de un coche haciendo señales la hizo girar la cabeza. No conocía a nadie por tanto ¿ qué quería ? Iba por el lado correcto de la carretera. Apretó el paso, hasta que se detuvo cuando el coche paró a su lado
- ¿ Necesita ayuda? - Una cabeza asomó por la ventanilla
- No, muchas gracias. Vivo cerca
- Pero está empapada
- En serio, gracias. Vivo ahí mismo. Muchas gracias
- Está bien, como quiera
Arrancó nuevamente y ella siguió un instante viéndole partir y pensando que en la ciudad nadie se hubiera detenido para averiguar si podrían ayudarla. Y eso la hizo pararse a pensar, que no estaría nada mal ser cajera de un supermercado en este lugar.
Cuando llegó a su casa,. tuvo que cambiarse de ropa, ya que, efectivamente, estaba empapada y sentía frío . De repente la entró desgana para volver a salir. Lo intentaría por la tarde. Comenzó a tiritar por lo que creyó más conveniente darse una ducha caliente para entrar en calor. A pesar de estar en primavera, olvidó que estaba cerca de la costa y que el clima era cambiante en Irlanda, y había refrescado, o posiblemente la mojadura hacía que sintiera un frío espantoso. Se preparó un té y mientras lo tomaba pensó en la diferencia de ayudar en un consultorio o ser cajera de alguna tienda. No sabía hacer ninguna de las dos cosas. Quizá, efectivamente tuviera que aprender a poner inyecciones,pero pensó que no sería tan complicado si obtuviera la ayuda del médico. En definitiva ¿ cuál sería su trabajo: llamar a los pacientes por su nombre, atender el teléfono... ? Eso no es tan difícil y no se necesita hacer una carrera. Se lo pensaría mejor. Volvería al Ayuntamiento y hablaría nuevamente con el alcalde. Si definitivamente allí se quedaría; aunque el sueldo no fuese muy grande, no tenía grandes necesidades y siempre tendría la ocasión de buscarse otro empleo más despacio. otro más adecuado a sus posibilidades. Sonrió mientras sorbía un trago de té.
Y por la tarde volvió al Ayuntamiento, y consiguió el trabajo, le indicó a dónde debía integrarse y salió contenta por haber resuelto el enigma que se le había presentado. En una tarjeta, le había dado el nombre y la dirección. El consultorio estaba situado no lejos del Ayuntamiento, en pleno centro del lugar. Decidió ir hasta él y echar un vistazo. Se trataba de un edificio en consonancia con los que le rodeaban. Era un lugar hermoso, como de cuento.
Agradable y con gentes que se paraban a charlar un rato con cualquier insignificante motivo. Se había enamorado del lugar, y al mismo tiempo pensaba que eran sus especiales circunstancias las que habían obrado el milagro. estaba segura que allí encontraría la paz que necesitaba para encauzar nuevamente su vida y olvidar definitivamente la pesadilla de su matrimonio.
Y decidió entrar para conocer su entorno, con cualquier pretexto. Empujó la puerta y de un primer vistazo vio que era inmaculadamente blanco con un mostrador , un ordenador , un teléfono y una silla vacía, y pensó que ese sería su sitio. A la derecha de la estancia, habían tres puertas cerradas, en una de ellas había una placa en la que ponía Doctor Peter Murphy. En las otras dos, en la siguiente a la del doctor la placa indicaba Exploraciones y en la siguiente Enfermería. Pensó que todo era muy pomposo con relación al lugar en el que estaba. Sencillo y claro, y pensó que de este modo no tendrían confusiones los pacientes, y sabrían en todo momento en dónde estaría el médico.
Y en sus reflexiones estaba, cuando de pronto se abrió la puerta, saliendo de esa habitación una señora mayor que charlaba animadamente con quién se suponía era el el médico, que tuteaba a la señora, y que no era otro que quién la paró en la carretera. Se miraron por un instante, y él acompañó a la paciente hasta la puerta. Después se dirigió hacia ella sobre lo que la había llevado hasta allí. Erin se dio cuenta que no la había reconocido o era muy despistado. Se identificó y explicó los motivos de su presencia
- Quería conocer el lugar en el que voy a trabajar y averiguar el horario que tendría.
