Se miraban uno al otro sonriendo felices, tomados de la mano sin atreverse a romper aquel encanto de estar juntos, y haberse amado durante gran parte de la noche. De pronto la puerta se abrió y un terremoto de cabellos dorados entró corriendo, seguida de un cachorro: su mascota. Rápidamente, se taparon sobretodo Anya, que no estaba acostumbrada a que su hija la viera desnuda y junto a su padre, por muy natural que fuera. Se dió cuenta en ese momento, de que Perl lo hacía a diario para despertarla; se había olvidado por completo.
- ¡ Por Dios ! - dijo violenta por la entrada de la niña.-. Un poco más y...
- Si, casi, casi. Ha de acostumbrarse a vernos juntos de ahora en adelante., y ella lo aceptará con naturalidad, porque sabe que los papás duermen juntos
- Cielo, hemos de ducharnos y bajaremos enseguida a desayunar contigo.. Por favor dí a Margaret que enseguida bajamos.- dijo a la niña para cortar con la violencia que sentía. No se atrevía a moverse de la cama, como en otras ocasiones hacía, pero ahora era distinto: la niña se extrañaría de que no tuviera ropa y su padre tampoco. No tenía edad, aún, para entender ciertas cosas.
Y lo mismo que entró salió de la habitación. Ellos se miraron y se echaron a reír. No habían contado con que ahora no estaban solos, sino que había un diablillo suelto que les sorprendería en cualquier momento. En lo sucesivo tendrían que cerrar la puerta con llave, para evitar sobresaltos..
Y como en tantas ocasiones anteriores, se ducharon juntos y juntos volvieron a sentir los placeres del amor. Se abrazaban y permanecían así, juntos, durante unos instantes. No querían desperdiciar ningún momento de su unión; les había costado mucho volver a juntarse y ahora no desperdiciarían ni un solo instante. Bajaron cogidos de la mano y sonriendo felices. En sus rostros se reflejaba la felicidad que sentían. Y después, llevaron a Perl a dar un paseo. Los tres eran una realidad, pero les parecía estar soñando.
Darían a la niña un par de días de vacaciones hasta llevarla al colegio, que hicieron los tres, y Perl hablaba con sus amigas y señalaba a su padre, por lo que dedujeron que la niña les narraba que había vuelto. Los dos se miraron y sonrieron felices de ver contenta a su hija. -
-¿ Quieres hacer algo ? - la preguntó
- Sólo estar contigo. En cualquier lugar, donde tu me lleves, seré feliz
Decidieron dar un paseo y de este modo ver algún traje para el día de su enlace. Después almorzaron en un restaurante e hicieron tiempo hasta la hora de ir a recoger a su hija.
De nuevo se instalaron en la mansión y fueron días de trasiego, de nervios e impaciencia; volverían a dar marcha atrás al reloj de sus vidas, como si nada hubiera cambiado en ellas. Volverían a vivir los gratos días pasados, pero ahora con amor renovado y más firme. Todo debía estar a punto para la llegada de los padres de Connor y para su próximo enlace. Días de mucho trabajo, pero los dos juntos lo disfrutaban ordenando dónde querían que fuera cada cosa para que todo estuviera perfecto. Como perfecto serían los dormitorios dedicados a los invitados, que ésta vez serían personas de su familia. Todo a punto y en espera de que en unos pocos días ellos llegasen y al día siguiente, legalizaran su matrimonio, aunque por ellos ya estaban casados desde hacía mucho tiempo.
Perl se había quedado asombrada al ver, por primera vez la mansión, y que el piano del que le había hablado su padre era de verdad.
Aunque ellas vivieron un tiempo en el pabellón , nunca habían vuelto a entrar en la mansión, por tanto era todo nuevo para la niña. El cachorro corría inquieto detrás de ella correteando por los salones y ambos subieron escaleras arriba para ver sus habitaciones, esas habitaciones que no conocía. Abrió una puerta, y se encontró en la galería de los retratos. Acompañada de su mascota, entró en esa estancia que llamaba su atención. recorrió uno por uno los retratos de aquellas personas tan antiguas y desconocidas para ella y sin embargo pertenecían a su familia. Y recorrió todos, hasta llegar a uno que la resultó más familiar. Una bella mujer, con una vestimenta distinta a los otros cuadros, y que tenía una rosa en la mano. Frente al cuadro, Perl también sonrió y el perrito sentado a su lado, miraban la tela fijamente. La Dama de la rosa giró la cabeza y la sonrió, con risa que la niña correspondió.
La voz de sus padres la llegaban desde la planta de abajo llamándola. Hacía rato que la habían perdido de vista y sobretodo Anya estaba algo asustada
- No te asustes, mujer. Estará por cualquier rincón de la casa. Es muy grande y nueva para ella. Vendrá en un momento
- Connor ¿ y si se ha caído ?
- No, cielo. Hubiera llorado y nos hubiera avisado.
