Lissa y Emma, hermanas gemelas, enfilaron con su coche el camino que les conduciría hasta el Instituto para comenzar un nuevo curso. Como casi siempre que Lissa conducía iban a velocidad exagerada y más de en una ocasión, la policía les había dado el alto, pero por tratarse de las hijas de quién eran, lo dejaban pasar por alto, no sin recomendarlas que la prudencia era primordial para no tener un accidente. Lissa daba las gracias. La velocidad sería prudente, sólo hasta perder de vista al agente que se las quedaba mirando, mientras se rascaba la nuca.
- Tiene razón, Lissa. Un día va a ocurrir algo serio
- Bah, tonterías. Soy muy buena conductora
Estaban casi llegando a su lugar de destino, cuando de pronto, el coche dió un viraje debido a un pinchazo
- Mierda, exclamó Lissa- legaremos tarde y lo malo es que no sé cambiar la rueda
- Espera yo te ayudo. ¿ Te das cuenta lo que acabamos de decirte el agente y yo ? Podíamos haber sufrido un percance muy serio
-No seas miedica- exclamó riendo
Se pusieron manos a la obra, pero ninguna de las dos tenía la fuerza suficiente como para desenroscar las tuercas de la rueda. Emma se plantó en medio de la calzada, a ver si con suerte pasara algún alma caritativa que quisiera ayudarlas. A lo lejos se divisó un coche, y se puso a hacer señales agitando los brazos fuertemente. El coche paró, se trataba de Robert, el hijo del médico del lugar, que reconociendo a las dos hermanas se ofreció a ayudarlas
Se conocían del Instituto. Ellas se habían incorporado el curso anterior y por tanto se veían a veces en el comedor o a la salida del colegio. A Robert se le fueron los ojos tras de Lissa, nada más verla, y ella se había dado cuenta de ello, con lo cual coqueteaba no solo con él sino con todo el que se terciara. Sin embargo Emma era más sensata de carácter, por lo que quién siempre andaba rodeada de chicos era su hermana. Ambas era bonitas, pero la más divertida era Lissa, por tanto la que tenía éxito.
Robert ni siquiera advirtió la presencia de la hermana, sus ojos fueron directos a Lissa, que esgrimiendo una dulce sonrisa, hizo que el muchacho les cambiara la rueda
- Te debo una-, le dijo mirándole directamente a los ojos, e ignorando a su hermana. A Robert se le derretía el corazón, y por eso se lanzó a ver si conseguía una cita con ella
- La cuenta está saldada, pero sólo si aceptas una invitación mía
- Eso está hecho- respondió resuelta metiéndose en el coche y emprendiendo la marcha, dejando al muchacho esperanzado en mitad de la carretera.
- No has debido coquetear de esa forma tan descarada con él
- Está por mis huesos, y a él le encanta que lo haga. A él y a todos los que se me acercan. ¿ Cuántos se acercan a tí ? Ninguno. Y ¿sabes por qué ? Porque les resultas aburrida con tanta formalidad. Soy joven, guapa y llena de vida, así que pienso vivirla a tope
- Algún día te costará un susto, ya lo verás
- Tú siempre tan optimista. Mira ya estamos
Unos instantes después de ellas, llegó Robert y los tres se introdujeron en el Instituto. Robert iba una clase por delante de ellas y terminaría a finales del curso que ahora comenzaba. Iría a la universidad y estudiaría medicina como su padre
- Me debes una cita, no lo olvides - dijo a Lissa a modo de despedida
- No lo olvido. Ya te diré cuando
Cada uno entró en su aula. Sin siquiera recibir un saludo de Robert;, Emma, bajó la cabeza y se separaron. La sombra de su hermana era demasiado alargada para que alguien se fijara en ella cuando estaban juntas.
A la salida de clase volvieron a verse y Robert emplazó su cita con Lissa para ese sábado por la tarde. Quedaron en el Centro Comercial y desde allí, si la apetecía irían a bailar o al cine. Ella aceptó el plan y se reunió con su hermana que a una distancia prudente la aguardaba para regresar a casa.
