Sean, dando un portazo salió de la casa y poco después puso el coche en marcha y se alejó. Lucía hecha un mar de llanto, no salía de su asombro. Era la primera bronca seria que tenían desde que se casaron ¿Dónde iría ? Seguro que en busca de ella. Estaba todo meridianamente claro. El cotilleo era cierto. Su marido nunca la había amado, y si a Moira. Pero entonces ¿ por qué se casó conmigo y se montó esa historia con su hermano? No, no, no son ciertos esos infundios. Él me ama, y adora a su hija y ha estado trabajando y volverá cuando se le haya pasado el enfado.
Pero Sean no volvió hasta las primeras luces del día. Lucía no había dormido en toda la noche. No sabía qué hacer, a quién llamar. No quería hacerlo a sus suegros. Andrew no se encontraba muy bien y Nancy estaba preocupada por ello. Aguardaría a que llegara y entonces hablarían con más serenidad.
Entró derecho hacia la habitación y allí se dio cuenta que la cama estaba vacía. Buscó a su mujer en el salón, y la encontró junto a la cuna de la niña. Estaba despierta y tenía los ojos hinchados y enrojecidos. Sintió pena y culpabilidad, de haberse marchado habiéndola dejado con miles de dudas sin aclarar. Se arrodilló frente a ella y abrazándola la pedía perdón
- Lo siento, lo siento. Perdóname. Sé que tenemos que hablar y no ha estado bien lo que he hecho, pero tu también has cometido el error de dar crédito a unas mujeres chismosas, antes que hablar con tu marido.
- Traté de hacerlo, pero estabas tan enfadado, que no me prestaste atención. Y mírate ¿ dónde has estado ?
- No Lucía, otra vez no. Tengo demasiadas cosas en la cabeza. No empecemos de nuevo
- No, no. Anda ve a acostarte. Siquiera duerme algo
- ¿ Vienes a la cama ?
- No ahora no. Más tarde quizá. La niña está a punto de despertarse.
- Está bien, Ve cuando puedas
Pero cuando lo hizo, Sean estaba profundamente dormido y despacio, se coló en la cama sin apenas rozarle para no perturbar su sueño. Y aquella noche, fue el comienzo de varios desencuentros y discusiones. Lucía seguía desconfiando de su marido. Él no había dado ninguna explicación, ni desmentido nada de lo que había producido esa brecha en su matrimonio. Sencillamente lo olvidó y ella no quiso remover de nuevo aquel incidente.
Su relación hasta entonces perfecta, se fue deteriorando, dando paso a la rutina. Sean trabajaba en exceso y ella comenzó a hacerlo en las horas que Carmen estaba en la guardería. Y dejaron de hablar de sus respectivos trabajos, era como si fuera ajeno a ellos. Y los silencios en la mesa eran más habituales, y su unión en la cama más espaciada. Había comenzado el declive de un amor desbordante para convertirse en amor de los que hay tantos. Y los años pasaron, pero también para su matrimonio, con el agravante de que discutían casi constantemente por cualquier cosa insignificante. Pareciera que no se soportaban. Una noche en una discusión, los celos salieron a relucir nuevamente. Sean se fue de casa , regresando tres días después. Tres días que fueron un infierno para Lucía al ignorar el paradero de su marido. Cuando creyó que era oportuno, le pidió una explicación, lo que condujo a otra nueva discusión, pero esta vez más acalorada, en la que los reproches mutuos afloraron a la superficie. Sean reprochaba a su mujer que todavía amara a Peter, que le recordaba y que eso era imperdonable. Que todo el amor que le había jurado tener, era una mascarada para esconder sus verdaderos sentimientos hacia el difunto
- ¡ Hasta el día que te hice el amor por primera vez lloraste ! ¿ Por qué fue ? Dime... no se me ocurre otra cosa que porque te acordabas de él, porque en realidad hacías el amor con él y no conmigo
-Estás diciendo una sarta de mentiras y tonterías que no te las voy a consentir - respondió una airada Lucía
- ¿ Sabes qué ? Que ya no me importa que pienses o no en mi hermano. Creo que será mejor que estemos lejos uno del otro durante una temporada. Esta situación es insostenible. Yo no lo aguanto más. Estaré en casa de mis padres, así que no te preocupes por mi-. Y hecho una furia salió de su casa, dejando perpleja a Lucía en mitad de la habitación.
