Ann llevaba trabajando en McDonald más de tres años. Ya era socia del bufete. Su prestigio había subido como la espuma. Aquella mañana fué llamada al despacho del Director General. Extrañada y haciendo un guiño a su compañera, acudió a la llamada.
--Pase Ann y siéntese, por favor
--Muy b ien, pues usted dirá.
--La necesitamos en Nueva York, en nuestra filial en Manhattan
--¿Cómo dice? ¿En Nueva York?
--Eso es. ¿Acepta?
En una fracción de segundo, Ann, repaso toda su vida anterior a San Francisco. Sin saber porqué se detuvo en Robert. El dolor se había amortiguado bastante. Ya no le dolía tanto recordarle y entonces pensó que sería una oportunidad única para su carrera, y por otra parte sería difícil coincidir con él. Las últimas noticias que supo es que se estaba preparando para la judicatura y quizás su destino sería fuera de Nueva York...
--Acepto, y le agradezco la oportunidad y la confianza que han depositado en mi. ¿Cuándo será el traslado?
--Enseguida. La plaza se ha quedado vacante y cuanto antes la cubramos, el trabajo no se retrasará. No se preocupe por el alojamiento. La buscaremos un apartamento en el mismo Manhattan y si no es de su agrado tendrá plena libertad para escoger otro. Su alquiler corre por cuenta del despacho, y por consiguiente el sueldo será también más elevado. Se ha merecido esta oportunidad, nos ha demostrado que es una persona de extraordinaria inteligencia. El puesto que ha conseguido no se lo regalamos; tenga por seguro que nosotros como mínimo hemos ganado lo mismo que usted.
Ann sonrió satisfecha y halagada del reconocimiento de su jefe. Concretó su partida que sería en los primeros días de la semana siguiente.
La despedida de sus padres fué lo más duro que tuvo que pasar. Ellos tristes la animaron: era lo mejor para su carrera y se verían en vacaciones y en cualquier escapada que Ann hiciera para verles.
A través de la ventana del avión, contempló la silueta del Empire State. De nuevo en Nueva York. Miles de recuerdos acudieron en tropel. No quería pensar en nada. Una nueva experiencia se abria y pensaba sacarle el máximo provecho. Le gustaba su profesión, disfrutaba ejerciéndola, se volcaba en ella para defender al cliente y conseguir un buen resultado, pero su vida privada estaba totalmente vacía. No quería encadenarse en ninguna aventura amorosa, a pesar de que había tenido infinidad de oportunidades. No le interesó ninguna. Creyó equivocadamente que había superado la experiencia con Robert, pero no se sentía con fuerzas para emprender un amorío que en nada le satisfacía.
Ya se había instalado en el apartamento que le habían buscado en el despacho. Fué totalmente de su agrado y decidió que se quedaría allí. Había llamado a Terry y a Lisa y por supuesto a Walter que seguía disfrutando de su retiro en perfectas condiciones.
Quedó con sus amigas en que se reunirían para comer un día las tres juntas. En la calle hacía frio, pero no quería quedarse en casa. Iría de compras para obsequiar a sus amigas con algún regalo. Estaban en Navidad y era época de regalos. Terry tenía una niña preciosa, de momento. Lisa había decidido que nada de matrimonio, pero si la vida en pareja. Les iba bien, se amaban y eran muy felices al igual que Terry. Llamó al juez Desmond que se había jubilado y quedó con él en que pasaría un día a visitarle.
Había cubierto todas las normas sociales a que la buena educación obligaba, y libre ahora de compromisos decidió salir de compras. Comió en el mismo centro comercial al que se dirigió y después planta por planta recorrió la mayor parte del edificio buscando el regalo más original para sus amigos.
Pasó por la planta de caballeros y sin saber muy bien porqué, entró en ella. Buscó algo para las parejas de sus amigas: ¡ pero si ya les he comprado un libro !...Pensó para su interior. Pero no era el buscar un regalo, en su subsconciente había un recuerdo: Robert. Acariciaba los objetos para hombre: una bufanda, unos guantes, corbatas, jerseys, ... vió un sombrero y a pesar de que nunca había visto a Robert con uno, se lo imaginó y penso" estaría guapísimo".
En la sección de señoras eligió un salto de cama a juego con el camisón para cada una de sus amigas y después eligió ropa interior para ella misma. Ya había realizado sus compras, regresaría a casa. Le dolían los pies. ¿ A quién se le ocurre venir de compras con altos tacones?, se dijo.