Emma miraba a su hermana con envidia. Con envidia sana y a la vez admiración por lo resuelta que era y el éxito entre los chicos que tenía ¿ Por qué ella no era así ? Lo cierto era que no la interesaba una corte de chicos detrás de ella, sino uno. Unos sólo que la ignoraba y creía que ni siquiera sabía que existía. Su hermana eclipsaba todo cuanto estuviera a su alrededor, pero de eso ella no tenía la culpa, sino los chicos que la asediaban. Eran tontos redomados, incluido ese, el que tanto la gustaba y no la hacía ni caso.
Llegó el sábado y Lissa había quedado anteriormente con otro chico y olvidado a Robert, que impaciente la aguardaba en el Centro Comercial. Había salido ya de casa y reunido con su acompañante ocasional, cuando recordó que se había citado con Robert: le estaba dando plantón sin explicación alguna.. Tuvo una pizca de conmiseración y a través del móvil se puso en contacto con Emma
- Emma ¿ me harías un favor ?
- ¡ Claro !
- He olvidado completamente que me había citado con Robert en el Centro Comercial ¿ podrías acercarte y disculparme ? Te estaría muy agradecida
- ¿ Cómo puedes ser tan atolondrada ? Abusas de la gente. A ese chico le gustas mucho y no es justo que, si no te interesa, no le hagas concebir ilusiones
- Ya lo sé. El lunes le daré boleto
- ¡ Eres increible ! y cruel. Que lo sepas. Iré ahora
- Gracias hermanita. Te quiero - Y rápidamente cortó la comunicación
Cuando llegó al lugar de la cita, vió a Robert que impaciente no dejaba de mirar su reloj y la puerta de entrada de la cafetería en la que habían quedado. Por unos instantes, Emma, se le quedó mirando. Entró y fue en su dirección. Robert la miro extrañado de que fuera ella la que estuviera delante y no Lissa
- Verás le ha surgido un imprevisto cuando estaba a punto de venir a vuestra cita. No ha podido evitarlo y me ha dicho que te dijese que no podía venir, que la disculparas
- ¿ Y no ha podido ser ella la que me avisase?
- Pues no lo sé, tienes razón pero me lo ha dicho a mí.
El la miró de frente y se dió cuenta de que sus mejillas estaban encendidas, seguramente por hacer de cómplice de su hermana. No mentía muy bien. Le dió pena y cuando se despedía para regresar a casa, la retuvo de la mano y la dijo
- Bueno ya que estás aquí, ¿quieres aceptar mi invitación ? Has sido muy buena al venir hasta aquí para decírmelo. Seguramente entre ella y yo, hemos desbaratado tus planes del sábado. Quédate, así charlaremos, ya que casi nunca cruzamos palabra.
Esa invitación a ella le sonó a coro de ángeles. Estaría a solas con él, pero ¿ de qué hablarían ? No tenía confianza y a penas cruzaban dos palabras. Se puso nerviosa, pero trató de tranquilizarse pidiendo un vaso de agua a la camarera. El miraba distraído a la gente que entraba y que salía, sin a penas prestarla atención. Ella, a menudo bastante parlanchina, se había quedado sin palabras. Se daba cuenta de que él estaba allí por compromiso, para no desairarla, y seguramente con un enfado de antología. Debería estar con Lissa, y no con ella. Decidió irse porque la atmósfera era tensa para ambos
- Muchas gracias por la invitación, pero he de irme - dijo bastante a su pesar. El la respondió
- Ni siquiera has probado el batido ¿ Tienes prisa ?
- La verdad es que no tengo nada que hacer, pero es muy incómoda la situación. Sé que deseabas que Lissa ocupara esta silla y en su lugar estoy yo, así que me voy. Lo siento, pero no he tenido la culpa. Sólo he sido la mensajera
-- Perdona, tienes razón, no tienes la culpa y he sido un mal educado. Te ruego me perdones. Acepta mis disculpas. ¿Quieres que vayamos al cine o a cualquier otro sitio?
- No, gracias. No es necesario. Cuando volvamos a clase lo hablas con ella si es ese tu deseo. Adiós y gracias
El se la quedó mirando sin hacer nada por retenerla. A paso ligero abandonó el local muerta de vergüenza por la violencia de la situación. Sería la última vez que su hermana la embarcara en algo semejante. Que se ventilara sus asuntos y a ella la dejase fuera de sus líos. Todo habría sido diferente si Robert , al menos, alguna vez, se hubiera dado cuenta de que también ella existía, pero no tenía ojos más que para Lissa. Quizá él no tuviera la culpa de haberse enamorado de su hermana, al igual que ella no la tenía por haberle ocurrido lo mismo con Robert. Tenía complejo por ese motivo, y la realidad es que Emma era tan bonita como podría ser Lissa, pero un corazón enamorado no entiende de esas cosas. Siempre había sido la segunda en todo, hasta en el amor.