Una llamada de teléfono, cortó sus pensamientos. Era Nancy. Sean había llegado a quedarse a vivir con ellos y quería saber lo ocurrido. No comprendía lo sucedido. Habían tenido sus diferencias, como cualquier matrimonio, pero ahora sabía con suma preocupación, que todo era más grave de lo que había imaginado. Entre sollozos entrecortados, Lucía explicó a su suegra someramente, todo lo acontecido, y le pidió se pusiera al teléfono su marido
- Si aún quiere hablar conmigo- la dijo
-¿ Qué demonios quieres ahora ?- fue la respuesta de Sean
-Creo que lo mejor será que me vaya por una temporada. He pensado que Carmen y yo, pasemos unos días en Madrid; quizás al regreso podamos hablar con más calma y solucionar lo nuestro
- Estás rematadamente loca. Decididamente has perdido la razón
-¿Crees que es mejor estar como estamos? La niña nota nuestro distanciamiento y es lo que quiero evitar a toda costa: que ella sufra. Así que creo que unas vacaciones nos vendrán bien a todos.
- Haz lo que te de la gana. Yo ya no quiero discutir más contigo. Si crees que esa es la mejor solución, hazlo. Pero ¿ cómo veré a la niña se te marchas tan lejos?
- Son sólo unos días
- ;Mira haz lo que quieras. Estoy cansado de discusiones, malas caras y reproches. Sólo dime cuándo te vas
- Dada la situación, creo que sería lo más conveniente fuera lo antes posible.
- Esta bien. Cuando lo tengas dispuesto todo, dímelo. Os llevaré al aeropuerto
- ¿ No vas a volver a casa?
- No, esta noche no. Necesito calmarme y en la tensión en la que estoy, no deseo repetir otra escena como la que acabamos de tener
- Está bien, como desees. Pero no tienes razón en nada de lo que me has dicho
- Lucía.... ¿ aún quieres más ? - Y la cortó el teléfono.
La despedida en el aeropuerto dos días después, fue desgarradora para ambos esposos, porque su amor era más fuerte que ellos mismos, pero su orgullo mal entendido les impedía dar su brazo a torcer. Esa era la primera vez que se separaban. Sean abrazó fuertemente a su hija, causándole un tremendo dolor el que se alejaran . Besó a su mujer con rabia, con desesperación, con dolor y sobretodo con todo el amor que sentía por ella y que vertió en ese beso profundo de la despedida.
Y pasaron los días y hasta dos semanas, pero ni uno ni otro tenían en mente el regreso. Al menos ahora no regañaban y cada uno por su lado, gozaban de paz en sus vidas. Un día Sean se presentó en Madriid; añoraba a su mujer y a su hija. Pensó que el tiempo que habían estado separados, habría restañado las heridas, pero no fue así y la frialdad más absoluta reinó entre ellos. Incluso cuando hicieron el amor a su llegada. Carecían de la pasión de antaño, algo de lo que los dos se percataron. Él creyó que ella cumplía con su obligación de casada, y ella lo mismo a la inversa.
Aquél viaje que había sido esperanzador, se tornó en desencanto y les obligó a tomar una decisión drástica, con el fin de que cada uno organizara su vida, rota en ese momento. Y llegaron a un acuerdo de separación. De momento no habría divorcio. Tendrían ambos la responsabilidad en la educación de la niña, que pasaría las vacaciones con su padre en Tejas, y cursaría los estudios en España, teniendo via libre el padre de poder visitarla cada vez que quisiera.
Fue traumatico para los tres, pero llegaron a esa conclusión ante la imposibilidad de unir sus vidas nuevamente. Una vez al mes Sean viajaba hasta España y permanecía unos días en Madrid junto a su hija, pero se hospedaba en un hotel no lejos del domicilio materno; pero ellos no volvieron a tener relaciones sexuales. Se habían convertido en extraños a pesar de los sentimientos que cada uno sentía por el otro. Y así transcurrieron los años. Sean formó pareja con Moira y vivian en la casa que construyó para Lucía. Decidieron que no se casarían puesto que no había solicitado el divorcio de su mujer, algo que disgustaba a Moira, pero que se ocupó de no manifestar nada en contra. Carmen pasaba las vacaciones de verano y Navidad con su padre, y ellos hablaban por teléfono de vez en cuando, cada vez que algún asunto de Carmen les concernía. Lucía buscó trabajo y su vida poco a poco se fue encauzando entorno a Carmen. No había nada ni nadie más en su vida.
Aquellas vacaciones, no sabía muy bien, estaba más triste de lo normal, cuando, en Barajas, despidió a su hija que iría junto a Sean. El tiempo había pasado veloz, y Carmen, se había convertido en una preciosa jovencita de catorce años. ¿ Cuántos años llevaban separados?
