Perdido en los picos de Europa, Miranorte, es un pueblecito típico de montaña, en el que los veranos son poco calurosos y los inviernos fríos, muy fríos, cubierto por la nieve hasta la primavera. Sus habitantes no pasaban de doscientos, y constituían su vecindario. En su mayoría gentes de edad entrada casi en la ancianidad. Allí habían nacido y allí querían morir. Era ganadero, aunque más bien, para el consumo de ellos mismos y, de algún pueblo vecino. Su única distracción eran las partidas de dominó o cartas, que se hacían en el único bar del lugar, de vivir pendientes unos de otros, y como extraordinario, los sábados y domingos acudir al bar situado en plena carretera, por la que apenas pasan coches. Nieva mucho en invierno y la mayoría de las veces, queda incomunicado de los otros pueblos cercanos. .
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La secretaria del alcalde y amiga de nuestra protagonista, Sara. Había nacido en el pueblo, y lo más lejos que había viajado era a Madrid para ver un musical en el teatro . Esa novedad, le sirvió de tema de conversación para un mes. Estudió el bachillerato y aprobado la única oposición, de la única plaza, y la única solicitud para ocupar la secretaría, a las órdenes de don Enrique, el alcalde de Miranorte, perteneciente al partido Obrero Agricultor , a pesar de que era un pueblo ganadero, y la agricultura brillaba por su ausencia.
La farmacéutica, Celia, era una mujer rondando los cuarenta que había recibido en herencia la farmacia de la que se había hecho cargo, después de conseguir su licenciatura, a pesar de que hubiera querido ser abogada, pero era tradición familiar seguir con el establecimiento, desde que su abuelo se instaló en ese pueblo perdido en los Picos de Europa.
Estaba el alcalde, Enrique, de mediana edad que había nacido allí, se había casado con una lugareña y había tenido dos hijos, pero a diferencia de sus padres ellos se habían instalado en la capital
El sacerdote, don Aquilino, a punto de jubilarse, pero se quedaría a vivir allí, y allí quería ser enterrado cuando le llegara la hora. Salió del seminario y esa fue su primera y última parroquia. Había conocido a las generaciones anteriores y a las presentes. Don Aquilino era una roca más de esa montaña que formaba Miranorte.
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He dejado para último lugar la presentación de Alba, una joven de unos veinticinco años que había estudiado Magisterio, y cursaba Periodismo en la Universidad a Distancia ( la UNED ), ya que su mayor ilusión era la de ser periodista, pero debido a las necesidades hogareñas, había optado por sentar plaza de maestra en aquel pueblo sin niños, aunque daba clases en los más cercanos, reunidos todos los infantes de esos lugares, en un mismo sitio y que distaba a veinte kilómetros de Miranorte, por lo que tenía que desplazarse todos los días hasta allí, y cuyo nombre era Las Mimosas. Pueblo un poco mayor en su población, que constaba de muchos matrimonios jóvenes que habían ido hasta allí buscando una vida mejor y más tranquila.
Se ayudaba con una vieja Vespa, con más años que Matusalén, y que había dejado la última profesora que diera clase en el colegio de Miranorte, antes de que lo cerraran por falta de infantes. Creo que he hecho las presentaciones de los más destacados personajes que protagonizan esta historia, aunque irán saliendo más, a medida que avancemos en el relato.
Mediaba el mes de Octubre y en el valle comenzaba a hacer frio. El viento seco de la montaña se colaba por las rendijas de la casa que ocupaba con Milagros, una vieja mujer que no tenía más cobijo que el que le diera Alba, y ella a cambio se ocupaba de mantenerlo todo en orden y de que la comida estuviera dispuesta para cuando llegara de dar clase. Ambas se tenían cariño. Para Milagros, Alba, era como una hija a la que cuidaba y mimaba en exceso. Para Alba, la mujer era como esa tía-abuela que hay en la mayoría de las familias de esa generación. Aunque todavía no se le podía llamar anciana; pasaba de los sesenta y no llegaba a los setenta. Ambas se respetaban y querían sinceramente.
- Alba, Alba. Espera, espera
- ¿ Qué te ocurre?- la preguntó alarmada
- ¡ No sabes el notición !- respondió Celia
- Oye, hace frío, termina de una vez o entra en casa- le contestó Alba
- No, que tengo la farmacia sola. Van a rodar una película los de Hollywood
- ¿ Cómo..., aquí ? ¿ Cómo lo sabes ? Te han tomado el pelo- la dijo riendo Alba
- Que no, que no. Me lo ha dicho en secreto Sara. Por lo visto el alcalde ha recibido una llamada de una agencia de Madrid y van a llegar mañana para ver si el pueblo les sirve y si no les cobramos mucho dinero, claro
- No te hagas ilusiones, Celia. ¿ Ahora con lo que aquí nieva? Quía. Ya verás que es una broma
- Que si, mujer, que si. Que precisamente por eso. Necesitan un pueblo montañoso, con nieve. Estarían unos dos meses. Así que don Enrique está como loco por que salga. Creo que ha hablado con los del albergue para saber con cuantas habitaciones contaba. En fin que va en serio. Mañana lo sabremos, y ahora me voy. Llama a Sara para que te cuente más cosas. Se me ocurre que ¿ por qué no nos reunimos después de salir de trabajar en el bar y charlamos?
- Me parece bien. Llamaré a Sara para quedar con ella.
- Chao Alba, me voy corriendo. Caray ¡que viento mas frio corre! - y Celia se perdió rumbo al pueblo.
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