Y de pronto, ambos se miraron y al unísono subieron deprisa escaleras arriba. Habían tenido un presentimiento, y no se equivocaron: la encontraron delante del cuadro de Elizabeth,. Perl sonreía . Volvieron la vista hacia el retrato y observaron que también sonreía. Fué una fracción de segundo, pero los tres lo vieron con asombro. Salieron de su incredulidad cuando Perl salió de allí seguida por su cachorro. Anya y Connor se miraron y se abrazaron. Era verdad, no habían sido imaginaciones suyas: sonreía y la niña lo había visto también. De no ser por los brazos fuertes de Connor, Anya se hubiera desplomado al suelo de un desmayo. No volvieron a ver sonreir, a la Dama de la rosa, que permanecía seria en el cuadro que en su día, un pintor, la inmortalizó en vida. Nunca volvieron a mencionarlo y Perl tampoco, es como si nada hubiera pasado, pero sí había ocurrido y ellos lo sabían-
Unos días después, fueron a recoger a sus padres ansiosos por conocer a su nieta. Al llegar al aeropuerto se quedaron contemplando la carita de Perl, y Susan no pudo por menos de exclamar
- ¿ Connor, es igual que tu !
La abrazó al tiempo que comenzó a llorar de emoción y alegría.
La niña les miraba con asombro y curiosidad ¿ Quienes eran esos señores que no conocía y que sin embargo la abrazaron con tanto cariño? No eran como los abuelitos de sus amigas que algunas veces les recogían del colegio. Eran los papás de su papá. ¿ Y por qué lloraba la señora?. ¿ Por qué no la había visto antes? No tenía más respuesta en su cabeza que seguramente vivían lejos, donde su papa trabajaba y no habían podido venir antes.
- Me gustan. Me gusta que me abracen y me quieran. Antes estábamos mamá y yo solas, y ahora de repente vienen mis abuelos y según están hablando tengo una tía que también vendrá. Somos una familia grande ¿ Por qué mami nunca me ha hablado de ellos? Los mayores son gentes extrañas que todo lo complican cuando es tan sencillo. Espero que algún día sepa todo este lío de familia-.
Se lo contaba a Bruno 2, mientras jugaba en su habitación. Le encanta ese cuarto, tan grande, mucha más que el que tenía en la casa de mamá. Papá le había comprado muebles nuevos y eran preciosos. Muchos peluches y muñecos; una casa de muñecas en un rincón de la habitación. Y tenía una cómoda como la de su mamá y una cama más grande que la de Londres. Todo era nuevo para ella y la sonrisa no se borraba de su rostro
- Es bueno que haya venido papá. mamá está feliz y ríe por cualquier ocs. Antes estaba siempre triste; le echaba de menos. Quiero mucho a mi papa y a mi mama. Y ¿ sabes qué ? Siempre me agarraré de su mano, así no se podrá marchar de nuevo..
Cada vez que salían, aunque fuera al colegio, Perl no se soltaba de la mano de su padre. desde que había regresado y le había conocido. Es como si quisiera recuperar todos los años de ausencia
- ¡ Por Dios ! - dijo violenta por la entrada de la niña.-. Un poco más y...
- Si, casi, casi. Ha de acostumbrarse a vernos juntos de ahora en adelante., y ella lo aceptará con naturalidad, porque sabe que los papás duermen juntos
- Cielo, hemos de ducharnos y bajaremos enseguida a desayunar contigo.. Por favor dí a Margaret que enseguida bajamos.- dijo a la niña para cortar con la violencia que sentía. No se atrevía a moverse de la cama, como en otras ocasiones hacía, pero ahora era distinto: la niña se extrañaría de que no tuviera ropa y su padre tampoco. No tenía edad, aún, para entender ciertas cosas.
Y lo mismo que entró salió de la habitación. Ellos se miraron y se echaron a reír. No habían contado con que ahora no estaban solos, sino que había un diablillo suelto que les sorprendería en cualquier momento. En lo sucesivo tendrían que cerrar la puerta con llave, para evitar sobresaltos..
Y como en tantas ocasiones anteriores, se ducharon juntos y juntos volvieron a sentir los placeres del amor. Se abrazaban y permanecían así, juntos, durante unos instantes. No querían desperdiciar ningún momento de su unión; les había costado mucho volver a juntarse y ahora no desperdiciarían ni un solo instante. Bajaron cogidos de la mano y sonriendo felices. En sus rostros se reflejaba la felicidad que sentían. Y después, llevaron a Perl a dar un paseo. Los tres eran una realidad, pero les parecía estar soñando.
Darían a la niña un par de días de vacaciones hasta llevarla al colegio, que hicieron los tres, y Perl hablaba con sus amigas y señalaba a su padre, por lo que dedujeron que la niña les narraba que había vuelto. Los dos se miraron y sonrieron felices de ver contenta a su hija. -
-¿ Quieres hacer algo ? - la preguntó
- Sólo estar contigo. En cualquier lugar, donde tu me lleves, seré feliz
Decidieron dar un paseo y de este modo ver algún traje para el día de su enlace. Después almorzaron en un restaurante e hicieron tiempo hasta la hora de ir a recoger a su hija.
