La bronca era de las que hacían época. Las voces traspasaban los muros del despacho. Los dos hombres estaban enzarzados en una terrible discusión:
--Es la última oportunidad que te doy, la editorial no puede esperar más tiempo. Llevas casi dos años sin escribir ni una sola letra. Te has gastado el adelanto y, francamente, te doy una sóla oportunidad más.Si dentro de dos meses ,como mucho, no envias al menos un capítulo daré por rescindido tu contrato.
--Haz lo que quieras. Si quieres lo rescindimos ahora mismo. Estoy cansado de decirte que se me ha ido la inspiración, no se me ocurre nada, estoy seco. Creo que voy a renunciar a seguir escribiendo. Ya no tengo ideas, ni ganas de hacerlo. Mi cabeza está en otra cosa, lo siento
El editor Michael Strauss era un hombre de mediana edad, de origen austriaco y muy cuadriculado en su forma de pensar. Hombre muy metódico y acostumbrado a tratar con los escritores, en aquella ocasión había perdido los estribos con Jack Stratford; era uno de sus favoritos y no se resignaba a ver como uno de sus escritores más talentosos había perdido el rumbo.
Jack salió del despacho dando un portazo, resoplando y mascullando entre dientes el porqué Michael no entendía sus razones. Salió a la calle sofocado por la discusión, miró al cielo y llenó sus pulmones con el aire que aspiró. Se dirigió hacia su coche aparcado cerca del edificio de la editorial. No quería ir a casa, pero tampoco sabía qué hacer. Miró alrededor, al bar que estaba cerca, y hasta allí se dirigio. Pidió un whisky, que apuró de un trago.
Por un segundo se quedó mirando al vaso, pensativo. Ese no era el mejor camino, pero estaba tan furioso que quiso encontrar en eso remedio para la tensión sufrida.
Después de una hora e ingerir bastante alcohol, decidió dar una vuelta antes de meterse en el coche. Conservaba el suficiente sentido común como para darse cuenta de que no estaba en condiciones de conducir.
Por un segundo se quedó mirando al vaso, pensativo. Ese no era el mejor camino, pero estaba tan furioso que quiso encontrar en eso remedio para la tensión sufrida.
Después de una hora e ingerir bastante alcohol, decidió dar una vuelta antes de meterse en el coche. Conservaba el suficiente sentido común como para darse cuenta de que no estaba en condiciones de conducir.
No supo cuanto tiempo estuvo paseando por un parque cercano.Poco a poco su furia iba apaciguándose. Se dió cuenta de que era de noche, y entonces decidió desandar el camino y regresar a su casa. Una casa que ahora estaba solitaria y fria; tan sólo la idea de llegar y ver que únicamente Poppy le recibiría, le llenaba de angustia. Quizá fuese el alcohol ingerido, la tristeza que sentía, la soledad, la discusión con Michael, o todo junto, hizo que un suspiro largo y pesado exhalara desde lo más profundo de su ser, cuando introdujo la llave en la cerradura.
Como hacía cada vez que llegaba a casa conectaba el contestador por si había algún mensaje. La voz de Cristal le saludaba siempre. Se quedaba mirando al aparato y repetía su nombre una y otra vez como si con eso pudiera hacer que ella regresase. Cristal había fallecido hacía dos años, pero la nostalgia y el dolor se habian instalado en él. No encontraba alivio en nada, ni en nadie.
La voz de Michael le sacó de su evocación
--Jack ¿se puede saber dónde te metes? Necesito hablar contigo urgentemente, no admito demoras, así que mueve el culo y ven a la oficina.
Y había ido y habían tenido una discusión tan grande que todos los empleados de la editorial no se atrevían a levantar la vista del ordenador, cuando vieron salir del despacho a un furibundo Jack. El portazo que dio, hizo que se asustaran de golpe las secretarias que estaban cerca de la puerta.
Las primeras luces de la mañana le despertaron. Se había dormido vestido. Extendió el brazo hacia la almohada vacia que estaba a su lado y nuevamente acudieron a su memoria los días vividos con ella, aquellos felices días de su corto matrimonio interrumpidos bruscamente por el destino. No pudo evitar un profundo sollozo y una pregunta que siempre le martillaba el cerebro
--¿ Por qué, por qué ?
Pero nunca obtenía respuesta. Tomó el retrato de ella entre sus manos y depositó un beso en el dulce rostro que le sonreía feliz y apacible. Se levantó con un tremendo dolor de cabeza y se metió en la ducha dejando resbalar el agua por su atormentada cabeza. Necesitaba ir a visitar a Cristal, poner unas flores en su tumba y contarle lo desgraciado que se sentía con su ausencia.
Ante su tumba y después de dejar un ramo de sus rosas preferidas, Jack se quedó mirando al vacío. Necesitaba contarle el cúmulo de sensaciones que sentía en aquel lugar. Esperó a que una persona cercana, en otra sepultura, se marchase para poder hablar con ella con toda libertad. Le hablaba en voz alta como si ella estuviera frente a él. Se pasó la mano por la frente y la pidió ayuda para superar aquel profundo dolor que sentía.
--No puedo escribir, no puedo. Tu ausencia me ha marcado y me es imposible concentrarme. ¿Qué puedo hacer?, dímelo, dame una señal, haz que desaparezca la angustía que siento. ¿ Por qué no me llevaste contigo? Por favor, por favor. Ayúdame.
Cayó de rodillas junto al montón de tierra que amparaba los restos de su amada esposa y allí permaneció llorando durante largo rato.
No supo el tiempo que pasó. Se levantó y dolorido puso rumbo a su casa. De nuevo la rutina de siempre y como única compañía, el fiel Poppy que saldría a su encuentro. Sin duda también él echaría de menos a su ama, a la que adoraba. Con desgana puso en marcha el contacto del coche y lentamente salió del cementerio. Iba despacio como retrasando la vuelta ; nunca miraba el panorama, pero ese día, sin saber por qué miro a un lado de la carretera: un gran cartel hizo que fijara la vista en su anuncio
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