domingo, 23 de febrero de 2020

Los mudos testigos - Capítulo 14 - El paradero de Fiona

    Fiona y Liam habían formado su nidito de amor en un barrio alejado del centro de Dublín.  Durante un tiempo, las cosas marcharon bien, se amaban y se sentían libres.  Nada perturbaba su romance; habían conseguido el divorcio de Erin y nada ni nadie impedía que se sintieran reyes del universo.  Él era un amante cariñoso y Fiona le colmaba de caricias.  Ella había dejado su trabajo para dedicarse por completo a él.  Una noche, al llegar  del trabajo, colmandolo de mimos y besos hizo que se sentara junto a ella y planteó la necesidad de legalizar  su estado.  La familia de Fiona la estaba presionando para que se casaran.

    Fue como si le echaran un jarro de agua fría sobre su cabeza.  Ni por lo más remoto se le había ocurrido  dar ese decisivo paso.  ¿ Qué necesidad tenían ?  Vivían estupendamente así como estaban.  Pero a Fiona ese no le gustó;  deseaba tener hijos y ya eran libres para hacerlo.  Entablaron una discusión que poco a poco fue subiendo de tono, hasta que las voces pusieron al corriente a los vecinos de lo que estaba pasando.  Era la primera bronca que habían tenido, pero sería la llave que abriera la puerta para las sucesivas que llegaron después.
    Comenzaron a distanciarse.  Por un lado Fiona era presionada por su familia, y por otro estaba ante la negativa rotunda de él.  Por mucho que le amenazara con abandonarle, no surtía ningún efecto en Liam que cada vez llegaba más tarde.  Al reprochárselo, toda explicación que daba era que iba  a un pub al lado de donde trabajaba a tomar una pinta con sus compañeros. Pasaba mucho tiempo sola, demasiado.  Por eso decidió buscarse un trabajo; al menos tendría un ingreso sólo para ella, aunque compartieran los gastos comunes.  Estaba casi siempre sola y se aburría mortalmente

- Al menos mientras trabajo, además de estar distraída, tendré oportunidad de echarme alguna amiga. Sé que a Liam no va a gustarle, pero él bien que se va con sus amigotes a tomar una copa -. Y entre discusión, reconciliaciones y broncas, el tiempo había transcurrido.  Pero sus broncas continuaron, por cualquier motivo, siendo el casamiento el principal problema.

- El ambiente que has creado es irrespirable.  No debiste contarle a tu madre que el divorcio nos hacía libres, pero no para volverme a atar de nuevo - dijo Liam  durante una de sus discusiones

- ¿ Es eso lo que piensas? ¿ Que soy una carga para tí ?

- No lo interpretes al revés. me casaré contigo, pero al menos déjame respirar durante una temporada.  Aún he de desterrar de mi cabeza la presencia de mi mujer

- ¿ Perdona ?  ¿ Quieres decir que aún la quieres?  Porque tu mujer en este momento soy yo

- Estuvimos muchos años casados y si, la quería.  Eso no significa que a tí no te quiera

-¿Estás borracho?  Creo que voy a hacer mi maleta  e iré a casa de mi madre.  Cuando hayas aclarado las ideas, llámame y si me conviene regreso a tu lado, y si no que te den aire de una vez

    Efectivamente,  estaba bebido y no era muy consciente de lo que decía ni de lo que hacía.  Al oír las palabras de ella, levantó la mano y la dejó caer sobre la cara de Fiona con tanta fuerza que la hizo tambalear, perdiendo el equilibrio y dándose en la cabeza contra el pico  de mármol de la encimera de la cocina, y cayendo al suelo.

    De su nuca salía un chorro de sangre que le paralizó horrorizado. Se agachó junto a ella para comprobar  la dimensión de la herida.  Trató de reanimarla dándole golpes en la cara, pero Fiona no reaccionaba.  Apoyó su oído en su pecho, pero todo lo que escuchó fue el silencio del corazón sin latido.  Pulsó su cuello y tampoco  obtuvo respuesta.

    La miraba espantado ¿ Qué había hecho  ?  ¡ La había matado !  Miraba  a su alrededor  buscando no sabía qué. Empapó un paño en agua fría y se lo puso en la frente, pero era inútil.  Su cabeza pensaba a velocidad de vértigo.  Miraba a Fiona inerte, recorría  la habitación con la vista perdida sin saber lo qué hacer.  Si llamaba a la policía le llevarían detenido y tenía antecedentes por violencia.  Si dijera que había sido un accidente ¿ le creerían? No le creerían,  además  la había dado un bofetón y tendría la señal en su cara.

