jueves, 5 de marzo de 2020

Los mudos testigos - Capítulo 25 - La despedida

    La distancia desde la casa de Erín hasta el Ayuntamiento en donde Peter contraería matrimonio, era bastante larga, por lo que la directora de la asociación y amiga de ella, la llevaría en coche, portando también la silla de ruedas y las muletas.  Le daba infinita tristeza ver esos objetos tan necesarios para ella.  Ese día había suspendido su rehabilitación; no tenía ánimos para hacer los ejercicios.  Sentía rota su alma e iba a presenciar el final de una historia de amor apenas comenzada.  No tenía fuerzas para tanto.  Haría de tripas corazón para no apenar más a su amiga que se había brindado a ayudarla, aunque no estuviese de acuerdo con su criterio.


La ayudó a instalarse en el asiento de al lado del conductor y despacio, pues tenían tiempo suficiente, partieron rumbo al Ayuntamiento.  Buscarían un sitio, o quizás algún pub, desde el cual, Erin pudiese ver a Peter y que él no se diera cuenta de su presencia. O también en la calle , en alguna esquina , con el mismo fin.  Dado que no aguantaba mucho tiempo de pié, incluso apoyada en las muletas, eligieron, para mayor comodidad de ella, sentarla en la silla de ruedas y de esta manera atenuar el malestar que pudiera tener.  Y así lo hicieron.  Había ido con demasiado tiempo de anticipación y la espera se haría larga, pero obtuvieron un inmejorable lugar a cierta distancia de la entrada al edificio. Llevaban la acreditación de la asociación y además Erin en silla de ruedas.  Los policías,  apostados para  regular la asistencia de los curiosos, si los hubiera, eran conocidos de ambas, por tanto las ubicaron en un lugar excelente.  Ya sólo faltaba que los contrayentes hicieran acto de presencia.

    Erin se mostraba impaciente y a la vez no deseaba que llegara ese momento, pero los minutos corrían y por fin el coche que llevaba al novio y su padrino, aparcó frente a la entrada principal, y de él salió Peter, con un traje oscuro e impecable. Apuesto como nunca, pero se le veía inquieto y algo nervioso.  Su padrino sería Dylan que ese día había dejado a un suplente, restringiendo las consultas.

    Los dos amigos charlaban.  Animadamente por parte de Dylan, más escueto Peter, que asentía con la cabeza a algo que el amigo le contara.  Miraba constantemente a los lados de la calle, como buscando algo, nervioso, sin prestar mucha atención a lo que el amigo le dijera.  Miraba el reloj y oteaba por ver si el coche de su prometida llegaba con puntualidad.  Los curiosos comenzaron a llegar y a ponerse a los lados de la entrada.  Dunfanaghy es un lugar relativamente pequeño, y casi todos se conocían, máxime si tienes alguna profesión relevante, como le sucedía a ambos médicos.  Por tanto la mitad de las personas que allí estaban debían ser pacientes del consultorio.

    Dylan miró su reloj, y debió hacer alguna indicación a Peter, porque ambos miraron hacia atrás y comenzaron a subir las escaleras que daba entrada al Ayuntamiento.  Erin, ayudada por su amiga, se levantó de la silla de ruedas y se apoyó en las muletas. Quería verle por última vez, antes de que entrase en el edificio, antes de que perteneciera a otra mujer.  Con los ojos empañados por las lágrimas, se mantuvo erguida clavando su mirada en aquel rostro tan querido y conocido por ella.

En el penúltimo escalón, Peter se paró y echó la mirada atrás.  A una regular distancia, divisó la silueta de ella:

- Peter ¿ qué ocurre?

- Dylan, Erin está aquí

- Pero... Peter, es imposible ¿ Cómo va a llegar hasta aquí ? Ella sola no ha podido llegar.

- Te digo que está aquí.  Mira en la dirección de los coches de la policía.  Y está de pie, y la directora de la asociación la está ayudando.  No puedo hacerlo

- ¿ Qué no puedes hacer?

- Casarme.  No puedo, Dylan. Aún la quiero; no importa el paso del tiempo, ni lo que ocurriera entre nosotros.  La amo a ella y necesita mi ayuda.  Prometí protegerla y ayudarla siempre, y ahora me necesita.

- Pero Peter. El coche de Melissa se acerca; no la puedes hacer ésto

- Y a Erin ¿ si ?.  Entremos hablaré con el juez y con ella.  Hablaré con quién sea, pero no puedo hacerlo. Lo siento.