En la planta quinta se introdujo en el ascensor que poco a poco se iba llenando de gente. Llegaron a la cuarta y al sonarle el teléfono, se puso a rebuscar en el bolso. con lo que tuvo que bajar la cabeza para buscarlo. La puerta se abrió y de nuevo entraron tres o cuatro personas. Una de ellas llegó hasta donde Ann rebuscaba el teléfono. Se le puso delante y entonces ella levató la cabeza y...
--¡ Oh Dios mio !
Un Robert serio, muy serio, la observaba sin poder dar crédito. Con estupefacción ambos se miraron, pero no articularon palabra. Sólo se miraban, sin pestañear. Llegaron a la planta tercera y un tropel de jóvenes entró obligando a los que estaban en el ascensor a apretujarse. Robert sufrió un pequeño empujón que le hizo aproximarse aún más hacia Ann; para protegerla apoyó sus dos brazos en la paed del ascensor haciendo un puente y quedando Ann dentro de ellos.
Sus caras casi se rozaban, el corazón de Ann galopaba y el gesto de Robert era hosco y serio, pero no podía apartar la mirada del rostro de Ann. Ella quiso salir de allí cuanto antes, no podía resistir más y con un hilo de voz, atinó a decir:
--Tengo que salir en la próxima ¿ me permites pasar?
--Hay mucha gente, sígueme
Robert buscó la mano de ella obligándola a seguir, y pidiendo permiso a los ocupantes del ascensor, se abrió paso hasta llegar a la puerta. Estaban en la planta segunda, en la de bebes, pero Ann quería perderle de vista, cuanto antes.
--Bien.Gracias por ayudarme. Tengo que irme
--¿En esta planta? ¿Vas a ser mamá?
--¡ Oh no !, sonrió Ann, bajando la mirada
--¿Crees que después de tanto tiempo, te vas a marchar así?
--Así ¿como?
--Creo que tenemos una conversación pendiente, ¿no crees?
--No creo nada, pero además tengo mucha prisa. Buenas tardes y gracias de nuevo
--No, de eso nada. Iremos a algún sitio en dónde podamos hablar y me vas a explicar lo que ocurrió. Te llamé, te busqué. Era como si te hubiera tragado la tierra ¿por qué ? Creo que me debes una explicación. Yo no hice absolutamente nada para provocar aquella reacción
Con el tiempo transcurrido, Ann, había madurado, tenía otra perspectiva y pensaba que quizás debió explicarle el motivo de su rechazo a una relación más intima. Ahora había llegado de nuevo un momento propicio para aclararlo; al menos que Robert no tuviera la impresión de que ella era una calienta....Aún la dolía el adjetivo, porque además estaba muy lejos de la realidad
--Está bien, tienes razón. Te la debo y ahora es un buen momento para dártela. Pero creo que la sección de bebés no es el sitio indicado. Vayamos a otro lugar más tranquilo. Quizás a la cafetería, si no hay mucha gente, claro.
Decidieron pasear mientas hablaban. Ann empezó a contar su versión desde el principio, cuando conoció a Dick y todas las circunstancias que después vinieron...
--¿Por qué no me lo dijiste?
Ann lloraba en silencio y suavemente. El recordar todo aquello y la pérdida de Robert la producía un profundo dolor, algo que ya creia tenía superado, pero no era así. Respondió a Robert:
--Es muy posible que te lo hubiera contado, no se, pero la conversación derivó en algo muy desagradable y luego ya no fué posible. Ahora ya sabes el porqué aquel día dije que no me acostaría contigo. Tenía miedo, tenía incrustada en mi memoria aquel desagradable incidente. No le puedo culpar, yo era consciente de lo que iba hacer, lo que no sabía es que mi primera vez iba a ser con un ser egoista, bruto, que no pensó en ningún momento en su pareja. Pero bueno aquello pasó, y me alegro de que todo haya sido aclarado entre nosotros. Aunque no lo creas me dolía la opinión que te habías hecho de mi.
--Cielo santo. Si yo hubiera sabido ésto, todo sería distinto ahora. Pero tienes razón será mejor dar el asunto por zanjado.
--Y bien ahora dime ¿te has casado?
--No, no, pero tengo pareja con la que estoy a gusto
-Claro, es normal. Ha pasado mucho tiempo. Me alegro de que seas feliz, te lo digo de verdad. Ahora sí que tengo que irme .
--¿Te llevo a algún sitio?
--No, tomaré un taxi, me duelen los pies y estoy cansada, pero vivo muy cerca de aquí. Bien en el fondo me alegro de poder haberte dicho todo. Era algo que tenía dando vueltas siempre en mi cabeza. Que te vaya bien, Robert. Hasta que el destino nos vuelva a juntar.