- Tiene razón, Lissa. Un día va a ocurrir algo serio
- Bah, tonterías. Soy muy buena conductora
Estaban casi llegando a su lugar de destino, cuando de pronto, el coche dió un viraje debido a un pinchazo
- Mierda, exclamó Lissa- legaremos tarde y lo malo es que no sé cambiar la rueda
- Espera yo te ayudo. ¿ Te das cuenta lo que acabamos de decirte el agente y yo ? Podíamos haber sufrido un percance muy serio
-No seas miedica- exclamó riendo
Se pusieron manos a la obra, pero ninguna de las dos tenía la fuerza suficiente como para desenroscar las tuercas de la rueda. Emma se plantó en medio de la calzada, a ver si con suerte pasara algún alma caritativa que quisiera ayudarlas. A lo lejos se divisó un coche, y se puso a hacer señales agitando los brazos fuertemente. El coche paró, se trataba de Robert, el hijo del médico del lugar, que reconociendo a las dos hermanas se ofreció a ayudarlas
Se conocían del Instituto. Ellas se habían incorporado el curso anterior y por tanto se veían a veces en el comedor o a la salida del colegio. A Robert se le fueron los ojos tras de Lissa, nada más verla, y ella se había dado cuenta de ello, con lo cual coqueteaba no solo con él sino con todo el que se terciara. Sin embargo Emma era más sensata de carácter, por lo que quién siempre andaba rodeada de chicos era su hermana. Ambas era bonitas, pero la más divertida era Lissa, por tanto la que tenía éxito.
Robert ni siquiera advirtió la presencia de la hermana, sus ojos fueron directos a Lissa, que esgrimiendo una dulce sonrisa, hizo que el muchacho les cambiara la rueda
- Te debo una-, le dijo mirándole directamente a los ojos, e ignorando a su hermana. A Robert se le derretía el corazón, y por eso se lanzó a ver si conseguía una cita con ella
- La cuenta está saldada, pero sólo si aceptas una invitación mía
- Eso está hecho- respondió resuelta metiéndose en el coche y emprendiendo la marcha, dejando al muchacho esperanzado en mitad de la carretera.
- No has debido coquetear de esa forma tan descarada con él
- Está por mis huesos, y a él le encanta que lo haga. A él y a todos los que se me acercan. ¿ Cuántos se acercan a tí ? Ninguno. Y ¿sabes por qué ? Porque les resultas aburrida con tanta formalidad. Soy joven, guapa y llena de vida, así que pienso vivirla a tope
- Algún día te costará un susto, ya lo verás
- Tú siempre tan optimista. Mira ya estamos
Unos instantes después de ellas, llegó Robert y los tres se introdujeron en el Instituto. Robert iba una clase por delante de ellas y terminaría a finales del curso que ahora comenzaba. Iría a la universidad y estudiaría medicina como su padre
- Me debes una cita, no lo olvides - dijo a Lissa a modo de despedida
- No lo olvido. Ya te diré cuando
Cada uno entró en su aula. Sin siquiera recibir un saludo de Robert;, Emma, bajó la cabeza y se separaron. La sombra de su hermana era demasiado alargada para que alguien se fijara en ella cuando estaban juntas.
A la salida de clase volvieron a verse y Robert emplazó su cita con Lissa para ese sábado por la tarde. Quedaron en el Centro Comercial y desde allí, si la apetecía irían a bailar o al cine. Ella aceptó el plan y se reunió con su hermana que a una distancia prudente la aguardaba para regresar a casa.
Emma miraba a su hermana con envidia. Con envidia sana y a la vez admiración por lo resuelta que era y el éxito entre los chicos que tenía ¿ Por qué ella no era así ? Lo cierto era que no la interesaba una corte de chicos detrás de ella, sino uno. Unos sólo que la ignoraba y creía que ni siquiera sabía que existía. Su hermana eclipsaba todo cuanto estuviera a su alrededor, pero de eso ella no tenía la culpa, sino los chicos que la asediaban. Eran tontos redomados, incluido ese, el que tanto la gustaba y no la hacía ni caso.
