lunes, 2 de marzo de 2020

Los mudos testigos - Capítulo 22 - Yo culpable

    Al principio del interrogatorio, y en presencia de su abogado, se mostraba calmado y seguro, pero ante las preguntas de ambos inspectores, comenzó a mostrar  síntomas de miedo, cansancio y dudas.  Los policías habían casado todos los datos y no sabía como negarlas, a pesar de que el abogado le decía que no hablase.  Pero llegó un momento, y después de un interrogatorio largo y pesado, que se rindió a la evidencia y comenzó a declararse culpable.  Su abogado se echaba las manos a la cabeza.  Las pruebas eran tan claras que no había manera de negar lo evidente, pero además él, cansado después de tantas horas declarando,  al fin se rindió y comenzó a narrar todo lo ocurrido


- Fiona comenzó a hacer su maleta, metiendo la ropa en ella.  Me abandonaba.  El día anterior había llegado a casa algo bebido y ultimando mi plan respecto a Erin.  Ella me echó en cara que ya no la amase y que la relación se había deteriorado desde que le concedieron el divorcio de su mujer. Estaba cansada porque pensaba que seguía enamorado de Erin. No era cierto, la quería a ella, pero los nervios me jugaron una mala pasada y la dí un bofetón, tan fuerte que se dio con algo y cayó al suelo.  Hasta que no vi la sangre no me dí cuenta de lo que había hecho y entonces comencé a pensar: "si encuentran el cuerpo y con la sentencia de divorcio por agresión, me declararán culpable en el acto."

Pensaba y pensaba sin saber qué hacer,  hasta que se me ocurrió la idea de llevarla al trastero y dejarla allí.  Lo alquilé para deshacerme del cuerpo de Erin, pero sería Fiona quién lo ocupase.  Por la noche lo envolví en la alfombra sin pensar que les estaba dando una prueba si acaso lo encontraran.  Pero no podía hacer otra cosa.  De madrugada  lo llevé y allí lo dejé .

Pero el plan con Erin seguía su curso.  Me había destrozado la vida, y debía pagar por ello.  Volví al apartamento que compartía con Fiona, deshice la maleta que ella había preparado y me puse a limpiar el suelo y a borrar todas las huellas que pudiera haber dejado.  Me incorporé al trabajo como si tal cosa.  Pero aún tenía pendiente el asunto Erin, así que fingí que estaba enfermo y esa misma noche, viajé hasta Dunfanaghy.  Llegué cuando anochecía.  Me refugié en un lugar oculto y esperé hasta que fuera de noche.  Cuando la oscuridad era absoluta, me dirigí a su casa. Se quedó sorprendida al verme, discutimos, la agredí y cayó al suelo.  Saqué el arma  y la apunté con ella; estaba decidido a matarla.

 Pero fue más rápida que yo y se incorporó rápidamente tratando de salir, y entonces la disparé. Repasé la escena y traté de memorizar si había tocado algo con el fin de no dejar huellas.  No lo había hecho, así que salí de inmediato y deshice el recorrido hasta mi casa.  Tenía la coartada para Fiona, pero para Erin no.  Pensé que había muerto y que nadie me había visto llegar a ese lugar, por tanto era perfecto  .

El abogado se echó para atrás en su silla, y comenzó a recoger los papeles que había llevado.  Estaba todo clarísimo, todo encajaba y además él se había declarado culpable.

Los policías apagaron la grabadora y respiraron aliviados. Caso abierto.

Y el juicio se celebró, declarando la culpabilidad de  Liam, y condenado a cadena perpetua.  Erin, en silla de ruedas testificó y dió toda clase de datos, que por ironía  coincidían
  con lo declarado por él.

La presencia  de Erin fue más que suficiente para declararle culpable. Al ver a esa mujer joven, sentada en una silla de ruedas, temblando al verle, y con la denuncia primera por agresión, fueron determinantes para condenarlo.  Además estaba el caso de Fiona cuyas pruebas aportadas, no tenían lugar a dudas.  Entraría en prisión para el resto de su vida.

    Erin cerraría ese capítulo amargo, pero el volverle a ver, hizo que se derrumbara,
cuando, ayudada por Peter, se introdujo en el coche para regresar a casa.  Derrumbada, lloró amargamente sobre el hombro de él.  Había vuelto a vivir, no sólo su última fechoría, sino las anteriores que había padecido mientras estuvieron casados.  Y con todo eso, había tenido mucha suerte porque estaba viva.  Otras mujeres, en su misma situación, no lo habían conseguido.  Y tuvo muy clara una idea:  se dedicaría de ahora en adelante a trabajar para que los maltratadores, pagasen por el daño que causaban en las vidas, no sólo de sus mujeres, sino también en la de sus hijos y de los familiares que les rodeasen.

  Se emplearía a fondo en ese empeño.  Se lo debía también a Fiona, aunque se mezclara en su vida, a pesar de que  su matrimonio ya estaba roto.  Ella corrió peor suerte que Erin, y sólo contó en su ocultamiento, con la compañía de un trasto viejo, una alfombra que hasta entonces cubría el suelo del apartamento que compartían juntos, y la sola compañía de los insectos que la muerte provoca. Todos ellos fueron los mudos testigos de su trágica desaparición.  Pero también ella merecía un descanso.   Y a su entierro acudió acompañada de Peter, y trató de consolar a la hermana que había destapado todo el caso.

Ambas mujeres se abrazaron, y a pesar de los sentimientos encontrados que Erin sentía, tuvo palabras de consuelo para Lucille, que no paraba de llorar y clamando por la mala suerte de su hermana, víctima de ese monstruo que había arruinado las vidas de las mujeres que en su día, le habían entregado su amor, sin imaginar siquiera, el destino que cruelmente las tenía destinado.  Merecía la cárcel para el resto de su vida, porque él seguiría viviendo, pero su hermana no, y Erin posiblemente seguiría en silla de ruedas mientras viviese, o al menos durante mucho, mucho tiempo, frustrando de ese modo, sus ilusiones, sus sueños y la posibilidad de volver a ser feliz junto a un hombre que la valorase como mujer, y la entregara su amor.

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