    Jadeando, y sudoroso,  Peter se despertó sobresaltado. Todo había sido un sueño debido a todas las circunstancias que habían vivido en los últimos tiempos. Todo estaba controlado.  Todos los supuestos habían sido tomados en cuenta.  Nada podía fallar, sólo Erin. Y mentalmente pidió que se comportara como él había previsto.

  Quería comprobar que todo estaba según el guión, y efectivamente, como había supuesto Erin estaba allí:  no se había equivocado.  A pesar de todo, sintió el temor de que algo fallase a última hora.


   
    El coche de la novia se paró ante las escaleras. Erin y su amiga se disponían a irse, pero quiso conocer a la afortunada mujer que se uniría al hombre que ella quería. Y comprendió que ante la belleza de esa chica, cualquier hombre se rendiría.  Era una novia preciosa y en plenas facultades, algo de lo que ella carecía.  Y la tristeza se acentuó aún más al pensar que ella podía estar en el lugar de esa muchacha, si no hubiera sido por la nefasta participación de Liam en su vida.  No podía retener las lágrimas y tuvo que pararse un instante porque las piernas se negaban a sostenerla.  Con esfuerzo, se sentó en la silla de ruedas dispuesta a meterse en el coche, a escasos pasos de donde los guardias les habían ubicado.

 
En ello estaban, cuando Dylan sofocado, llegó corriendo hacia ellas.

- Erin, Erin, espera

   Erin giró su cabeza y se extrañó al ver al médico que venía hacia ella muy alterado.

- ¿ Qué ocurre? ¿ Qué pasa ?

- Tienes que venir conmigo ahora.  Es urgente

- ¿ A dónde ?

- Al Juzgado

-Dylan no entiendo nada ¿ Ha ocurrido algo ?

- No puedo decirte nada. Sólo ven

    Entraron por una puerta lateral al edificio. Ni Erin ni su amiga entendían nada; Dylan tampoco les explicaba nada; todos iban en silencio.  Era él quién conducía la silla de Erin, y con paso decidido entró en una sala en donde se escuchaban algunas voces algo alteradas, nerviosas... que después callaron

    Al fin se abrió la puerta y de ella salía la chica que debiera estar casándose con Peter, daba el brazo a un hombre mayor que debía ser su padre.  Miraron a Erin y con una inclinación de cabeza a modo de saludo, siguieron adelante.

    Erin y su amiga, se miraban sin entender nada de lo que allí estaba pasando ¿ Qué hacían ellas allí?  Salió un alguacil del juzgado, que miró a Dylan y este volvió a entrar en la sala de la que habían salido la novia y su padre.  Y fué el alguacil quien condujo la silla de ruedas, entrando en la sala de la que habían ,salido unos y entrado otros.  Erin agarró la mano de su amiga fuertemente.  De repente se puso muy nerviosa; nadie decía nada y seguia sin entender el por qué de su presencia allí.

    Era una sala grande y espaciosa con sillas a ambos lados del pasillo central.  Al fondo una tarima con un atril.  Tras ello estaba el juez y en uno de los extremos Peter y Dylan. Al otro lado no había nadie. Erin y su amiga se miraron; seguían sin entender nada.  Fueron unos segundos lo que tardó el alguacil en llevar a Erin hasta donde estaba la tarima y vió que Dylan se cambiaba de lugar, y volvía de nuevo hasta donde ella estaba.  En sus manos llevaba un ramo pequeño de muguet blanco.
Esto era un sueño; tenía que despertarse.  El corazón marcaba sus pasos muy acelerados y pareciera que se le subía a la garganta.
Al llegar a su altura, Dylan se inclinó y besando su frente, la entregó el ramo de muguet y pronunció unas palabras que ella no terminaba de entender:

- Yo te entregaré

¿ Qué decía? ¿ A quién me iba a entregar ?  ¿Por qué Peter   las  miraba muy serio ? ¿ Qué estaba ocurriendo allí ¿ Por qué el juez sonreía ?  La cabeza le daba vueltas, iba a desmayarse.  Pero en todo ese intermedio, había llegado hasta donde estaba Peter, que muy serio y emocionado la miraba.
De nuevo Dylan acudió al sitio al lado de Peter, y éste avanzó hasta donde ella estaba. El alguacil se apartó dejándole su puesto, siendo él quién llevara la silla de ruedas, y juntos avanzaron hasta la parte central de la tarima, en donde el juez les aguardaba.

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