Ella sonrió a pesar de que tenía ganas de llorar, pero le tendió la mano. Robert se adelantó hacia ella y acariciando su mejilla, depositó un ligero beso en ella.
--Adiós Ann. Hasta siempre.
Pararon a un taxi y ella se introdujo en él mientras era observada por un serio Robert. Por su cabeza flotaban miles de pensamientos, piezas de un rompecbezas que ahora encajaban perfectamente y lamentó que las circunstancias hubieran sido tan adversas para ellos. Quizás ahora hubieran estado casados y con algún niño jugueteando a su alrededor, sin embargo él estaba con una mujer, a la que apreciaba, pero que casi siempre tenían que llevar su relación a distancia, como por ejemplo ahora...
--¡ Maldita sea ! , es todo lo que se le ocurrió decir.
--Pase Ann y siéntese, por favor
--Muy b ien, pues usted dirá.
--La necesitamos en Nueva York, en nuestra filial en Manhattan
--¿Cómo dice? ¿En Nueva York?
--Eso es. ¿Acepta?
En una fracción de segundo, Ann, repaso toda su vida anterior a San Francisco. Sin saber porqué se detuvo en Robert. El dolor se había amortiguado bastante. Ya no le dolía tanto recordarle y entonces pensó que sería una oportunidad única para su carrera, y por otra parte sería difícil coincidir con él. Las últimas noticias que supo es que se estaba preparando para la judicatura y quizás su destino sería fuera de Nueva York...
--Acepto, y le agradezco la oportunidad y la confianza que han depositado en mi. ¿Cuándo será el traslado?
--Enseguida. La plaza se ha quedado vacante y cuanto antes la cubramos, el trabajo no se retrasará. No se preocupe por el alojamiento. La buscaremos un apartamento en el mismo Manhattan y si no es de su agrado tendrá plena libertad para escoger otro. Su alquiler corre por cuenta del despacho, y por consiguiente el sueldo será también más elevado. Se ha merecido esta oportunidad, nos ha demostrado que es una persona de extraordinaria inteligencia. El puesto que ha conseguido no se lo regalamos; tenga por seguro que nosotros como mínimo hemos ganado lo mismo que usted.
Ann sonrió satisfecha y halagada del reconocimiento de su jefe. Concretó su partida que sería en los primeros días de la semana siguiente.
A través de la ventana del avión, contempló la silueta del Empire State. De nuevo en Nueva York. Miles de recuerdos acudieron en tropel. No quería pensar en nada. Una nueva experiencia se abria y pensaba sacarle el máximo provecho. Le gustaba su profesión, disfrutaba ejerciéndola, se volcaba en ella para defender al cliente y conseguir un buen resultado, pero su vida privada estaba totalmente vacía. No quería encadenarse en ninguna aventura amorosa, a pesar de que había tenido infinidad de oportunidades. No le interesó ninguna. Creyó equivocadamente que había superado la experiencia con Robert, pero no se sentía con fuerzas para emprender un amorío que en nada le satisfacía.
Ya se había instalado en el apartamento que le habían buscado en el despacho. Fué totalmente de su agrado y decidió que se quedaría allí. Había llamado a Terry y a Lisa y por supuesto a Walter que seguía disfrutando de su retiro en perfectas condiciones.
Había cubierto todas las normas sociales a que la buena educación obligaba, y libre ahora de compromisos decidió salir de compras. Comió en el mismo centro comercial al que se dirigió y después planta por planta recorrió la mayor parte del edificio buscando el regalo más original para sus amigos.
En la sección de señoras eligió un salto de cama a juego con el camisón para cada una de sus amigas y después eligió ropa interior para ella misma. Ya había realizado sus compras, regresaría a casa. Le dolían los pies. ¿ A quién se le ocurre venir de compras con altos tacones?, se dijo.
En la planta quinta se introdujo en el ascensor que poco a poco se iba llenando de gente. Llegaron a la cuarta y al sonarle el teléfono, se puso a rebuscar en el bolso. con lo que tuvo que bajar la cabeza para buscarlo. La puerta se abrió y de nuevo entraron tres o cuatro personas. Una de ellas llegó hasta donde Ann rebuscaba el teléfono. Se le puso delante y entonces ella levató la cabeza y...
--¡ Oh Dios mio !
Un Robert serio, muy serio, la observaba sin poder dar crédito. Con estupefacción ambos se miraron, pero no articularon palabra. Sólo se miraban, sin pestañear. Llegaron a la planta tercera y un tropel de jóvenes entró obligando a los que estaban en el ascensor a apretujarse. Robert sufrió un pequeño empujón que le hizo aproximarse aún más hacia Ann; para protegerla apoyó sus dos brazos en la paed del ascensor haciendo un puente y quedando Ann dentro de ellos.