-Muchos... quizá demasiado. Y ya no hay arreglo posible; él ha formado otro hogar y yo estoy sola nuevamente - se repitió. Y la vio partir y una nostalgia infinita se apoderó de ella. Ese era su destino : vivir en soledad
- Yo no quería ésto. No lo quería de ninguna de las maneras. No imaginé nunca que ocurriría. Pienso que me amó durante un tiempo, pero que esa maldita mujer se cruzó en nuestro camino, es decir, nunca le dejó en paz. ¡ En fin ! - Y suspirando puso el coche en marcha rumbo a su casa.
FIN DE LA PRIMERA PARTE: Lucía
SEGUNDA PARTE: El susurrar del viento.
Autoría: 1996rosafermu
Editada: ( Lucía < Mayo de 2015 )
Ilustraciones: Internet
DERECHOS DE AUTOR RESERVADOS
Pero Sean no volvió hasta las primeras luces del día. Lucía no había dormido en toda la noche. No sabía qué hacer, a quién llamar. No quería hacerlo a sus suegros. Andrew no se encontraba muy bien y Nancy estaba preocupada por ello. Aguardaría a que llegara y entonces hablarían con más serenidad.
Entró derecho hacia la habitación y allí se dio cuenta que la cama estaba vacía. Buscó a su mujer en el salón, y la encontró junto a la cuna de la niña. Estaba despierta y tenía los ojos hinchados y enrojecidos. Sintió pena y culpabilidad, de haberse marchado habiéndola dejado con miles de dudas sin aclarar. Se arrodilló frente a ella y abrazándola la pedía perdón
- Lo siento, lo siento. Perdóname. Sé que tenemos que hablar y no ha estado bien lo que he hecho, pero tu también has cometido el error de dar crédito a unas mujeres chismosas, antes que hablar con tu marido.
- Traté de hacerlo, pero estabas tan enfadado, que no me prestaste atención. Y mírate ¿ dónde has estado ?
- No Lucía, otra vez no. Tengo demasiadas cosas en la cabeza. No empecemos de nuevo
- No, no. Anda ve a acostarte. Siquiera duerme algo
- ¿ Vienes a la cama ?
- No ahora no. Más tarde quizá. La niña está a punto de despertarse.
- Está bien, Ve cuando puedas
Su relación hasta entonces perfecta, se fue deteriorando, dando paso a la rutina. Sean trabajaba en exceso y ella comenzó a hacerlo en las horas que Carmen estaba en la guardería. Y dejaron de hablar de sus respectivos trabajos, era como si fuera ajeno a ellos. Y los silencios en la mesa eran más habituales, y su unión en la cama más espaciada. Había comenzado el declive de un amor desbordante para convertirse en amor de los que hay tantos. Y los años pasaron, pero también para su matrimonio, con el agravante de que discutían casi constantemente por cualquier cosa insignificante. Pareciera que no se soportaban. Una noche en una discusión, los celos salieron a relucir nuevamente. Sean se fue de casa , regresando tres días después. Tres días que fueron un infierno para Lucía al ignorar el paradero de su marido. Cuando creyó que era oportuno, le pidió una explicación, lo que condujo a otra nueva discusión, pero esta vez más acalorada, en la que los reproches mutuos afloraron a la superficie. Sean reprochaba a su mujer que todavía amara a Peter, que le recordaba y que eso era imperdonable. Que todo el amor que le había jurado tener, era una mascarada para esconder sus verdaderos sentimientos hacia el difunto
- ¡ Hasta el día que te hice el amor por primera vez lloraste ! ¿ Por qué fue ? Dime... no se me ocurre otra cosa que porque te acordabas de él, porque en realidad hacías el amor con él y no conmigo
-Estás diciendo una sarta de mentiras y tonterías que no te las voy a consentir - respondió una airada Lucía
- ¿ Sabes qué ? Que ya no me importa que pienses o no en mi hermano. Creo que será mejor que estemos lejos uno del otro durante una temporada. Esta situación es insostenible. Yo no lo aguanto más. Estaré en casa de mis padres, así que no te preocupes por mi-. Y hecho una furia salió de su casa, dejando perpleja a Lucía en mitad de la habitación.
Con todo el dolor de su corazón decidió que tenía que alejarse de él; tomar distancia y reflexionar. Le seguía queriendo como al principio, pero sencillamente no se soportaban. Habían desechado de su cabeza volver a concebir un hijo, dada la penosa situación creada.