De nuevo se instalaron en la mansión y fueron días de trasiego, de nervios e impaciencia; volverían a dar marcha atrás al reloj de sus vidas, como si nada hubiera cambiado en ellas. Volverían a vivir los gratos días pasados, pero ahora con amor renovado y más firme. Todo debía estar a punto para la llegada de los padres de Connor y para su próximo enlace. Días de mucho trabajo, pero los dos juntos lo disfrutaban ordenando dónde querían que fuera cada cosa para que todo estuviera perfecto. Como perfecto serían los dormitorios dedicados a los invitados, que ésta vez serían personas de su familia. Todo a punto y en espera de que en unos pocos días ellos llegasen y al día siguiente, legalizaran su matrimonio, aunque por ellos ya estaban casados desde hacía mucho tiempo.
Perl se había quedado asombrada al ver, por primera vez la mansión, y que el piano del que le había hablado su padre era de verdad.
Aunque ellas vivieron un tiempo en el pabellón , nunca habían vuelto a entrar en la mansión, por tanto era todo nuevo para la niña. El cachorro corría inquieto detrás de ella correteando por los salones y ambos subieron escaleras arriba para ver sus habitaciones, esas habitaciones que no conocía. Abrió una puerta, y se encontró en la galería de los retratos. Acompañada de su mascota, entró en esa estancia que llamaba su atención. recorrió uno por uno los retratos de aquellas personas tan antiguas y desconocidas para ella y sin embargo pertenecían a su familia. Y recorrió todos, hasta llegar a uno que la resultó más familiar. Una bella mujer, con una vestimenta distinta a los otros cuadros, y que tenía una rosa en la mano. Frente al cuadro, Perl también sonrió y el perrito sentado a su lado, miraban la tela fijamente. La Dama de la rosa giró la cabeza y la sonrió, con risa que la niña correspondió.
La voz de sus padres la llegaban desde la planta de abajo llamándola. Hacía rato que la habían perdido de vista y sobretodo Anya estaba algo asustada
- No te asustes, mujer. Estará por cualquier rincón de la casa. Es muy grande y nueva para ella. Vendrá en un momento
- Connor ¿ y si se ha caído ?
- No, cielo. Hubiera llorado y nos hubiera avisado.
Y de pronto, ambos se miraron y al unísono subieron deprisa escaleras arriba. Habían tenido un presentimiento, y no se equivocaron: la encontraron delante del cuadro de Elizabeth,. Perl sonreía . Volvieron la vista hacia el retrato y observaron que también sonreía. Fué una fracción de segundo, pero los tres lo vieron con asombro. Salieron de su incredulidad cuando Perl salió de allí seguida por su cachorro. Anya y Connor se miraron y se abrazaron. Era verdad, no habían sido imaginaciones suyas: sonreía y la niña lo había visto también. De no ser por los brazos fuertes de Connor, Anya se hubiera desplomado al suelo de un desmayo. No volvieron a ver sonreir, a la Dama de la rosa, que permanecía seria en el cuadro que en su día, un pintor, la inmortalizó en vida. Nunca volvieron a mencionarlo y Perl tampoco, es como si nada hubiera pasado, pero sí había ocurrido y ellos lo sabían-
Unos días después, fueron a recoger a sus padres ansiosos por conocer a su nieta. Al llegar al aeropuerto se quedaron contemplando la carita de Perl, y Susan no pudo por menos de exclamar
- ¿ Connor, es igual que tu !
La abrazó al tiempo que comenzó a llorar de emoción y alegría.
La niña les miraba con asombro y curiosidad ¿ Quienes eran esos señores que no conocía y que sin embargo la abrazaron con tanto cariño? No eran como los abuelitos de sus amigas que algunas veces les recogían del colegio. Eran los papás de su papá. ¿ Y por qué lloraba la señora?. ¿ Por qué no la había visto antes? No tenía más respuesta en su cabeza que seguramente vivían lejos, donde su papa trabajaba y no habían podido venir antes.
- Me gustan. Me gusta que me abracen y me quieran. Antes estábamos mamá y yo solas, y ahora de repente vienen mis abuelos y según están hablando tengo una tía que también vendrá. Somos una familia grande ¿ Por qué mami nunca me ha hablado de ellos? Los mayores son gentes extrañas que todo lo complican cuando es tan sencillo. Espero que algún día sepa todo este lío de familia-.
Se lo contaba a Bruno 2, mientras jugaba en su habitación. Le encanta ese cuarto, tan grande, mucha más que el que tenía en la casa de mamá. Papá le había comprado muebles nuevos y eran preciosos. Muchos peluches y muñecos; una casa de muñecas en un rincón de la habitación. Y tenía una cómoda como la de su mamá y una cama más grande que la de Londres. Todo era nuevo para ella y la sonrisa no se borraba de su rostro
- Es bueno que haya venido papá. mamá está feliz y ríe por cualquier ocs. Antes estaba siempre triste; le echaba de menos. Quiero mucho a mi papa y a mi mama. Y ¿ sabes qué ? Siempre me agarraré de su mano, así no se podrá marchar de nuevo..
Cada vez que salían, aunque fuera al colegio, Perl no se soltaba de la mano de su padre. desde que había regresado y le había conocido. Es como si quisiera recuperar todos los años de ausencia
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