Sus caras casi se rozaban, el corazón de Ann galopaba y el gesto de Robert era hosco y serio, pero no podía apartar la mirada del rostro de Ann. Ella quiso salir de allí cuanto antes, no podía resistir más y con un hilo de voz, atinó a decir:
--Tengo que salir en la próxima ¿ me permites pasar?
--Hay mucha gente, sígueme
Robert buscó la mano de ella obligándola a seguir, y pidiendo permiso a los ocupantes del ascensor, se abrió paso hasta llegar a la puerta. Estaban en la planta segunda, en la de bebes, pero Ann quería perderle de vista, cuanto antes.
--Bien.Gracias por ayudarme. Tengo que irme
--¿En esta planta? ¿Vas a ser mamá?
--¡ Oh no !, sonrió Ann, bajando la mirada
--¿Crees que después de tanto tiempo, te vas a marchar así?
--Así ¿como?
--Creo que tenemos una conversación pendiente, ¿no crees?
--No creo nada, pero además tengo mucha prisa. Buenas tardes y gracias de nuevo
--No, de eso nada. Iremos a algún sitio en dónde podamos hablar y me vas a explicar lo que ocurrió. Te llamé, te busqué. Era como si te hubiera tragado la tierra ¿por qué ? Creo que me debes una explicación. Yo no hice absolutamente nada para provocar aquella reacción
Con el tiempo transcurrido, Ann, había madurado, tenía otra perspectiva y pensaba que quizás debió explicarle el motivo de su rechazo a una relación más intima. Ahora había llegado de nuevo un momento propicio para aclararlo; al menos que Robert no tuviera la impresión de que ella era una calienta....Aún la dolía el adjetivo, porque además estaba muy lejos de la realidad
--Está bien, tienes razón. Te la debo y ahora es un buen momento para dártela. Pero creo que la sección de bebés no es el sitio indicado. Vayamos a otro lugar más tranquilo. Quizás a la cafetería, si no hay mucha gente, claro.
Decidieron pasear mientas hablaban. Ann empezó a contar su versión desde el principio, cuando conoció a Dick y todas las circunstancias que después vinieron...
--¿Por qué no me lo dijiste?
Ann lloraba en silencio y suavemente. El recordar todo aquello y la pérdida de Robert la producía un profundo dolor, algo que ya creia tenía superado, pero no era así. Respondió a Robert:
--Es muy posible que te lo hubiera contado, no se, pero la conversación derivó en algo muy desagradable y luego ya no fué posible. Ahora ya sabes el porqué aquel día dije que no me acostaría contigo. Tenía miedo, tenía incrustada en mi memoria aquel desagradable incidente. No le puedo culpar, yo era consciente de lo que iba hacer, lo que no sabía es que mi primera vez iba a ser con un ser egoista, bruto, que no pensó en ningún momento en su pareja. Pero bueno aquello pasó, y me alegro de que todo haya sido aclarado entre nosotros. Aunque no lo creas me dolía la opinión que te habías hecho de mi.
--Cielo santo. Si yo hubiera sabido ésto, todo sería distinto ahora. Pero tienes razón será mejor dar el asunto por zanjado.
--Y bien ahora dime ¿te has casado?
--No, no, pero tengo pareja con la que estoy a gusto
-Claro, es normal. Ha pasado mucho tiempo. Me alegro de que seas feliz, te lo digo de verdad. Ahora sí que tengo que irme .
--¿Te llevo a algún sitio?
--No, tomaré un taxi, me duelen los pies y estoy cansada, pero vivo muy cerca de aquí. Bien en el fondo me alegro de poder haberte dicho todo. Era algo que tenía dando vueltas siempre en mi cabeza. Que te vaya bien, Robert. Hasta que el destino nos vuelva a juntar.
Ella sonrió a pesar de que tenía ganas de llorar, pero le tendió la mano. Robert se adelantó hacia ella y acariciando su mejilla, depositó un ligero beso en ella.
--Adiós Ann. Hasta siempre.
Pararon a un taxi y ella se introdujo en él mientras era observada por un serio Robert. Por su cabeza flotaban miles de pensamientos, piezas de un rompecbezas que ahora encajaban perfectamente y lamentó que las circunstancias hubieran sido tan adversas para ellos. Quizás ahora hubieran estado casados y con algún niño jugueteando a su alrededor, sin embargo él estaba con una mujer, a la que apreciaba, pero que casi siempre tenían que llevar su relación a distancia, como por ejemplo ahora...
--¡ Maldita sea ! , es todo lo que se le ocurrió decir.
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