- A las ocho de la mañana, claro. Sea puntual y no se fíe de que ésto esté vacío ahora. De repente se puede presentar un caso. Así que mañana a las ocho. Y ahora si me disculpa, tengo trabajo.- y de igual manera se introdujo en su consulta.
Odiaba los vaqueros y no contaba con ellos en su guardarropía. Parecía que la temperatura no era muy cálida, así que optó por un jersey en lugar de una blusa para debajo de la chaqueta. Cogió su bolso-cartera y decidida salió de casa. Antes de cerrar la puerta, se dio cuenta que los zapatos que llevaba tenían tacones de aguja,con lo cual el ir andando campo a través estaba descartado: no podría dar ni un paso. Volvió a entrar y cambió sus zapatos por unos sin tacones, pero las perneras del pantalón rozaban el asuelo por la diferencia de altura. Contrariada se cambió totalmente de indumentaria
- Bien empezamos el día - masculló para sí
Y nerviosa revolvió entre la ropa, cambiando por una falda y un grueso jersey. Se miró en el espejo y sonrió
- Si, esto es más adecuado, aunque para presentarse hubiera estado mejor con el primer conjunto. ¡ Cómo no se me ocurrió comprar otro tipo de calzado ! En fin, mejor no pensar en detalles. Date prisa, de temprano vas a hacer tarde.- Dio un último vistazo a su figura y sonrió.
Llegó a tiempo de la hora concertada,- "por los pelos",-, pensó. Se presentó ante el mostrador atendido por una jovencita que amablemente la sonrió y la indicó a dónde debía dirigirse. Tecleó suavemente en la puerta y una voz desde el otro lado la respondió con un " adelante ". ¿ Sería el alcalde ?, pues sí lo era. Rondaba los sesenta años, y como todos los que viven en lugares tan tranquilos como en el que se había instalado, pausadamente la tendió su mano y preguntó lo que se la ofrecía.
- Soy Erin Walsh, la asistente social a quién concedieron la plaza
- Ah si, si. En realidad más que asistente social, necesitamos a alguien que ayude al médico. Hay veces que las personas no saben describir muy bien lo que las ocurre y hay que sonsacarlas para que el doctor reciba más información sobre lo que las aqueja
- Pero señor, no soy enfermera, y estaba muy claro lo que solicitaban. No creo que en este lugar tengan problemas de familia, que es a lo que me dedico. Pienso que debió ser más claro en su solicitud, o quizá yo no especifiqué bien mi profesión. He venido desde muy lejos, pero he de buscar otro trabajo. No creo que me necesiten.
- Espere, no se vaya aún. Creo que debe hablar con el propio doctor Murphy, seguro que él encuentra un hueco para usted
- No se preocupe. Iré al lugar más próximo y allí encontraré algo. Si no fuera porque he comprado una casa aquí, me marcharía, pero bueno, en definitiva es un problema mio. Muchas gracias señor por haberme atendido
Dio media vuelta y salió de la estancia. Por un momento se apoyó en la puerta pensando lo qué hacer. El buen hombre no tenía ni idea en lo que consistía el ser asistente social, afortunadamente para ellos, pero le había creado un serio problema ¿ Qué haría ? De momento cogería la carretera hasta llegar al pueblo más cercano, pero se dio cuenta de que sería más de lo mismo. En estos lugares no necesitaban a alguien que les ayudase a resolver problemas, por la sencilla razón de que no los tenían. Y entonces ¿ qué haría? ¿ aprender a poner inyecciones? La horrorizaban las agujas. ¿ Ser cajera en algún supermercado? ¡ Dios mio, el lío en que me ha metido este hombre !
Pensaba y pensaba sin cesar. Volvería a su casa, cogería el coche y tomaría de nuevo la carretera hasta el próximo pueblo o quizá hasta la misma capital del condado, a un sitio más grande con más posibilidades para ella en lo que pudiera trabajar. Comenzó a caer una suave lluvia, primero, pero al cabo de un corto espacio de tiempo, arreció y tuvo que correr para llegar cuanto antes a su casa y no empaparse.