Tal y como lo pensó, se lo planteó aquella misma noche: volvería a Madrid con la excusa de que hacía años que no había regresado. Sean no pondría impedimentos y hasta se alegraría de tener aquel respiroUna llamada de teléfono, cortó sus pensamientos. Era Nancy. Sean había llegado a quedarse a vivir con ellos y quería saber lo ocurrido. No comprendía lo sucedido. Habían tenido sus diferencias, como cualquier matrimonio, pero ahora sabía con suma preocupación, que todo era más grave de lo que había imaginado. Entre sollozos entrecortados, Lucía explicó a su suegra someramente, todo lo acontecido, y le pidió se pusiera al teléfono su marido
- Si aún quiere hablar conmigo- la dijo
-¿ Qué demonios quieres ahora ?- fue la respuesta de Sean
-Creo que lo mejor será que me vaya por una temporada. He pensado que Carmen y yo, pasemos unos días en Madrid; quizás al regreso podamos hablar con más calma y solucionar lo nuestro
- Estás rematadamente loca. Decididamente has perdido la razón
-¿Crees que es mejor estar como estamos? La niña nota nuestro distanciamiento y es lo que quiero evitar a toda costa: que ella sufra. Así que creo que unas vacaciones nos vendrán bien a todos.
- Haz lo que te de la gana. Yo ya no quiero discutir más contigo. Si crees que esa es la mejor solución, hazlo. Pero ¿ cómo veré a la niña se te marchas tan lejos?
- Son sólo unos días
- ;Mira haz lo que quieras. Estoy cansado de discusiones, malas caras y reproches. Sólo dime cuándo te vas
- Dada la situación, creo que sería lo más conveniente fuera lo antes posible.
- Esta bien. Cuando lo tengas dispuesto todo, dímelo. Os llevaré al aeropuerto
- ¿ No vas a volver a casa?
- No, esta noche no. Necesito calmarme y en la tensión en la que estoy, no deseo repetir otra escena como la que acabamos de tener
- Está bien, como desees. Pero no tienes razón en nada de lo que me has dicho
- Lucía.... ¿ aún quieres más ? - Y la cortó el teléfono.
La despedida en el aeropuerto dos días después, fue desgarradora para ambos esposos, porque su amor era más fuerte que ellos mismos, pero su orgullo mal entendido les impedía dar su brazo a torcer. Esa era la primera vez que se separaban. Sean abrazó fuertemente a su hija, causándole un tremendo dolor el que se alejaran . Besó a su mujer con rabia, con desesperación, con dolor y sobretodo con todo el amor que sentía por ella y que vertió en ese beso profundo de la despedida.
Y pasaron los días y hasta dos semanas, pero ni uno ni otro tenían en mente el regreso. Al menos ahora no regañaban y cada uno por su lado, gozaban de paz en sus vidas. Un día Sean se presentó en Madriid; añoraba a su mujer y a su hija. Pensó que el tiempo que habían estado separados, habría restañado las heridas, pero no fue así y la frialdad más absoluta reinó entre ellos. Incluso cuando hicieron el amor a su llegada. Carecían de la pasión de antaño, algo de lo que los dos se percataron. Él creyó que ella cumplía con su obligación de casada, y ella lo mismo a la inversa.
Aquél viaje que había sido esperanzador, se tornó en desencanto y les obligó a tomar una decisión drástica, con el fin de que cada uno organizara su vida, rota en ese momento. Y llegaron a un acuerdo de separación. De momento no habría divorcio. Tendrían ambos la responsabilidad en la educación de la niña, que pasaría las vacaciones con su padre en Tejas, y cursaría los estudios en España, teniendo via libre el padre de poder visitarla cada vez que quisiera.
Aquellas vacaciones, no sabía muy bien, estaba más triste de lo normal, cuando, en Barajas, despidió a su hija que iría junto a Sean. El tiempo había pasado veloz, y Carmen, se había convertido en una preciosa jovencita de catorce años. ¿ Cuántos años llevaban separados?
-Muchos... quizá demasiado. Y ya no hay arreglo posible; él ha formado otro hogar y yo estoy sola nuevamente - se repitió. Y la vio partir y una nostalgia infinita se apoderó de ella. Ese era su destino : vivir en soledad
- Yo no quería ésto. No lo quería de ninguna de las maneras. No imaginé nunca que ocurriría. Pienso que me amó durante un tiempo, pero que esa maldita mujer se cruzó en nuestro camino, es decir, nunca le dejó en paz. ¡ En fin ! - Y suspirando puso el coche en marcha rumbo a su casa.
FIN DE LA PRIMERA PARTE: Lucía
SEGUNDA PARTE: El susurrar del viento.
Autoría: 1996rosafermu
Editada: ( Lucía < Mayo de 2015 )
Ilustraciones: Internet
DERECHOS DE AUTOR RESERVADOS
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