- No, no, no.- Decía una y otra vez mesándose los cabellos. - Además los vecinos nos habrán oído discutir.  ¿Qué hago, qué hago?

    Se sentó en una silla mirando el cuerpo de Fiona.  Necesitaba un trago para poder pensar. Tenía que hacer algo y rápido, pero ahora su cabeza era incapaz de responder. Bebió de nuevo una copa más.  Y así hasta casi terminar la botella, y caer rendido por los vapores del alcohol.  Se despertó cuando aún era de noche.  El cuadro de su casa, en nada había cambiado.  Fiona seguía en el suelo en la misma posición en la que cayera. Seguía horrorizado ante la magnitud de lo sucedido. Se dirigió al cuarto de baño y descolgó bruscamente las cortinas de plástico de la ducha.  En ellas envolvería su cuerpo. Cogió la cinta americana del escobero de la cocina, y con ella, rodeo la cabeza, las manos y los pies de la muchacha que había comenzado a ponerse rígida. Y después la envolvió en la alfombra del salón.

    Aùn era de noche.  Miró por la ventana.  Su coche estaba aparcado a la puerta y nadie transitaba por la calle.

- Ahora o nunca - se dijo

    La cargó sobre su hombro, abrió el maletero y la introdujo en él. ¿ Y ahora qué hacer?  No podía estar circulando con su cuerpo en el maletero, y de repente se le ocurrió una idea: alquilaría un trastero.  Llevaría un par de muebles y entre ellos el cuerpo de Fiona, y se olvidaría de todo.  En cuanto fue de día, se dirigió a la agencia encargada de los alquileres de los trasteros y alquiló uno. Firmó el contrato y tras presentar su carnet de identidad, le entregaron las llaves del mismo.  El empleado siguió explicándole las normas, pero él no escuchaba.  En su cabeza tenía sólo una idea;  deshacerse del cuerpo de ella.  Cargó unas sillas, una mesa y un cesto con ropa de ella, y partió de nuevo rumbo  a los trasteros.  Habría de esperar todo el día hasta que fuese de noche para trasladar el cuerpo hasta él.

    Acudió al trabajo poniendo una excusa por su mal aspecto , e inició la jornada como si tal cosa.  Y por la noche estuvo con sus compañeros en el pub como si nada hubiera ocurrido. Volvió a su casa y la revisó completa, borrando alguna huella que pudiera haber dejado. En la cabeza tenía la respuesta que daría por si alguien le preguntaba por Fiona

- Ha vuelto con su madre.  Quería pasar unos días con ella.

    De esta manera ganaría tiempo  y se marcharía de allí.  No sabía a donde, probablemente a algún país en el extranjero en el que nadie pudiese identificarle.  Pero antes de partir, dejaría listo el plan con Erin.   Ella y sólo ella, había sido la culpable de esta deriva que había tomado su vida.  Si no le hubiera abandonado, no hubiera llegado hasta el punto en el que ahora se encontraba. Quería justificarse lo acontecido en su casa, sino culpar a la que fuera su mujer de la muerte de Fiona, de la que solamente él tenía la culpa.  Todo se había precipitado por su causa.  Debía haber esperado, al menos una semana más, para que su plan fuese perfecto, con el fin de que nadie pudiera relacionarle cuando todo se descubriera.  Sin embargo ahora...

Volvió a beber  y comprobó que ya era lo suficientemente de noche como para poder dejar el cuerpo de Fiona en el trastero.  Estaba alejado de su casa, por tanto, iría despacio dando tiempo a que se hiciera más tarde, y así tendría la seguridad de que nadie le viera.  Y así lo hizo, y así llegó. Miraba a un lado y a otro de la calle, y al comprobar que estaba vacía,  y el almacén lo mismo, sacó el cuerpo de Fiona, y cargándolo al hombro fue hasta donde estaba el trastero.  Lo abrió y lo escondió detrás de los muebles que había llevado con anterioridad.  Ordenó lo que allí había, y sonrió satisfecho con el plan concebido.

    Nadie que pudiera verlo sabría que aquél pequeño recinto, que aquellas paredes, que aquellos trastos allí depositados, serían los mudos testigos del delito cometido con la muerte de Fiona.  Nadie  sospecharía ni de su muerte ni que allí reposarán para siempre.  Respiró aliviado y sonrió maléfica mente.  Dando un último vistazo cerró la puerta y salió de allí.  Volvería a su casa y de ella saldría rumbo al trabajo.  Si se encontrara con algún vecino en el camino y le preguntara por Fiona, le diría que habían discutido y se fue a pasar unos días en casa de su madre.

    Y entró a trabajar con la mayor tranquilidad del mundo, como si nada hubiera sucedido.

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