Desde el principio de sus vidas, éstas transcurrieron parejas. Vivían en el mismo barrio de clase media acomodada norteamericana. Un barrio tranquilo, bonito y habitado por gentes venidas de Europa, como sus propias familias.
Acudieron a la misma guardería cuando apenas sabían andar, después vino la enseñanza primaria, la secundaria... , y por fin la Universidad. Sus caminos ahí se separaron puesto que uno estudiaría Arquitectura y la otra Publicidad y Marketing, pero se vieron en vacaciones y no dejaron de cultivar su amistad.
Ella durante su asistencia al Instituto era el foco de atención de los chicos y la envidia de sus compañeras, pues sus facciones, eran perfectas. Su cabello de un rubio intenso y sus ojos de un azul extraordinario. El chico llevaba en su rostro el sello irlandés: algunas pecas distribuidas por su cara, sus ojos verde-azulados y su cabello castaño, algo rojizo.
Ambos se habían atraido siempre desde muy pequeños, y hasta llegaron hacer un juramento de amor eterno. Un ligero corte en la yema de los dedos firmó su pacto con unas gotas de sangre que unieron sus pequeños dedos.
El tiempo pasa veloz y también la universidad. Con sus diplomas bajo el brazo, aquella mañana junto con sus compañeros recibieron su título que les acreditaba como profesionales cualificados, que lo eran.
Cada uno tomó el medio de locomoción que les llevaría lo más rápidamente hasta sus lugares de destino: sus casas. Después de abrazar a sus tios, primos y demás familias, la madre de James puso un poco de orden en aquella algarabía que había producido la llegada después de su graduación. Sus padres le habían acompañado en ese trascendental momento y se fundió con ellos en un largo abrazo. ya era arquitecto, aunque aún le quedaba el examen de su ingreso en el Colegio de Arquitectos, pero ya podía construir casas.
Construiría la más bonita de todas, la que llevaba en su cabeza desde hacía mucho tiempo. Un hogar que compartiría con Emma. Esperaba que en poco tiempo empezase a trabajar y después se casaría con ella, con la chica más bonita de todo el entorno y que era su novia de siempre.
--Mamá, mamá. Me voy a ver a Emma, seguro que ya está en casa. Estoy deseando mostrarle mi acreditación.
--No te retrases- le pidió la madre.-. La comida estará lista en un santiamén.
--Descuida, enseguida vuelvo.
Bajó la escaleras que le separaban de la calle dando grandes zancadas y siguió corriendo hasta llegar a casa de ella que distaba a unos veinte metros.
--Emma,Emma.- gritó desde la escalera
-Emma abrió la puerta y se precipitó en los brazos de su novio.
Desde las vacaciones de Semana Santa, no se habían vuelto a ver, pero eso ya no importaba: al fin estaban juntos y graduados. Ya nunca más se separarían. Ella tenía una entrevista con una agencia de publicidad que se había anunciado en la universidad, y tenía que acudir al cabo de tres días. Si consiguiera el trabajo el camino hacia el matrimonio sería más corto.
Ambos jóvenes se unieron en un abrazo y un beso largo. Estaban pletóricos de satisfacción, y al fin podrían estar juntos.
La mañana de la entrevista, Emma se despertó muy nerviosa. A pesar de saber que estaba preparada para trabajar, sería su primer empleo. Buscó en su armario cuidadosamente la ropa que se habría de poner. La primera impresión es muy importante, máxime en ese trabajo de publicidad.
Llegó con tiempo de sobra a su reunión con la empresa Crowford Co. Gozaba de mucho crédito en el gremio y allí además de trabajar seguiría aprendiendo y conociendo sobre el terreno las modernas técnicas de los anuncios.
Se sentó en el recibidor esperando que la llamasen. Un hombre alto, bien trajeado y de semblante dulce y agradable cruzó frente a ella. Volvió sobre sus pasos y fué directamente hacia Emma:
--¿Es usted la modelo para el maquillaje?
--¿Cómo dice ? Oh no, no. Yo vengo a realizar una entrevista con el señor Crowford, soy publicista. Vi un anuncio en la universidad y...
--¡ Ah, si ! Perdone que la confundiera. Creí que era la modelo que esperamos. Sus facciones son perfectas para los anuncios. En fin... pase por favor.
Al cabo de una hora de haber llegado, Emma salió de aquel despacho con un empleo bajo el brazo. De momento estaría a prueba, pero tenía muchas posibilidades de quedarse fija. El sueldo para empezar estaba bien y la oficina era cómoda y agradable.
Sin poder esperar más, sacó su móvil del bolso y marcó el número de James para comunicarle que le habían admitido. Los gritos de alegría de él, se escucharon a través del teléfono y las risas de Emma, llamaban la atención de los transeúntes que circulaban rápido a aquellas horas de la mañana. Empezaría el lunes, ya era jueves y solamente trabajan hasta el viernes, por tanto tendría el fin de semana libre para disfrutarlo junto a su novio.
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