Las luces de un coche haciendo señales la hizo girar la cabeza. No conocía a nadie por tanto ¿ qué quería ? Iba por el lado correcto de la carretera. Apretó el paso, hasta que se detuvo cuando el coche paró a su lado
- ¿ Necesita ayuda? - Una cabeza asomó por la ventanilla
- No, muchas gracias. Vivo cerca
- Pero está empapada
- En serio, gracias. Vivo ahí mismo. Muchas gracias
- Está bien, como quiera
Arrancó nuevamente y ella siguió un instante viéndole partir y pensando que en la ciudad nadie se hubiera detenido para averiguar si podrían ayudarla. Y eso la hizo pararse a pensar, que no estaría nada mal ser cajera de un supermercado en este lugar.
Cuando llegó a su casa,. tuvo que cambiarse de ropa, ya que, efectivamente, estaba empapada y sentía frío . De repente la entró desgana para volver a salir. Lo intentaría por la tarde. Comenzó a tiritar por lo que creyó más conveniente darse una ducha caliente para entrar en calor. A pesar de estar en primavera, olvidó que estaba cerca de la costa y que el clima era cambiante en Irlanda, y había refrescado, o posiblemente la mojadura hacía que sintiera un frío espantoso. Se preparó un té y mientras lo tomaba pensó en la diferencia de ayudar en un consultorio o ser cajera de alguna tienda. No sabía hacer ninguna de las dos cosas. Quizá, efectivamente tuviera que aprender a poner inyecciones,pero pensó que no sería tan complicado si obtuviera la ayuda del médico. En definitiva ¿ cuál sería su trabajo: llamar a los pacientes por su nombre, atender el teléfono... ? Eso no es tan difícil y no se necesita hacer una carrera. Se lo pensaría mejor. Volvería al Ayuntamiento y hablaría nuevamente con el alcalde. Si definitivamente allí se quedaría; aunque el sueldo no fuese muy grande, no tenía grandes necesidades y siempre tendría la ocasión de buscarse otro empleo más despacio. otro más adecuado a sus posibilidades. Sonrió mientras sorbía un trago de té.
Y por la tarde volvió al Ayuntamiento, y consiguió el trabajo, le indicó a dónde debía integrarse y salió contenta por haber resuelto el enigma que se le había presentado. En una tarjeta, le había dado el nombre y la dirección. El consultorio estaba situado no lejos del Ayuntamiento, en pleno centro del lugar. Decidió ir hasta él y echar un vistazo. Se trataba de un edificio en consonancia con los que le rodeaban. Era un lugar hermoso, como de cuento.
Agradable y con gentes que se paraban a charlar un rato con cualquier insignificante motivo. Se había enamorado del lugar, y al mismo tiempo pensaba que eran sus especiales circunstancias las que habían obrado el milagro. estaba segura que allí encontraría la paz que necesitaba para encauzar nuevamente su vida y olvidar definitivamente la pesadilla de su matrimonio.
Y decidió entrar para conocer su entorno, con cualquier pretexto. Empujó la puerta y de un primer vistazo vio que era inmaculadamente blanco con un mostrador , un ordenador , un teléfono y una silla vacía, y pensó que ese sería su sitio. A la derecha de la estancia, habían tres puertas cerradas, en una de ellas había una placa en la que ponía Doctor Peter Murphy. En las otras dos, en la siguiente a la del doctor la placa indicaba Exploraciones y en la siguiente Enfermería. Pensó que todo era muy pomposo con relación al lugar en el que estaba. Sencillo y claro, y pensó que de este modo no tendrían confusiones los pacientes, y sabrían en todo momento en dónde estaría el médico.
Y en sus reflexiones estaba, cuando de pronto se abrió la puerta, saliendo de esa habitación una señora mayor que charlaba animadamente con quién se suponía era el el médico, que tuteaba a la señora, y que no era otro que quién la paró en la carretera. Se miraron por un instante, y él acompañó a la paciente hasta la puerta. Después se dirigió hacia ella sobre lo que la había llevado hasta allí. Erin se dio cuenta que no la había reconocido o era muy despistado. Se identificó y explicó los motivos de su presencia
- Quería conocer el lugar en el que voy a trabajar y averiguar el horario que tendría.
- A las ocho de la mañana, claro. Sea puntual y no se fíe de que ésto esté vacío ahora. De repente se puede presentar un caso. Así que mañana a las ocho. Y ahora si me disculpa, tengo trabajo.- y de igual manera se introdujo en su consulta.
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