Llegó el sábado y Lissa había quedado anteriormente con otro chico y olvidado a Robert, que impaciente la aguardaba en el Centro Comercial. Había salido ya de casa y reunido con su acompañante ocasional, cuando recordó que se había citado con Robert: le estaba dando plantón sin explicación alguna.. Tuvo una pizca de conmiseración y a través del móvil se puso en contacto con Emma
- Emma ¿ me harías un favor ?
- ¡ Claro !
- He olvidado completamente que me había citado con Robert en el Centro Comercial ¿ podrías acercarte y disculparme ? Te estaría muy agradecida
- ¿ Cómo puedes ser tan atolondrada ? Abusas de la gente. A ese chico le gustas mucho y no es justo que, si no te interesa, no le hagas concebir ilusiones
- Ya lo sé. El lunes le daré boleto
- ¡ Eres increible ! y cruel. Que lo sepas. Iré ahora
- Gracias hermanita. Te quiero - Y rápidamente cortó la comunicación
Cuando llegó al lugar de la cita, vió a Robert que impaciente no dejaba de mirar su reloj y la puerta de entrada de la cafetería en la que habían quedado. Por unos instantes, Emma, se le quedó mirando. Entró y fue en su dirección. Robert la miro extrañado de que fuera ella la que estuviera delante y no Lissa
- Verás le ha surgido un imprevisto cuando estaba a punto de venir a vuestra cita. No ha podido evitarlo y me ha dicho que te dijese que no podía venir, que la disculparas
- ¿ Y no ha podido ser ella la que me avisase?
- Pues no lo sé, tienes razón pero me lo ha dicho a mí.
El la miró de frente y se dió cuenta de que sus mejillas estaban encendidas, seguramente por hacer de cómplice de su hermana. No mentía muy bien. Le dió pena y cuando se despedía para regresar a casa, la retuvo de la mano y la dijo
- Bueno ya que estás aquí, ¿quieres aceptar mi invitación ? Has sido muy buena al venir hasta aquí para decírmelo. Seguramente entre ella y yo, hemos desbaratado tus planes del sábado. Quédate, así charlaremos, ya que casi nunca cruzamos palabra.
Esa invitación a ella le sonó a coro de ángeles. Estaría a solas con él, pero ¿ de qué hablarían ? No tenía confianza y a penas cruzaban dos palabras. Se puso nerviosa, pero trató de tranquilizarse pidiendo un vaso de agua a la camarera. El miraba distraído a la gente que entraba y que salía, sin a penas prestarla atención. Ella, a menudo bastante parlanchina, se había quedado sin palabras. Se daba cuenta de que él estaba allí por compromiso, para no desairarla, y seguramente con un enfado de antología. Debería estar con Lissa, y no con ella. Decidió irse porque la atmósfera era tensa para ambos
- Muchas gracias por la invitación, pero he de irme - dijo bastante a su pesar. El la respondió
- Ni siquiera has probado el batido ¿ Tienes prisa ?
- La verdad es que no tengo nada que hacer, pero es muy incómoda la situación. Sé que deseabas que Lissa ocupara esta silla y en su lugar estoy yo, así que me voy. Lo siento, pero no he tenido la culpa. Sólo he sido la mensajera
-- Perdona, tienes razón, no tienes la culpa y he sido un mal educado. Te ruego me perdones. Acepta mis disculpas. ¿Quieres que vayamos al cine o a cualquier otro sitio?
- No, gracias. No es necesario. Cuando volvamos a clase lo hablas con ella si es ese tu deseo. Adiós y gracias
El se la quedó mirando sin hacer nada por retenerla. A paso ligero abandonó el local muerta de vergüenza por la violencia de la situación. Sería la última vez que su hermana la embarcara en algo semejante. Que se ventilara sus asuntos y a ella la dejase fuera de sus líos. Todo habría sido diferente si Robert , al menos, alguna vez, se hubiera dado cuenta de que también ella existía, pero no tenía ojos más que para Lissa. Quizá él no tuviera la culpa de haberse enamorado de su hermana, al igual que ella no la tenía por haberle ocurrido lo mismo con Robert. Tenía complejo por ese motivo, y la realidad es que Emma era tan bonita como podría ser Lissa, pero un corazón enamorado no entiende de esas cosas. Siempre había sido la segunda en todo, hasta en el amor.
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