sábado, 14 de marzo de 2020

CORONAVIRUS

Algo me despertó. Medio adormilada y guiñando uno de mis ojos, levanté un poco la cabeza tratando de averiguar lo que había sido. Miré a un lado y a otro de la habitación; nada había de particular que produjera ese pequeño sobresalto. Tampoco recordaba lo que estuviera soñando para  sacudirme el sueño tan bruscamente. ¿ Qué pasaba? Un silencio abrumador, poco usual me hizo volver a la realidad: silencio, silencio, silencio.  Ni siquiera los pajarillos, anunciando la primavera, se escuchaban.
De un salto me incorporé y fui hasta la ventana de mi habitación.  Era como si la vida hubiera huido de la tierra.  La calle siempre bulliciosa, permanecía en silencio. Apenas pasaban coches. Las tiendas cerradas, excepto la panadería de Antonio, siempre tan trabajador y madrugador. Los autobuses circulaban haciendo su ruta, pero totalmente vacíos ¿ Qué estaba ocurriendo? Totalmente despierta no salía de mi asombro. Las sirenas habituales de ambulancias, bomberos o policía, tampoco se escuchaban. ¿ Me estaré volviendo loca? Anoche cuando me acosté, todo estaba normal: el cielo brillante, con alguna que otra estrella. La televisión del vecino más alta de lo normal, y algunos chiquillos jóvenes cantando un reggaetón. Todo normal, como cada día. Pero algo había pasado mientras dormía. De repente surgió el miedo a lo desconocido. ¿ Cuánto he dormido? ¿Aún lo estoy? ¿ Qué ha pasado mientras lo hacía? ¿ Se había borrado la vida de la faz de la Tierra? ¡ Mi familia !  ¿Cómo no había pensado en ella ? Corrí al teléfono ansiosa  por escuchar sus voces.  La voz de mi hija me tranquilizó

-¿ Qué te pasa, mamá?

Y entonces respiré aliviada: ellos estaban bien.  Pero ¿ entonces, qué demonios pasa? ¿ Qué me he perdido? ¡ El reloj ! fuí hasta la mesilla de noche en donde estaba ese objeto inanimado que marca nuestro ritmo de vida. Apenas había dormido dos horas. Encendí el televisor, pero la pantalla en negro me respondió. Sólo un informativo con el presentador de guardia dando instrucciones y a continuación un médico advirtiendo que nadie saliera de casa.
 ¿ Por qué? ¿ Cuando ? ¿ Qué ha ocurrido?

Y de repente la luz se hizo en mi adormilada cabeza y una palabra, hasta ese momento desconocida para mi, para todos , me dió la respuesta. " coronavirus"  Había llegado, arrollando vidas tranquilas, cambiando el ritmo de nuestras vidas.

Seguí asomada a la ventana y me fijé en las tiendas de barrio que forman el mío. La de animales, cerrada, el bar de la esquina, cerrado. El pequeño supermercado... ese estaba abierto, pero ningún otro tipo de comercio. Y de golpe todo tomaba vida; recordé que estamos en alarma y nadie puede salir de casa, o al menos era lo recomendado. Por la calle, en ese momento, pasaba un coche con un altavoz recomendando no salir por alto riesgo de contagio con las demás personas.

Busqué con la vista el lugar en donde está situado uno de los grandes hospitales cercanos a mi domicilio, y recordé a los profesionales que lo integran, pero también  al resto de personal. Todos ellos forman un núcleo de personas a nuestro servicio, en nuestra ayuda, necesarios todos para que funcione como debiera. Cada uno de ellos es necesario, en los distintos terrenos que forman esas macro ciudades  de salud; todos son necesarios, imprescindibles.  Y sonreí: estamos seguros. Con ellos saldremos adelante, pensé. Mentalmente  y un poco `por lo bajo, les dí las gracias por su ayuda .

¿ Cómo y por qué? Al principio lo tuvimos muy lejano, pero al igual que un gigante, ha avanzado rápido implacable y va llegando hasta nosotros.

Pero ahora corre de nuestra parte colaborar con los esfuerzos que todos están haciendo por acabar con la pesadilla. Lo conseguiremos, seguro, pero tenemos que hacer algo por ayudar a ello : Quedarnos en casa. Seguir al pié de la letra las instrucciones que nos den, porque en ello nos va la salud, algo tan importante como eso.

Respiré hondo y eché una última mirada a la calle desierta: había llegado la peste del siglo veintiuno. Estaba siendo un siglo extraño en que la mano del hombre , destructora, estaba haciendo lo posible por borrarnos del mapa. Y tomé más en serio lo que desde hacía años recomendaban los expertos y comenté para mí: hasta que no lo destruyamos no vamos a parar.

Y también recordé a los refugiados de las cruentas guerras que se están librando, de los más desfavorecidos, y de las personas que duermen en la calle. ¿ Cómo se pueden proteger? ¿ Alguien lo ha tenido en cuenta?  Seguramente no, porque sólo son visibles por la noche, pero son seres humanos y además vulnerables. ¿ Alguna organización los habrá tenido en cuenta?  Espero que sí. Que las iglesias  que van a permanecer abiertas para dar misa, lo hagan, en definitiva esa es su labor principal. ¡Por falta de espacio no será! Allí encontrarán cobijo, o al menos es lo que debiera ser.

Podremos con ello, todos juntos, codo con codo, ayudando  y tomando nota  para que otra vez no vuelva a ocurrir algo semejante. Que cada uno de nosotros ponga de su parte. Son días de estar en casa, con la familia, aunque sea a remolque.



#1996rosafermu - Marzo 14 de 2020

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